Calder, desafío a la gravedad

  1. Chirino, Martín
  2. Rodríguez Ruiz, Delfín
Revista:
Descubrir el arte

ISSN: 1578-9047

Año de publicación: 2003

Título del ejemplar: Todas las caras de Vicent

Número: 49

Páginas: 14-19

Tipo: Artículo

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Resumen

¿Por qué el arte ha de ser estático? Para responder a esta cuestión, el museo Guggenheim de Bilbao muestra los mejores móviles del artista norteamericano. Alexander Calder (1898-1976) nace en Filadelfia y se traslada a París a principios del siglo XX; es compañero de viaje de Joan Miró, así como de Jean Arp en los últimos intentos de renovación y resurgimiento del movimiento surrealista. Artista de gran originalidad, logra definir el volumen escultórico a través de delgadas planchas de hierro que corta, dibuja y ensambla, en el empeño de incorporar movimiento y tiempo a su escultura. Según sus palabras, pensaba que "la ilusión del movimiento tanto en la pintura como en la escultura era una preocupación compartida por los artistas de su época y que este movimiento era uno de los elementos fundamentales de la composición". Como "escultor del tiempo" y "relojero del viento", y otros hermosos versos, definió Jacques Prévert a Alexander Calder y sus obras y le convirtió también en pajarero del hierro, domador de fieras negras, ingeniero risueño, arquitecto inquietante. Podría haber seguido, incluso es posible que se le olvidara que también era capaz de ser escultor del agua ("Walter Ballet", Detroit, 1954) y del mercurio (Pabellón de España en la Exposición Internacional de París, de 1937) cuando tuvo ocasión de diseñar y construir algunas fuentes memorables. Con motivo de la retrospectiva que sobre su obra organiza -desde este mes de marzo, y hasta el próximo 7 de octubre- el Museo Guggenheim de Bilbao, Delfín Rodríguez Ruiz y el escultor Martín Chirino analizan en este número el ideario y trayectoria personal de uno de los artistas más singulares del pasado siglo XX.