Dios como fenónemo purola experiencia de Dios en la propuesta filosófica de María Zambrano. Una respuesta a la filosofía moderna de la religión

  1. SÁNCHEZ ORANTOS, ANTONIO JESÚS MARÍA
Dirigida por:
  1. Miguel García-Baró López Director

Universidad de defensa: Universidad Pontificia Comillas

Fecha de defensa: 15 de julio de 2014

Tribunal:
  1. Jesús Marcial Conill Sancho Presidente/a
  2. Alicia Villar Ezcurra Secretario/a
  3. Ildefonso Murillo Murillo Vocal
  4. Juana Sánchez-Gey Venegas Vocal
  5. Juan José García Norro Vocal

Tipo: Tesis

Teseo: 368116 DIALNET

Resumen

¿Cómo es posible que Dios, en su condición de Absoluto, y sin dejar de serlo, pueda comunicarse con el ser humano y, a su vez, como éste puede experimentar tal comunicación para definirse libremente ante ella? La condición de posibilidad de que Dios pueda ser reconocido por el ser humano será su libre decisión de hacerse presente en la existencia humana (revelación). Dios está antes de toda posición humana ante Él; Dios es la condición de posibilidad de cualquier posición ante Él. Como consecuencia, la existencia humana debe quedar afectada por dicha presencia, con anterioridad a cualquier decisión, de tal manera que una presentación fenomenológica adecuada de la vida humana debería poder mostrar, antes de toda posición teórica explicativa y antes de toda posición práctica, esta comunicación de Dios. Sólo así podrá superarse con rigor la crítica moderna de la religión El título de este trabajo: Dios como fenómeno puro intenta recoger la convicción, siguiendo las intuiciones fundamentales del pensamiento de María Zambrano, de que esta comunicación de Dios acontece y que no se agrega extrínsecamente a una vida humana constituida. En su primera parte critica un olvido, que caracteriza a la modernidad y a la cultura actual por su glorificación de la autonomía humana, de la inmanencia y de la igualdad del saber y del ser. Este olvido es de una Alteridad, Dios/Amor/Misericordia/Padre común, irreductible a la del ser, por eso distinta al poder de lo real, a la cual resulta imposible ocultarse y que pone al desnudo la subjetividad humana exigiendo su decisión. Para ello, dialoga con Hegel, buscando un espacio más allá de él, donde la revelación nunca pueda entenderse como plena develación de Dios. Por eso, mantendrá la tensión entre Presencia/Ausencia, condición de posibilidad para respetar el Misterio de Dios en su radical verdad. Y también un diálogo crítico con Heidegger, porque negar la plena develación de Dios no puede abocar, sin más, a encerrar la vida humana en la facticidad. Entre Hegel (saber absoluto) y Heidegger (finitud insuperable) debería situarse, como mostraremos críticamente, el camino (método) que ofrece María Zambrano. En su parte segunda, afronta el camino (método) que lleva a María Zambrano a su madurez filosófica. Aquí puede encontrarse la clave de su propuesta filosófica: La Razón poética, en diálogo crítico con Platón, y también con Ortega y Gasset. Se subrayará la fuerte influencia de Unamuno y la asimilación de la poética de Antonio Machado. La tercera parte presenta, desde lo logrado, los tres modos posibles de enfrentar la vida humana que pueden derivarse de la Razón poética zambraniana. Es un esbozo personal de su posible antropología. Se trata de tres modos existenciales que corresponden a tres modos de hacer filosofía: el nihilismo (considerando la agonía de Europa); el estoicismo, rememorando a Séneca; y la búsqueda de la «excelencia humana» (la virtud de los antiguos), en diálogo crítico con Unamuno. Queda así perfilado el «lugar» donde acontece para Zambrano la experiencia de Dios como fenómeno puro, que será explicitada en la conclusión. En ésta se muestran, a través de las «figuras» de Antígona, el Quijote y Nina, las dos decisiones existenciales: la «novelería» y la «tragedia», que definen la vida inauténtica, es decir, que imposibilitan, precisamente, la salida del nihilismo y del estoicismo, la búsqueda de la excelencia humana. Búsqueda, pues, de autenticidad para la vida humana, que exigirá una teoría del alma, preocupación esencial de Zambrano, presente ya en los pasos iniciales de su caminar reflexivo, que posibilitará que la vida humana quede abierta a la Verdad de la trascendencia, a Dios como fenómeno puro.