Morfología del mal en la obra de Nicolás Gómez Dávila

  1. Bustamante Porras-Ysla Fernández, María Pilar
Dirigida por:
  1. José Antonio Millán Alba Director

Universidad de defensa: Universidad Complutense de Madrid

Fecha de defensa: 04 de febrero de 2016

Tribunal:
  1. Rogelio Rovira Madrid Presidente
  2. Evangelina Soltero Sánchez Secretaria
  3. María Caballero Wangüemert Vocal
  4. Fernando González Ariza Vocal
  5. Juan Arana Cañedo-Argüelles Vocal

Tipo: Tesis

Resumen

La hermenéutica desde la que se emprende el análisis e interpretación de la obra de Gómez Dávila se asienta en los principios del tematismo y de la antropología literaria. Desde la antropología de René Girar, partiendo de Caín y Abel, se analiza el conflicto mimético en la sociedad moderna que describe Gómez Dávila. Asimismo, se ha considerado a la antropología literaria, como la presenta Antonio Blanch, la mejor antropología posible para llegar a la esencia de lo humano, ya que es la contemplación el camino para llegar a la representación del hombre imaginario, del hombre simbólico, el único posible antes de la caída. Toda la obra de Gómez Dávila se presenta como un conjunto de más de 10.000 escolios, siendo ellos, según la voluntad del autor, toques cromáticos de una composición puntillista. La naturaleza del escolio: gesto breve, no aforismo, implica un rechazo a la mínima pretensión de sistematizar. Se ha analizado también el escolio como el resultado de un proceso de adquisición de certezas, análogo al descrito por Hans Urs von Balthasar, en el que se constata el primado de la percepción sobre la elaboración conceptual. Primado que para sostenerse necesita también el momento lógico, y entre uno y otro, el momento ético. Los escolios son, en su mayoría, esa elaboración conceptual de la verdad percibida por Gómez Dávila. El mal en la obra de Gómez Dávila está encarnado por el demonio, el Estado y la técnica. Para entender de qué manera estos enemigos del hombre actúan, se analiza el contexto en el que se hace posible y favorece su acción cuya consecuencia fundamental es minar la libertad del hombre. Este contexto lo proporciona la democracia y las distintas ideologías que la llenan de contenido. Se plantean las ideologías todas ellas como mesianismos inmanentes, en contraste con el mesianismo de Cristo. Tomando de René Girard la descripción del mimetismo conflictivo, instigado siempre por el demonio, se confronta éste al mimetismo que propone Cristo. El hombre no puede no ser mimético, pero puede elegir el mimetismo al que entregarse. Chesterton, Todorov, Glucksmann, Gómez Dávila (reaccionario, antimoderno) hermanan todas las ideologías en sus pretensiones y en sus dolencias, siendo estas últimas fundamentalmente dos: la abstracción como herramienta de diagnóstico, y el olvido o desdén del pecado original. Por último se analiza la descripción que Gómez Dávila hace del hombre moderno, totalmente volcado a los aspectos materiales de la vida. Esa falsa igualdad impuesta por la ideología democrática ha hecho que, como lo expresó Tocqueville: ¿si os parece útil dirigir la actividad intelectual y moral del hombre hacia las necesidades de la vida material, así como emplearla en producir el bienestar, entonces igualad las condiciones e instituid el gobierno de la democracia.¿ Y añade: ¿Esas gentes creen seguir la doctrina del interés...y, para velar mejor por lo que ellos llaman sus asuntos, descuidan el principal, que es el seguir siendo dueños de sí mismos¿. Lo realmente significativo es el desconocimiento del hombre moderno de lo que es ¿seguir siendo dueños de sí mismo¿. La denostación que el mundo moderno hace de la jerarquía, del orden, de la reverencia, de las relaciones feudales (servicio, protección, respeto mutuo), favorece la nivelación de todos por lo más bajo, y abre las puertas a la vulgaridad como marca específica de la modernidad. Como dice Gómez Dávila: ¿la vulgaridad consiste en pretender ser lo que no somos¿, y precisamente esto: ser lo que no somos (tener lo que no tenemos) es la continua propuesta del demonio. La educación, las ciudades modernas y la técnica, reforzarán el pilar sobre el que se sostienen las ideologías y entre ellas la democracia: la necesidad de que Dios sea expulsado del mundo.