Tromboelastometría en el trasplante hepático con injerto de asistolia frente al de muerte cerebral

Abstract

El hepático es uno de los principales tipos de trasplante que se realizan en el mundo. Durante las últimas décadas, la escasez de donantes hepáticos conjuntamente con el aumento de pacientes incluidos en lista de espera, ha contribuido a incrementar la mortalidad en lista. En un intento de disminuir la morbilidad y la mortalidad, se han empezado a utilizar nuevos métodos para aumentar la oferta de injertos. Muchos centros a nivel mundial han ampliado sus criterios para aceptar donantes subóptimos, y en particular han desarrollado programas de donantes en asistolia [1]. A pesar de que la terapia transfusional es una intervención que puede ser determinante en la evoluc ión favorable de un paciente, sus complicaciones también pueden afectar al resultado de forma negativa. Desde hace tiempo se conoce el efecto adverso de la transfusión de grandes volúmenes de hemoderivados durante el trasplante hepático, sobre la sup ervivencia del injerto y del paciente [2]. Se acepta que la hemorragia masiva es un indicador mayor de mortalidad, en tanto en cuanto la hipoperfusión tisular y la reposición con productos sanguíneos de naturaleza no fisiológica utilizados para reem plazar el volumen sanguíneo perdido, pueden contribuir a empeorar todas las alteraciones metabólicas y circulatorias asociadas al trasplante hepático [3]. El 1 de Julio del año 2005, se inició el programa de donante en asistolia en el Hospital Doce d e Octubre de Madrid. Hasta Septiembre del 2010 se han realizado 54 trasplantes con injertos procedentes de donantes en asistolia. Desde el inicio del programa de donante en asistolia, se observó un incremento en los consumos de hemoderivados post-rep erfusión en los pacientes trasplantados con injertos de DA o asistolia, frente a aquellos que fueron trasplantados con injertos procedentes de donantes en muerte encefálica. Estas observaciones fueron contrastadas con las publicaciones realizadas ha sta el momento. Otero et al no encontraron diferencias en el consumo de hemoderivados respecto a los receptores de injerto de muerte cerebral [4]. Tampoco Wu et al, más recientemente, comunican diferencias en las pérdidas sanguíneas [5]. Para corrob