Partidos y sistemas de partidos en México¿cártel en una nueva democracia?

  1. Leonhardt Álvarez, Carlos
Dirigida por:
  1. Francisco José Llera Ramo Director/a

Universidad de defensa: Universidad Complutense de Madrid

Fecha de defensa: 13 de abril de 2015

Tribunal:
  1. Joaquín Abellán García Presidente
  2. Miguel Ángel Ruiz de Azúa Antón Secretario
  3. Pablo Oñate Rubalcaba Vocal
  4. Lourdes López Nieto Vocal
  5. Joaquín María Molins López-Rodó Vocal

Tipo: Tesis

Teseo: 119055 DIALNET

Resumen

Este trabajo examina a los partidos políticos PRI, PAN y PRD, en un periodo de 1997 a 2010 y sistemas de partidos mexicanos federal y de cuatro entidades subnacionales a partir del modelo de partido cártel de Katz y Mair (1995). Para ello, se propone un concepto de partido cártel y se le operacionaliza en tres dimensiones, siguiendo el trabajo de Detterbeck (2005).La primera de las dimensiones es el rol político de los partidos, que atiende a qué tan similares o distintos son los tres grandes partidos en términos de su ideología. En primera instancia, se analizan las plataformas identificando temas clave de cada partido, y los distintos énfasis mostrados en ellos. Luego, a partir de los presupuestos públicos en los distintos años y entidades se observa si los partidos tienden a maximizar la inversión en dichos rubros cuando son gobierno y poseen mayoría legislativa.La segunda dimensión se refiere a la organización interna de los partidos políticos. Al respecto, el modelo de partido cártel supone una atomización de la militancia de base, que cada vez tiene menor peso en las decisiones del partido. En su lugar, la cara del partido `en oficina pública¿ ¿es decir, aquellos miembros del partido que logran acceder a puestos de gobierno o legislativos¿ se convierte en el actor fundamental, incluso por encima en ocasiones de la estructura formal del partido o `partido en oficina central¿.Por último, la tercera dimensión trata las condiciones de la competencia interpartidaria, es decir, las `reglas del juego¿ electoral. El modelo sugiere que los partidos dominantes, aprovechando su capacidad de modificar las reglas mediante su representación en los legislativos, se `coluden¿ y procuran legislaciones electorales con altas o crecientes barreras de entrada para evitar la irrupción de nuevos competidores. Asimismo, ese acceso privilegiado a las decisiones políticas les permite allegarse una cantidad importante de recursos públicos y depender altamente de ellos, incrementando su independencia respecto de sus propios militantes y simpatizantes.En suma, el modelo de partido cártel implica que los partidos políticos se `blinden¿ contra sus amenazas más inmediatas y restrinjan la oferta política disponible para los ciudadanos, independientemente de lo que éstos demanden. Todo ello en una lógica paralela a la de los grandes carteles económicos.La eventual aparición del modelo, entonces, es de gran relevancia para los sistemas políticos democráticos, pues reduce la responsividad de la política pública para con los ciudadanos y, en palabras de Peter Mair (2005), despoja a la democracia de su componente `popular¿. Este nuevo modelo de democracia queda, entonces, soportado de manera casi exclusiva en el componente constitucional, de derechos y procedimientos legales para el ciudadano.Tras el análisis de las tres dimensiones en México y sus entidades subnacionales seleccionadas, este trabajo encuentra que los partidos y sistemas de partidos en México responden al modelo de partido cártel en una buena medida. Ello porque, de acuerdo con la definición de partido cártel propuesta y su operacionalización, es posible afirmar que `los principales partidos políticos en México han tendido a homologar su forma de gobernar, dejando de lado posiciones extremas que amenacen el estatus quo. Este estatus quo les es favorable, pues ostentan una cantidad de recursos y poder importante y creciente derivado de su relación con el Estado, misma que buscan preservar coludiéndose para procurar reglas del juego adecuadas para ello. Han generado mecanismos, además, para limitar la influencia de los militantes de base activos ideológicamente, manteniendo independencia para las dirigencias respecto de éstos en las decisiones trascendentales