Don Diego Colónsegundo almirante del mar océano

  1. ARRANZ MARQUEZ LUIS ANTONIO
Dirigida por:
  1. Juan Pérez de Tudela Bueso Director/a

Universidad de defensa: Universidad Complutense de Madrid

Año de defensa: 1978

Tribunal:
  1. Enrique Marco Dorta Presidente/a
  2. J. Pérez de Tudela Secretario/a
  3. José Cepeda Adán Vocal
  4. Salvador Moxó Ortiz de Villajos Vocal
  5. Tomás Marín Martínez Vocal

Tipo: Tesis

Teseo: 1311 DIALNET

Resumen

A lo largo de nuestro trabajo sobre Diego Colón hemos pretendido poner de manifiesto la pugna de intereses, de concepciones y de realidades que dominaron la empresa indiana justo en los años en que se estaban definiendo las bases de la actuación futura. Tal circunstancia, a su vez, iba a coincidir con la presencia en las Indias del segundo almirante que se insertaba como un elemento distorsionador para el normal desarrollo de la política centralizadora arbitrada desde la corte.Por lo tanto, dos presupuestos van a condicionar la vida indiana durante la gobernación colombina: el que representan por una parte, los monarcas castellanos y que presupone una continuación del orden anterior, es decir, una gobernación en el nuevo mundo ser vida por oficiales obedientes a los dictados del monarca y de su camarilla de leales consejeros. Por otra parte, el que va a intentar establecer Diego León Colón a su llegada a la española (1509) y que no era nuevo pues arrancaba de las Capitulaciones de Santa fe, reclamaba un papel protagonista para sí, un poder efectivo como representante máximo del monarca en las Indias y sin ningún sometimiento a cualquier otro oficial del rey.Si a esto añadimos los antecedentes inmediatos que preparan el nombramiento colombino, deduciremos cual iba a ser el proceso pues era imposible aunar posturas tan divergentes. La intención del Rey Católico quedaba clara al nombrar a Diego Colón solamente gobernador de las islas pero no virrey con los mismos poderes que había ejercido su predecesor Ovando. Y el segundo almirante iniciaba un pleito contra la Corona para poder disfrutar de los privilegios que se le concedieron a su padre.Además, vio reforzada su posición ante el monarca aragonés cuando su nobleza nueva, advenediza y sin afianzar alcanzó su legitimidad al unirse a la familia Alvárez de Toledo. Este factor de acudir a las indias con mentalidad de alta nobleza y respaldado en la corte por valedores tan importantes como el duque de Alba fue causa de algunas dificultades sufridas: se creyó más seguro sobrevalorando la influencia de sus deudos.Pero don Fernando de Aragón ya había marcado las directrices para toda su política, que consistía en potenciar los poderes del estado sobre los privilegios de cualquier otro grupo. Por tanto, desde muy pronto, las posiciones quedaban claras y enfrentadas; la destitución del genovés (1500) fue un paso muy meditado y sin la posibilidad de marcha atrás. Todo lo que a partir de 1509 suceda en las Indias y sobre todo, desde 1511cuando el consejo que entiende en los pleitos colombinos dicte la sentencia de Sevilla, será una pugna continua entre la autoridad del Almirante, revestido por los reyes de dos poderes, virrey, gobernador, almirante, amplísimos si eran efectivos, y la de la corona, imponiendo una revisión que afectaba principalmente al oficio de virrey, el cual se convertía más en título honorífico que en máximo tribunal juridiccional. Esto, unido a la limitación territorial,sólo descubierto por Don Cristóbal, del virreynato colombino, nos señala los campos de fricción más frecuente.Por la vía de los hechos, primero, y a través de las sentencias del Consejo Real en los largos pleitos, después, la corona va asegurando su autoridad en las indias. Y en la consumación de este propósito jugaron un papel destacado los oficiales reales. Estos quedaban englobados en dos grupos: el más importante lo formaban aquellos que junto al monarca, movían buena parte de los negocios indianos; pocos, pero muy influyentes; gozaban de la total confianza regia. El segundo grupo residía en el Nuevo Mundo y era una prolongación de aquellos. Escogidos entre los de su camarilla, actúan con la seguridad que les da verse apoyados incondicionalmente desde la Corte. Contra todos ellos termina enfrentándose Diego Colón, no faltándole para hacerlo fuerza moral, porque los abusos de poder, la impunidad, los cohechos y demás faltas de escrúpulos eran frecuentes entre este grupo de corrompidos funcionarios. Y en aras de una radical oposición al Almirante muchos de estos vicios se pasaron por alto, sin entrar en que lo que ellos denunciaban por tener un tinte colombino eso mismo lo practicaban para su provecho, aunque escuados en beneficio del Rey.Por todo esto, las iniciativas colombinas eran mal vistas en la corte y se redujeron a las más imprescindibles; los descubrimientos de nuevas tierras que el segundo Almirante proyectaba desde la Española se retrasaron; el aprovechamiento económico de los distintos recursos de la isla se sacrificó por la minería; la explotación no se racionalizó en pro de los verdaderos pobladores cristianos sino en beneficio de las necesidades de la corona y de los oficiales castellanos. Diego Colón aspiró siempre a un protagonismo en la dirección de la empresa que no prosperó. Y se puede hablar de un proyecto colonizador basado en el aprovechamiento razonable del indígena, que afianzase un poblamiento estable para la española y de ahí que fuese secundado por muchos baquianos, por influyentes vecinos de la Isla. Pero todo ello requería que el reparto del indio quedase en sus manos, hecho que no sucedió. No era este el magno proyecto defendido por los dominicos, pero, sin embargo, es muy significativo que estos defendieran en el momento más crítico que viven las Indias (1516-1518) la actuación colombina, al mismo tiempo que atacaban por igual a los oficiales reales como los grandes culpables de la destrucción de las Antillas.Pensaba Don Diego en la isla Española no sólo como cuna y grandeza de América, experiencia pasajera y efímera, sino como sede virreinal de Colón, floreciente y poblada, porque sólo así podría engrandecerse el apellido nuevo que enseñó la existencia de un mundo hasta entonces ignoto. Pero la encrucijada que le tocó vivir era desfavorable y no lo quiso aceptar. Anclado en Santa Fe por imperativos de supervivencia, pero de supervivencia a niveles sociales de grandeza, toda su vida se gastó entre la imposibilidad y el fracaso. Se había enfrentado al tiempo y a la historia, a una historia castellana incontenible o triunfante, y fue derrotado; su caída repercutió en el gran apellido que llevaba Colón.