Pasado y presente del arte de las misiones de Mojos

  1. DIEZ GALVEZ, MARIA JOSE
Dirigida por:
  1. Rosa María Martínez de Codes Directora

Universidad de defensa: Universidad Complutense de Madrid

Fecha de defensa: 27 de noviembre de 2015

Tribunal:
  1. Ascensión Martínez Riaza Presidenta
  2. Gustavo Hernan Prado Prieto Secretario/a
  3. Teresa Cañedo-Argüelles Fábrega Vocal
  4. Beatriz Robledo Sanz Vocal
  5. Cristina Esteras Martín Vocal
Departamento:
  1. Historia de América y Medieval y Ciencias Historiográficas

Tipo: Tesis

Resumen

La investigación da a conocer el desarrollo histórico, económico y artístico alcanzado en las antiguas misiones jesuitas de Mojos durante los siglos XVII y XVIII. La metodología parte de un trabajo de inventariación del patrimonio cultural mueble conservado en la actualidad, complementado con una amplia investigación bibliográfica y archivística. Las numerosas y heterogéneas sociedades que habitaban en Mojos en la segunda mitad del siglo XVII dominaban varios oficios manuales, así como diferentes técnicas constructivas y artísticas que formaban parte de su desarrollo cultural. Aunque algunos de estos conocimientos nativos fueron aprovechados en las misiones, los jesuitas impusieron conceptual, estética y técnicamente la cultura europea y criolla mediante el arte barroco. Durante toda la etapa jesuita se mantuvo la importación de ornamentos, pintura y platería para las iglesias, mientras que la escultura y el mobiliario cobraron protagonismo en los talleres locales, impulsados con la llegada de artífices misioneros y seglares. El mayor desarrollo material de las misiones de Mojos se produjo antes de 1750, gracias a la estabilidad demográfica y el sólido sistema económico establecido por la Compañía para el sostenimiento de las misiones, permitiendo el pago de la mano de obra indígena, así como la importación de herramientas y objetos suntuarios. La mitad de siglo marcó el fin de la bonanza y la estabilidad perdiéndose en las tres regiones de Mojos varios pueblos por las inundaciones, las epidemias y la guerra con los portugueses. A todas estas dificultades se unió la expulsión de los jesuitas en 1767. La mayor parte de los pueblos contaban entonces con numerosas obras de arte custodiadas en grandes templos construidos en su mayoría con estructura portante de madera, cerramientos de adobe y techos de teja. Contaban también con torres exentas de planta cuadrada y un número notable de campanas, muchas fundidas localmente. Los colegios solían ser de dos plantas, de dos o tres alas cerrando el primer patio contiguo a la iglesia, mientras en el segundo se instalaban los talleres de oficios. Tras la expulsión de los jesuitas el manejo espiritual y temporal de los pueblos quedó en manos de los nuevos sacerdotes, muchos sin vocación y todos sin apoyo, continuando así la pérdida de varios pueblos, aunque también se dieron importantes reconstrucciones, manteniéndose activos la mayor parte de los oficios. La situación cambió con el Nuevo Plan de Gobierno y la llegada de administradores civiles a la región, iniciándose una nueva época de actividad constructiva, productiva y artística liderada por el gobernador Lázaro de Ribera a partir de 1786. El sucesor de Ribera, Miguel Zamora, se implicó en la reducción de nuevas etnias, manteniendo la política de impulso a los talleres artísticos de la región en las nuevas fundaciones y traslaciones de pueblos. El siglo XIX supuso una nueva etapa de pérdidas materiales relacionadas con la inestabilidad general de la última etapa de la América colonial española, que en Mojos conoció también revueltas indígenas, dando paso a la etapa republicana. Sólo tras la creación del departamento del Beni en 1842 se tomaron algunas medidas para conservar los edificios antiguos, e incluso construir algunos nuevos, pero el esfuerzo no se sostuvo en el tiempo: poco a poco los grandes edificios coloniales que quedaban fueron desapareciendo, especialmente cuando las leyes prohibieron la colaboración gratuita de los indígenas, verdadera fuerza de sostén en el mantenimiento de la arquitectura monumental. Los edificios se perdieron casi en su totalidad, pero gran parte de los bienes muebles cuyos materiales fueron más resistentes al clima tropical -esculturas, muebles, campanas y platería-, se conservaron gracias al mantenimiento de la cultura inmaterial que propició su uso y protección.