Los oretanosuna visión desde el territorio, la sociedad y la ideología
- MANZANEDA MARTÍN, CRISTINA
- Alberto José Lorrio Alvarado Director/a
Universidad de defensa: Universitat d'Alacant / Universidad de Alicante
Fecha de defensa: 20 de julio de 2017
- Jesús R. Álvarez Sanchís Presidente
- Pilar González-Conde Puente Secretario/a
- Mariano Torres Ortiz Vocal
Tipo: Tesis
Resumen
INTRODUCCIÓN Los oretanos constituyeron uno de los pueblos prerromanos más destacados, habiendo jugado un papel determinante en los procesos históricos, especialmente aquellos que tuvieron como escenario la Península Ibérica entre finales del siglo III y el I a.C., especialmente en relación con la Segunda Guerra Púnica. Su interés ha llevado a ser objeto de numerosos estudios desde enfoques diversos, lo que ha provocado un conocimiento parcial y sesgado de esta etnia perteneciente al mundo ibérico. Este conocimiento sesgado se ha visto acrecentado por la propia ubicación espacial de este grupo, pues ocupaba buena parte de las tierras meridionales de la Meseta Sur y los rebordes de Sierra Morena, territorios actualmente pertenecientes a ámbitos administrativos diferentes (las comunidades autónomas de Castilla-La Mancha y Andalucía), lo que a menudo dificulta su visión de conjunto. Más concretamente, aparecieron en el corazón de Sierra Morena, controlando de esta forma la comunicación entre la Meseta y las costas del Sureste peninsular, actuando como eje vertebrador por el que circularon las diferentes influencias, especialmente las orientalizantes y helenizantes ya desde una época temprana. Esta posición les permitió además controlar los pasos y caminos de acceso a la riqueza minera del entorno, cuya explotación se remonta incluso a épocas anteriores a los iberos. De este modo, podemos encontrar diversos trabajos sobre la Oretania y los oretanos a partir de las fuentes escritas (ya sea como Oretanii por los autores latinos, ya Orissios, por los griegos); sus importantes oppida, es decir, los asentamientos de entidad urbana que jerarquizaban el territorio oretano, sus santuarios o determinados aspectos de su cultura material, como la rica argentería, la mejor de Hispania. La falta de una síntesis global sobre este importante grupo etno-cultural prerromano ha condicionado su propio conocimiento y comprensión, pues queda por determinar con exactitud aspectos esenciales, como sus límites geográficos o su formación, cuya problemática ha sido tratada por varios autores. Por ello mismo, se ha planteado como necesaria, en estos términos concretos, la elaboración de una visión de conjunto que aunara el estudio de esta etnia desde una perspectiva global (fuentes escritas, epigrafía, arqueología…), superando las visiones muy parciales existentes hasta la fecha, cuando no su compartimentación por la propia localización geográfica de ésta en la Antigüedad. Se apuntó, por lo tanto, el abordaje del proceso de formación de esta etnia ibérica o, más concretamente, su proceso de etnogénesis, esencial para la consolidación de su estudio en época historia. DESARROLLO Resulta bien conocido que el establecimiento territorial de las sociedades protohistóricas siempre ha resultado un tema complejo, pues se trata de grupos que van evolucionando con el paso del tiempo, por lo que establecer fronteras estáticas se ha convertido en un concepto anacrónico e irreal. Compartimos, en este sentido, la idea de que debemos comenzar a dejar de lado las viejas y tradicionales ideas que planteaban la existencia de territorios homogéneos étnica y culturalmente, defendiendo de este modo los actuales trabajos que plantean territorios más ricos y complejos en los que habitaron las sociedades de la Edad del Hierro de la Península Ibérica en continuo cambio y adaptación, configurándose así un nuevo concepto de “frontera”. Al abordar la delimitación espacial, también nos enfrentamos a la definición etno-cultural de estos grupos prerromanos. Las demarcaciones territoriales constituyen uno de los presupuestos más difíciles de discernir en el horizonte prerromano, aunque a su vez se presente como una tarea ineludible e indispensable. Ello es debido, en gran parte, a la inexistencia en estos grupos de espacios políticos plenamente definidos y a la ausencia de fronteras invariables. A ello se suma el carácter parcial de las fuentes de información de las que nos servimos para el estudio territorial, principalmente los textos grecolatinos y las fuentes arqueológicas. No obstante, ningún elemento por sí solo es definitorio de una unidad étnica. Etnicidad, lengua, conjunto material, patrón de asentamiento, economía, conducta social, etc., son categorías culturales de abierta caracterización, móviles y dispersas, que a veces se registran claramente concentradas en ámbitos nucleares pero que en muchas otras ocasiones se extienden por distintos territorios marcando analogías entre los mismos, aunque también es posible establecer diferencias. Los continuos fenómenos de interrelación y aculturación de los sustratos arqueológico y lingüístico son una realidad que contribuyen a transformar las huellas de la entidad cultural, sobre todo en zonas de paso o de comunicación, como es el caso de la Oretania, ubicada en el centro peninsular, lo que hará de ella un centro receptor de materiales de muy diversas procedencias, tanto del Mediterráneo, como del Atlántico, así como también de centroeuropa, como bien se ha señalado anteriormente. El hecho de que la Oretania es uno de los grupos prerromanos que todavía no han sido tratados en conjunto bajo una óptica global, a diferencia de muchos otros como los Celtíberos o los Vettones, su territorio permanece en la actualidad trazado con imprecisión, siendo más bien dibujado por las zonas de influencia de las culturas vecinas. El hecho de su posición geográfica en el interior peninsular dificulta dicha tarea, pues el territorio permanece en constante contacto con numerosos grupos, tanto del ámbito cultural celta como del ibérico. El establecimiento de los límites respecto al primero parece ser menos complejo de diferenciar, quedando de este modo establecido un área de frontera respecto a los carpetanos hacia el norte en los Montes de Toledo y hacia el este respecto a los vettones, situándose el oppidum de Sisapo (La Bienvenida, Ciudad Real) como extremo occidental de la Oretania. Sin embargo, los límites con respecto al ámbito ibérico no se perfilan con igual precisión. Hacia el este del territorio oretano, Libisosa representa otro de los oppida de relevancia tal que supuso paso obligado en una de las principales vías de comunicación, la Vía Heraklea, y, por lo tanto, mantuvo una vital comunicación con las corrientes culturales de ambas costas (sur y levante), con las implicaciones culturales y materiales que ello conllevaba, al igual que sucedió con otros tantos oppida, como Cástulo (Linares, Jaén), auténtica “capital” de la Oretania. De este modo, los límites establecidos para la región oretana, ha seguido un patrón clave regido por principios geográficos, donde las vías de comunicación jugaron un papel protagonista en cuanto, por lo que tanto geografía como la red viaria ha sido incluidos en este trabajo. Se observa claramente como los principales ríos y montañas ejercen de fronteras naturales. Hacia el norte, esta separación parece clara por la jerarquización del territorio implantada por el río Guadiana, al norte del cual los Montes de Toledo actúan como una barrera física. Hacia el sur del territorio oretano, parece repetirse el mismo patrón, pero en este caso el límite parece marcarlo el río Guadalquivir. Cronológicamente, el estudio abarca parte del I milenio a.C., desde el siglo VIII hasta el I a.C. De este modo, se trata, de un estudio que arranca desde el substrato anterior, con los grupos del Bronce Final, y llega hasta la conquista romana de la Península Ibérica. En este sentido, su objetivo se centra en el conocimiento del proceso de etnogénesis del mencionado grupo, analizado bajo una perspectiva actualizada con una interpretación global. Al respecto, el estudio de los poblados ha ofrecido una visión diacrónica, mostrando en algunos de estos asentamientos continuidad desde el Bronce Final hasta la llegada de los romanos, configurándole a la cultura ibérica un fuerte carácter autóctono en esta zona, permitiéndonos además acercarnos al ámbito doméstico de esta sociedad. Por otro lado, la aproximación a la esfera social oretana se ha llevado a cabo mediante el análisis de las necrópolis y los santuarios, esferas que han manifestado una fuerte jerarquización social, así como una más que evidente apertura a las influencias mediterráneas, pero igualmente conservando un fuerte carácter autóctono. Las clases dirigentes se encuentran bien representadas en las necrópolis ibéricas, especialmente en las pertenecientes al entrono de Cástulo (Linares, Jaén), cuyos enterramientos monumentales y ajuares reflejan una evidente riqueza, con abundantes materiales de importación, como las cerámicas áticas. El ámbito de las creencias muestra una religiosidad estipulada, con santuarios rupestres en los que, a partir de los vestigios materiales, se puede apuntar hacia una ritualidad determinada, lo que a su vez refleja una sociedad organizada. Los característicos exvotos de bronce de los santuarios oretanos representaron figuras humanas que mostraron numerosos aspectos de esta sociedad que, además de elementos de vestimenta, adorno, las panoplias guerreras, etc., evidencian una sociedad con una organización compleja, partícipe de una religiosidad común, vinculada a la naturaleza y al ciclo natural que marcaría la vida de cualquier individuo, quedando representados algunos rituales en relación con ritos de paso de edad. CONCLUSIÓN A partir de los trabajos arqueológicos, las fuentes clásicas y los indicios epigráficos, definimos a los oretanos nombrados por las fuentes grecolatinas ubicados bordeando la cordillera subbética y a ambos lados del Guadalquivir, coincidiendo arqueológicamente con el grupo escultórico antiguo de leones. Al oriente de Sierra Morena, los Oretanos septentrionales limitaban con los Bastetanos, que se situaban desde la costa del sureste, adentrándose hacia el norte hasta englobar la mayoría de la provincia de Albacete, donde se extenderían hasta Libisosa (Lezuza), que respondería al esquema del núcleo límite oretano por el este como uno de los más destacados puntos estratégicos, pero que, sin embargo, la frontera se limitaría entre esta zona y las ciudades oretanas más orientales en la Sierra de Alcaraz, que actuaría de barrera de diferenciación de los dos ámbitos culturales: bastetanos y oretanos. En definitiva, se presenta una visión aproximada y completa de esta sociedad prerromana realizada desde diferentes esferas, como el territorio, el poblamiento, el mundo funerario, la religión y la ideología, todas ellas necesarias para su determinación. Igualmente, la arqueología ha sido combinada con otro tipo de fuentes, como las lingüísticas, las epigráficas o los textos grecolatinos, cuyos relatos narrados resultan muy útiles para la delimitación de sociedades cuya escritura no ha sido descifrada en la actualidad.