Educación y empleo de las personas con discapacidad en Españauna brecha entre las Políticas Públicas y la experiencia vital

Resumen

La inclusión efectiva de las personas con discapacidad en nuestro país, según los datos estadísticos disponibles, parece que, pese al avance normativo que se ha dado a partir de 2003 con la LIONDAU, no ha tenido una traducción efectiva en la experiencia real de las personas. El acceso a la educación y a un empleo son dos de los criterios objetivos para evaluar si ese cambio normativo realmente ha implicado un cambio en las condiciones de vida de esas personas. Las encuestas nacionales sobre discapacidad realizadas por el INE (Encuesta sobre discapacidades, autonomía personal y situaciones de dependencia, 2008; Encuesta sobre discapacidades, deficiencias y estados de salud, 1999), indican que, en el tránsito de una década marcada por esa evolución normativa, la situación real de las personas con discapacidad no ha sufrido cambios significativos: si bien, formalmente, se ha erradicado en gran medida la educación segregada, una vez los/as estudiantes cubren el tramo educativo obligatorio, el 75% de alumnos/as con discapacidad no continúan su formación académica ni se incorporan al mercado laboral (Ferreira y Díaz, 2009; Toboso et al, 2012). Por su parte, la incorporación al mercado laboral de las personas con discapacidad arroja unas cifras de inactividad y de desempleo sistemática y signiricativamente superiores que el conjunto de la población activa (Ferreira y Díaz, 2009). Dada esta situación, ¿cabe plantearse que la orientación y los recursos de las políticas públicas sobre discapacidad en materia de educación y empleo deberían ser revisadas? Desde nuestra opinión, es necesaria esa revisión, que apuntaría a dos frentes: 1) Una dotación de recursos, humanos, materiales y económicos, manifiestamente insuficientes; y 2) La inclusión, tanto en los programas pedagógicos como en los modelos de gestión empresarial, de la discapacidad como una realidad inmediata y no un hecho anecdótico e invisibilizado; lo cual, a nuestro parecer, pasa por la elaboración de una nueva “política del cuerpo” (Ferreira, 201; Rodríguez y Cano, 2015), propuesta que se desarrollará en esta comunicación.