Propaganda y justificación religiosa en época imperialel caso del Capitolio y el templo de Júpiter Óptimo Máximo en Roma

  1. ESCAMEZ DE VERA, DIEGO MATEO
Dirigida por:
  1. Santiago Montero Herrero Director

Universidad de defensa: Universidad Complutense de Madrid

Fecha de defensa: 13 de junio de 2017

Tribunal:
  1. Gonzalo Bravo Presidente
  2. Estela Beatriz García Fernández Secretaria
  3. Raúl González Salinero Vocal
  4. Pilar Fernández Uriel Vocal
  5. Maria Federica Petraccia Lucernoni Vocal
Departamento:
  1. Prehistoria, Historia Antigua y Arqueología

Tipo: Tesis

Resumen

El objetivo del presente estudio es analizar la evolución de la concepción jupiterina del poder en época imperial. La elección del periodo Flavio responde a su condición de bisagra entre la dinastías Julio-Claudia y los Antonina, con la introducción de una serie de innovaciones que influenciarán los aparatos de legitimación posteriores. Para ello, procederemos a interpretar las fuentes literarias, arqueológicas e iconográficas que conforman los vestigios físicos de los mecanismos ideológicos que permitieron la perpetuación del sistema imperial. Si bien Júpiter ya había tenido un papel capital dentro de la justificación del poder en Roma en época monárquica y republicana, en el siglo I a.C. comenzará un proceso de apropiación personal del capital simbólico derivado de la divinidad. Dicho proceso alcanzó su culmen con el triunfo de Augusto y la institución del Principado, el cual se sustentaría ideológicamente en la elección y protección divina del gobernante. Augusto, a través de los omina imperii, se presentó como el depositario del poder de la divinidad. A su muerte, la sanción divina de su gobierno fue transferida a sus herederos, siendo unida la legitimidad del princeps a su pertenencia a la gens de Augusto. Los Julio-Claudios basarán así su poder en una concepción religiosa y dinástica del poder del emperador. La deconstrucción de los aparatos de justificación política previos tras la muerte de Nerón fue seguida por el desarrollo de diferentes programas de legitimación por parte de los usurpadores del 69 d.C., los cuales intentaron suplir su carencia de lazos con la dinastía precedente a través de un énfasis en la concepción divina del poder imperial. Será Vespasiano el que consiga poner fin a las guerras civiles y alzarse con la victoria militar y propagandística. La destrucción del templo de Júpiter en el Capitolio se convirtió, en la propaganda vespasianea, en el culmen de un periodo de inestabilidad caracterizado por la ascensión a la púrpura de una serie de usurpadores no sancionados por la divinidad, mientras que su reconstrucción por parte de Vespasiano fue el símbolo de la restauración de la pax deorum bajo un emperador elegido y protegido por Júpiter. Vespasiano trató de convertirse en un nuevo Augusto elegido por los dioses, fundando su propia dinastía y haciendo extensible a sus hijos la legitimidad jupiterina de su gobierno. Con la muerte de Tito, cuyo breve gobierno estuvo marcado por una serie de catástrofes que dañarían su imagen pública, Domiciano iniciará un mandato marcado por el énfasis propagandístico en la elección y protección jupiterina del gobernante. Domiciano se presenta como el corregente terrenal de la divinidad y el encargado de gobernar sobre los mortales como delegado de Júpiter. Tal será la importancia de Júpiter dentro de los aparatos de legitimación de época domicianea que el emperador vinculará al flamen Dialis con los sodales Flaviales Titiales, incluyendo a la principal divinidad del panteón romano en el sistema de culto imperial Flavio. No es de extrañar que su asesinato fuese justificado a través de una serie de omina mortis de carácter jupiterino, que permitieron a sus opositores legitimar el magnicidio al arrebatar al emperador el origen divino de su poder. Tras el corto e inestable gobierno de Nerva, marcado por un retorno a un sistema propagandístico de corte republicano, Trajano ascenderá a la dignidad imperial. Este llevará a cabo una apropiación y resignificación de los aparatos ideológicos del último de los Flavios, a pesar de la denigración constante de Domiciano por parte de la propaganda del periodo. Trajano se presentaba como el representante terrenal de Júpiter, convirtiéndose en el continuador propagandístico de Domiciano al perpetuar su simbología. De esta manera, el fin de la dinastía Flavia no supuso el fin de sus innovaciones ideológicas, que proyectarán su influencia en los aparatos de justificación del poder imperial desarrollados por los Antoninos.