La redención de la modernidad de Españauna lectura de "La deshumanización del arte" de José Ortega y Gasset
- Nieto Yusta, Constanza
- Francisco Calvo Serraller Director
Universidad de defensa: Universidad Complutense de Madrid
Fecha de defensa: 29 de enero de 2014
- Luis Jaime Brihuega Sierra Presidente
- Ana María Leyra Soriano Secretaria
- Paloma García Picazo Vocal
- Mª Carmen García Alonso Vocal
- María José Salazar Herrería Vocal
Tipo: Tesis
Resumen
Según confesó Ortega y Gasset a sus padres en una carta de 1902, fue la lectura de ¿tres libros genialmente serios y profundos, los libros más modernos: uno de Izoulet, otro de Novicow, y otro de Berthelot el químico¿ el punto de partida para la transformación de su ideario político e intelectual. La presente investigación ha partido del análisis del pensamiento de Jean Izoulet, Jacques Novicow y Marcellin Berthelot para mostrar el elemento común a todos ellos: la comprensión de la modernidad, ya sea científica o cultural, como un nuevo tiempo mesiánico a punto de cumplirse. Ortega y Gasset transformó su ideario en función de las enseñanzas adquiridas con estos tres autores, construyendo un proyecto cultural con el que redimir a España de cara a su incorporación a la modernidad. La Cultura, situada en el epicentro de las preocupaciones científicas, pedagógicas y espirituales, vendría a ser, de la mano de Ortega el nuevo Mesías adecuado para el siglo XX. A la luz de estas consideraciones, el ensayo de La deshumanización del arte (1925) puede considerarse el punto de llegada de este viaje de regeneración cultural emprendido por el filósofo madrileño desde su juventud. Justo en 1925 se publicaban varios escritos en los que se buscaba dar cuenta de lo ocurrido en el arte de las dos primeras décadas del siglo XX: Realismo mágico de Franz Roh, Die Kunstismen: 1914-1924 de Hans Arp y El Lissitzsky y Literaturas europeas de vanguardia de Guillermo de Torre. Con ellos, un deseo por poner orden emergía en Europa. Así lo había anunciado la Exposición Internacional de Artes Decorativas e Industriales celebrada en París ese mismo año: con Le Corbusier entre sus filas, un nuevo espíritu buscaba hacerse el hueco definitivo en la creación artística de la Europa de entreguerras. Parece, pues, como si 1925 fuese el punto de inflexión en un tiempo marcado por el horror de la Primera Guerra Mundial y que, transcurridos diez años, parecía consumirse en un mesianismo que anunciaba el paso a una nueva era. En este sentido, puede comprenderse el ensayo de Ortega y Gasset como un intento pionero en España por poner orden en el ámbito del arte nuevo y tratar de esclarecer cuáles eran las estructuras esenciales en torno a las cuáles éste se había construido (separación intencionada del público; empleo de la metáfora como medio de alusión a la realidad mediante medios no miméticos; su sentido lúdico; el papel fundamental del humor y de la ironía en sus planteamientos, etc...). Pero, asimismo, La deshumanización del arte se desvela como uno de los puentes que por aquellos años se tendían entre la época anterior y un nuevo tiempo por venir y que se encarnaba en la figura del hombre nuevo. La deshumanización, entendida como el proceso de desintegración que conduce a una transformación posterior o renacimiento, remitiría a la evaporación del hombre escindido del pasado y al anuncio de su regeneración futura en una nueva figura, aún vacía, donde poco a poco, establecido el orden, podrían depositarse los nuevos pilares del sentimiento moderno. Lo que estaba intentando Ortega no era sino el mayor reto de su trayectoria: completar su proyecto de redención cultural en el ámbito de la creación artística. Difundiendo las claves inherentes al arte nuevo, el filósofo madrileño no buscaba sino superar el abismo infranqueable entre creación y público que impedía la realización completa de su evangelización moderna en España. Sólo mediante el nuevo culto de los tiempos modernos ¿el arte nuevo¿ y mediante el encumbramiento de sus nuevos templos ¿los museos¿, Ortega podría alcanzar el orden espiritual con el que sumir, de una vez por todas y para siempre, al pueblo español en el sentir religioso que era la modernidad.