El sistema de defensas de Puerto Rico (1493-1898)

  1. Hinarejos Martín, Nuria
Dirigida por:
  1. Miguel Ángel Castillo Oreja Director

Universidad de defensa: Universidad Complutense de Madrid

Fecha de defensa: 25 de octubre de 2018

Tribunal:
  1. Enrique Martínez Ruiz Presidente
  2. Esther Merino Peral Secretaria
  3. Inmaculada Rodríguez Moya Vocal
  4. Rafael Jesús López-Guzmán Guzmán Vocal
  5. Alfredo José Morales Martínez Vocal
Departamento:
  1. Historia del Arte

Tipo: Tesis

Resumen

Las primeras obras defensivas construidas en la ciudad de San Juan, capital de la isla, fueron realizadas a mediados del siglo XVI aunque el sistema defensivo de Puerto Rico no quedó concluido hasta finales de 1898. El sistema de defensas construido en Puerto Rico siguió el modelo de la arquitectura militar desarrollada en Europa durante la Edad Moderna. En el siglo XVI se construyó una casa-fuerte en Caparra, la fortaleza de Santa Catalina, el castillo de San Felipe del Morro y varias baterías costeras. Durante el siglo XVII los sucesivos gobernadores construyeron nuevas fortificaciones y realizaron la modificación de las existentes, como consecuencia de la evolución experimentada en la artillería y el estado ruinoso en el que se encontraban algunas de ellas. Durante las dos primeras décadas del nuevo siglo, centraron su atención en reforzar la defensa del castillo de San Felipe del Morro. Tras el ataque holandés de 1625, la ciudad de San Juan quedó prácticamente arruinada lo que obligó a la Corona a invertir de nuevo importantes recursos económicos en la construcción de nuevas obras y reforma de las existentes. El sistema defensivo se reforzó mediante la construcción del reducto de San Cristóbal, el fuerte del Cañuelo y la batería de La Perla; se reformaron la batería del Escambrón y el castillo del Boquerón y se levantó el recinto amurallado siguiendo las normas de la arquitectura abaluartada, propias de la poliorcética moderna. A mediados del siglo XVIII Carlos III planteó la necesidad de reforzar el sistema defensivo de todas las posesiones españolas de Ultramar, para ello, el monarca envió a Puerto Rico al mariscal de campo Alejandro O¿Reilly en abril de 1765 para conocer el estado en el que se encontraba la isla. La mayor aportación de O¿Reilly fue la elaboración de un proyecto defensivo destinado a convertir San Juan en una plaza inexpugnable. El proyecto fue enviado a la metrópoli acompañado de varios planos realizados por Tomás O¿Daly, que fue aprobado por la Junta Consultiva de Fortificación y Defensa de Indias y las obras comenzaron el 1 de enero de 1766 bajo la dirección de O¿Daly. Este plan de defensa se convirtió en la base de todas las obras realizadas durante el siglo XVIII por los ingenieros militares que trabajaron en la isla al servicio de la Corona. Estos técnicos cualificados construyeron un complejo sistema defensivo basado en el modelo de arquitectura militar abaluartada diseñada por Sebastién Le Pestre, más conocido como marqués de Vauban, cuyo proyecto tuvo una gran repercusión en todos los sistemas defensivos construidos en el continente europeo durante los siglos XVII y XVIII. Tras el ataque británico de 1797 y el huracán ocurrido el 21 de septiembre de 1819, la ciudad quedó prácticamente arruinada. Ello obligó a la Corona a enviar nuevos ingenieros para reforzar el sistema defensivo de la isla y adaptarlo a las nuevas necesidades del momento. Se desarrolló un nuevo modelo defensivo basado en las teorías de los ingenieros franceses Montalembert, Carnot y Haxo, quienes diseñaron un sistema de sencillas fortificaciones. Se consolidaron las tres líneas defensivas realizadas a finales del siglo anterior, se construyeron nuevas defensas en Santurce, se proyectó la construcción de varios cuarteles; se levantaron varias baterías costeras y se realizaron importantes obras públicas. En febrero de 1869 el sistema defensivo de Puerto Rico quedó reforzado mediante la elaboración de un proyecto de alumbrado y balizamientos de las principales costas y puertos de la isla. Estas obras de mejora se prolongaron hasta finales del siglo XIX cuando el Alfonso XII y el cabildo de San Juan, aprobaron el derribo de parte del recinto amurallado como consecuencia del crecimiento demográfico experimentado durante la centuria.