Historia de la escenografía del siglo XVII: Divino Escenario. Otras obras de Giulio Parigi en Madrid. La Edad Dorada Florentina

  1. Esther Merino
Revista:
Itamar, revista de investigación musical: territorios para el arte

ISSN: 1889-1713 2386-8260

Año de publicación: 2018

Número: 4

Páginas: 176-201

Tipo: Artículo

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Resumen

La Escenografía abarcaba en la época moderna la decoración teatral, de festivales y aquellas ornamentaciones concebidas para celebrar exequias fúnebres, entradas triunfales, justas, ballets ecuestres o mascaradas. En ese contexto de producción artística efímera, se concibió el género operístico y la coreografía y, sin duda alguna, las puestas en escena más espectaculares del Barroco, como eran precisamente las Óperas-Torneos. En muchos casos, se puede acceder al conocimiento de lo que fueron semejantes eventos, a través de testimonios visuales, estampas, o escritos, libretos, en los que se dejaba constancia de la suntuosidad y la dificultad conceptual escondidos tras las imágenes. La iconología de la iconografía festiva, a menudo recopilaciones concebidas igualmente como amuletos u obsequios para los privilegiados asistentes. Además, a lo largo del proceso de creación y consolidación del formato plástico lúdico de los Festivales con un hilo argumental, derivados de los medievales Torneos Temáticos, se gestó la figura del Escenógrafo profesional, que tuvo en Italia en general y en Florencia en particular, un extraordinario centro formativo para los artistas interesados e integrados en el ámbito cortesano de los Medici. Una dinastía avezada en los negocios, como en el deseo de impresionar a las Casas Reales, con la suntuosidad de los festejos, buscando un objetivo prioritario: el orgullo de una estirpe interesada en emparentar con los monarcas absolutistas, en que terminaron por erigirse príncipes y señores del rancio abolengo europeo, legitimando el Gran Ducado otorgado por los Habsburgo a Cosme I. Vasari, Buontalenti, Torelli, Tacca, Aleotti, Vigarani, Bernini, Guitti. Balbi, Santurini, Burnacini o Bibbiena fueron algunos de los apellidos más insignes de la figura del Escenógrafo de estos tiempos, en los que Giulio Parigi sentó las bases de un Arte convertido en eminente profesión.