La recepción de "El Quijote" en la España franquista (1940-1970): literatura y pensamiento

  1. Herranz Martín, Manuel
Dirigida por:
  1. José Luis Mora García Director/a

Universidad de defensa: Universidad Autónoma de Madrid

Fecha de defensa: 21 de enero de 2013

Tribunal:
  1. Tomás Albaladejo Presidente/a
  2. Fernando Hermida de Blas Secretario/a
  3. Ramón Emilio Mandado Gutiérrez Vocal
  4. Antolín Sánchez Cuervo Vocal
  5. Jorge Novella Suárez Vocal

Tipo: Tesis

Resumen

El objeto de este estudio ha sido determinar el papel asignado a El Quijote durante el franquismo, en el que destaca la gran celebración que se organizó para conmemorar el nacimiento de Cervantes en 1947 con actividades de todo tipo a lo largo y ancho del país, tanto de carácter popular como oficial¿ pero nuestro interés principal procede principalmente de las dos tandas de sesiones de la llamada Asamblea Cervantina en octubre de 1947 y en abril de 1948 a la que fueron invitados los más prominentes cervantistas españoles y extranjeros, así como el homenaje que organizó la Universidad de Valencia que convocó a los catedráticos de literatura de todos los ¿distritos universitarios¿ de España como ponentes. Ambas conferencias se constituyeron en auténticos cónclaves de la recepción de El Quijote de la época. Como resultado, frente a las posturas enfrentadas predominantes precedentes de, entre otros, Unamuno y Castro, oficialmente se impone una visión uniforme del Quijote: su estilo se decide que es barroco y su ideología contra-reformista y convienen en ello casi todos los más relevantes filólogos como Menéndez Pidal, Camón Aznar, Joaquín Casalduero, Helmut Hatfeld, Maldonado de Guevara, Guillermo Díaz Plaja, Enrique Moreno Báez, etc. Pese a esta unanimidad, nos encontramos con dos hechos significativos. Primero, una evolución ideológica que va de los trabajos de algunos falangistas al principio de la década con clara intencionalidad política a la presentación en la solemnidad de los actos del 47 y en el Instituto de Estudios Políticos, cuartel general del falangismo, el trabajo de Maldonado de Guevara ¿La maiestas cesárea en El Quijote¿ según el cual El Quijote es una sátira a los ideales imperiales, tan caros al falangismo, representados en don Quijote, el cual, tras sus descalabros y desventuras, renuncia a ellos y se aviene a resignarse y someterse a la doctrina e iglesia católica. Segundo, si bien es cierto que no hay voces disidentes respecto al estilo barroco y a la ideología contra-reformista, una soterrada, pero dura lucha se libra entre los que, liderados por Menéndez Pidal, defienden que la expresión de esa ideología contra-reformista la manifiesta el caballero de la Fe y del Ideal, mientras que para otros la posición contra-reformista sería la de Cervantes, expuesta precisamente en su crítica al enloquecido protagonista de su novela, caso, como acabamos de ver, de Maldonado de Guevara, pero también de Helmut Hatfeld, José Antonio Maraval o Giménez Caballero. En la década de los cincuenta la iglesia adopta una actitud de inhibición política, calificada de tecnocrática, y sus revistas principales, Arbor y Anales Cervantinos, buscan centrarse en los aspectos ¿científicos¿ u objetivos. Por otra parte, Dámaso Alonso, adalid de la escuela realista, sustituye a Menéndez Pidal como Presidente de la RAE y surge una estupenda revista de carácter tolerante y abierto, Ínsula, que abre sus páginas a los exiliados a exponer sus posiciones intelectuales resultando, según mi entendimiento, en el máximo acercamiento al Quijote cervantino. Con la obra de Rosales, Cervantes y la libertad, publicada en 1960 y hasta el final del franquismo pasamos, sin embargo, a un periodo de fuerte reacción contra el camino realista de la década precedente y un buen número de autores como Palacín Iglesias, Díaz-Plaja, Moreno Báez, José Luis Alborg y Carlos Varo publican trabajos para reafirmar la imagen proyectada por Menéndez Pidal, al que recurren explícitamente, considerando la novela ¿la historia de una conversión¿, según dice Rosales que debe subtitularse. Por otro lado, los intelectuales falangistas, Giménez Caballero, Torrente Ballester, como ya hiciera Laín Entralgo, publican obras con abierto o soterrado desprecio por El Quijote abundando en la idea de Maeztu de que representa la decadencia española. Y a esa coyuntura se suma, en mi opinión, que la emergente y preponderante intelectualidad de izquierdas de la época tampoco podía utilizar El Quijote para su propósito político de fomentar la lucha de clases, tras algún intento sin gran repercusión. El efecto de esa nefasta coyuntura gravita sobre nuestro presente y la mayor expresión del genio humano ha resultado entre nosotros, si no marginada oficialmente, si intelectualmente, al quedar envuelta en un aurea ideológica desfigurada, difusa y rancia, una vez que la visión contra-reformista de los años cuarenta y sesenta se ha impuesto por inercia ante la carencia de obstáculo u oposición serios, si no es ya por el recurso a las tesis del segundo Castro en El pensamiento de Cervantes. En este sentido, conviene añadir que contribuye a esta situación el desconocimiento de argumentos que ya se habían esgrimido con buen criterio en los años 50 en contra de esa lectura dogmática contra-reformista. Tras esta revisión histórica, capítulos más breves tratan, uno, de la enseñanza de El Quijote en las escuelas franquistas, donde se presenta como una manifestación o simbolismo de dos tendencias humanas básicas: el idealismo y el realismo, pero, para, a continuación, acabar denostando el realismo, otro, de la recepción de El Quijote por parte de los exiliados del franquismo como contraste entre la diversidad de sus lecturas y la uniformidad, al menos oficial, de la recepción en el interior y, otro posterior, de las referencias al Quijote entre los filósofos profesionales de la época. Con las Conclusiones, además de los comentarios a la evolución de la recepción de El Quijote en la línea de lo ya expuesto, el autor afirma que el tema de la novela es la ¿la ventaja de las Armas sobre las Letras¿, es decir, que quien tiene la fuerza tiene la razón, sin embargo, por paradójico que parezca, eso no significa el fracaso del ser humano, sino al contrario, el punto de partida necesario, el realismo, para el sentido común.