Los ojos de la máscara. Poéticas del grotesco en el siglo XXneorrealismos, expresionismos y nuevas miradas

  1. RODRÍGUEZ DE PARTEARROYO GRANDE, MANUELA-ROCÍO
Dirigida por:
  1. Marco Antonio Bazzocchi Director/a
  2. Aurora Conde Muñoz Directora

Universidad de defensa: Universidad Complutense de Madrid

Fecha de defensa: 23 de febrero de 2016

Tribunal:
  1. Francisco Javier del Prado Biezma Presidente
  2. Emilio Javier Peral Vega Secretario
  3. Vicente González Martín Vocal
  4. Raffaele Pinto Stanziano Vocal
  5. Bernardo Sánchez Salas Vocal
Departamento:
  1. Estudios Románicos, Franceses, Italianos y Traducción

Tipo: Tesis

Teseo: 122948 DIALNET

Resumen

La presente tesis doctoral pretende tejer una red de influencias en torno a la estética de lo grotesco que se forja en la escena teatral italiana e hispana de los años donde comienza a sentirse el eco de la vanguardia y el expresionismo, y que posteriormente cristaliza en la pantalla del cine, donde del puente hispano-italiano de nuevo brotan grandes herederos. Durante el periodo de transición de la década de los cincuenta, los tiempos posteriores al neorrealismo puro y previos al nuevo cine de autor, vuelve a sentirse el eco de la máscara grotesca que había multiplicado la profundidad del discurso teatral del Novecento. Por ello nos interesa trazar una línea de continuidad entre el abanico de autores que se perfilan en ese teatro de los años de entreguerras y las herencias de éstos que acaban por revolucionar la pantalla. Un cine que también retuerce el neorrealismo serio y trágico de los años canónicos, que dilata la distorsión desde la comedia amable hasta el esperpento negro (en progresión ascendente desde 1950 hasta 1964) de la mano de Monicelli, Fellini, Berlanga, Fernán-Gómez o Ferreri, autores que hicieron del grotesco una perspectiva tan tradicional como rompedora porque superaron los límites del realismo a través de la caricatura. Esta tesis se interesa por las relaciones ya no sólo interculturales sino también interdisciplinares que ofrece la imagen como gran artefacto ficcional. Así pues, desmarcándonos de los planteamientos convencionales de las artes como estéticas diferenciadas y abogando por un estudio de lo visual en conjunto, adscribiremos este estudio a las teorías en torno a la imagen en sus muy diversas facetas y trataremos de fabricar una consecuente poética del grotesco que intente basarse en teorías estéticas sin restricciones disciplinares. Se escoge un acercamiento al cine de gestación teatral entre los años 1950 y 1964 porque estas fechas suponen esa zona gris que se ubica cronológicamente entre el negro doliente de las guerras mundiales y el color radiante y saturado del desarrollismo. El grotesco tonal irá in crescendo, desde unos primeros ejemplos más cercanos al sainete costumbrista y a la farsa popular hasta la llegada de tonalidades más críticas, hasta una ineludible oscurización esperpéntica ya a un paso de la abstracción. Un cine esbozado a trazos cómicos en que se irán zurciendo las novedades visuales, narratológicas e interpretativas a través de un tejido grotesco en constante complejización, tan tradicional y sin embargo tan incuestionablemente vanguardista. Esta tonalidad tan particular encuentra su punto de referencia en un planteamiento fundacional: qué es el realismo. Según los parámetros de esta tonalidad, el realismo no se debe medir a partir de la mayor o menor fidelidad en el reflejo de lo real, sino planteándose el problema de cómo mirar lo real. La clave, a nuestro parecer, está en que la tendencia estética del grotesco nunca deja de ser un matiz de mirada en equilibrio imposible entre lo real y su construcción, expresión y revelación. Una realidad que, valga la redundancia, no por deformada (es decir, mirada desde un punto de vista alternativo) deja de ser realista. Con todo, se podría afirmar que el grotesco balancea el expresionismo de la realidad con el realismo de la expresión a partir de la caricatura, proceso inequívoco de esquematización, distanciamiento y distorsión. Y dentro de este perfil caricaturesco descubrimos el ingrediente definitivo: la comedia. La letra no entra con sangre, sino con risa sangrante. Berlanga afirmaba que, ¿cuando en tiempos venideros se quiera escribir la Historia del siglo XX habrá que contemplar las comedias para conocer nuestro más ajustado retrato¿. También los héroes pueden ser personajes de sainete y también la risa sabe hacerle burla a los límites, precisamente para fabricar una visión crítica. Ahí, detrás del reflejo y hacia el fondo de lo expresivo, mirando con los ojos de la máscara, es donde espera la poética del grotesco.