La retórica política del presidente Clinton

  1. SANMARTIN PARDO, JOSE JESUS
Dirigida por:
  1. José Luis Villacañas Berlanga Director

Universidad de defensa: Universidad de Murcia

Fecha de defensa: 29 de mayo de 2009

Tribunal:
  1. Eduardo Bello Reguera Presidente/a
  2. Ángel Valencia Sáiz Secretario/a
  3. José Manuel Canales Aliende Vocal
  4. Antonio Rivera García Vocal
  5. Viriato Soromenho-Marques Vocal

Tipo: Tesis

Teseo: 108057 DIALNET

Resumen

Honor y gloria. Como el último descendiente de la idea imperial que Roma alumbró al mundo, el Presidente de los Estados Unidos de América atesora para sí los deberes simbólicos y políticos, representativos y ejecutivos, que se exige de un verdadero monarca republicano. Resultaría del todo imposible comprender la retórica política que genera la ideología norteamericana (un conjunto plural donde, de manera irregular, convergen distintas corrientes filosóficas, económicas, políticas e incluso religiosas), de omitir un análisis acerca del origen constitutivo de su sistema constitucional y político. Más, si cabe, en un ámbito intelectual tan específico, interesante y complejo como la Retórica política, pues, como señaló el gran maestro de la Antigüedad, "los filósofos han ocupado esta parcela abandonada por los oradores, la que había sido siempre propia de la Retórica, de suerte que son ellos los que tienen que ver con la materia nuestra" . Quizá sea Estados Unidos el país occidental más dependiente de su tradición fundacional; un hecho éste particularmente constatable en su retórica política. De la relevancia que esta etapa fundacional tiene en la época contemporánea de Estados Unidos da idea la admiración que Kennedy sentía hacia varios Framers, a los que -por su cultura, formación y mentalidad- consideraba nítidamente por encima del resto de Presidentes. A la hora de buscar palabras, y hasta ideas, que inspirasen su tiempo, Kennedy recurría a los fundadores de la patria, con especial delectación hacia Jefferson . De hecho, su discurso inaugural estaba claramente estructurado en torno al propio discurso de toma de posesión pronunciado por Jefferson con motivo de su elección presidencial. "We observe today not a victory of party but a celebration of freedom -symbolizing an end as well as a beginning -signifying renewal as well as change. For I have sworn before you and Almighty God the same solemn oath our forebears prescribed nearly a century and three quarters ago" . El discurso inclusivo de Kennedy se nutría de las ideas retóricas de Jefferson, tan brillantemente expuestas en su primer "inaugural", donde intentaba cautivar -o,cuando menos, neutralizar- a los críticos al régimen institucional que se había dado Estados Unidos. Y ello desde el planteamiento integrador, de acogida, que luego también utilizaría Kennedy. "But every difference of opinion is not a difference of principle. We have called by different names brethren of the same principle. We are all Republicans, we are all Federalists. If there be any among us who would wish to dissolve this Union or to change its republican form, let them stand undisturbed as monuments of the safety with which error of opinion may be tolerated where reason is left free to combat it" . Al analizar la formación de los Founding Fathers, McClelland subraya que, entre sus lecturas aparecían obras de Tácito, Catón, Livio, Salustio o Plutarco. Y ello al objeto de conseguir "detailed accounts of the corruption in Roman politics" . Junto a otros autores, como Bolingbroke, Locke o Hume, los clásicos "provide American political leaders with a deep sense of history, an understanding of liberty and constitutional government, and a system of values, both personal and political, that are reflected in their political behavior and in the constitutions they drafted for their countrymen. No generation of political leaders has been better prepared or better educated for writing a constitution and assuming the reins of government than the Framers of the American Constitution" . De hecho, un Presidente ya de una generación posterior a los Padres Fundadores como John Quincy Adams siempre manifestó un interés por la Retórica, incluso en el ámbito profesional (desempeñó la "Boylston Professorship of Rhetoric and Oratory" de la Universidad de Harvard). "He loved the idea of beginning the life of a scholar in which he could read his beloved Greek and Roman classics and share his enthusiasm for them with bright and interested undergraduates" . La Historia -y la Ética, como extensión de la misma- fueron, por tanto, la base sobre la que se asentaba el edificio institucional a erigir por parte de esos "Padres Fundadores" de la nueva nación. Los discursos de la época demuestran la profunda división respecto a la configuración que hubiera de adoptarse. Conviene tener presente que los Estados Unidos se constituyeron mediante la Declaración de Independencia, pero su ley básica fue la denominada "Articles of Confederation" de 1777, donde no se declaraba la naturaleza del régimen (monárquico o republicano), entre otras ausencias significativas; es sólo a partir de la aprobación de la Constitución cuando se produce la efectiva definición constitucional. Hamilton ya realizó una aproximación comparativa sobre las diferencias entre el Presidente de Estados Unidos y el Rey en Inglaterra . Respecto a la labor de los "Founding Fathers", Bryce sostiene la huella de la tradición monárquica británica: "Assuming that there was to be such a magistrate, the statesmen of the Convention, like the solid practical men they were, did not try to construct him out of their own brains, but looked to some existing models. They therefore made an enlarged copy of the state governor, or to put the same thing differently, a reduced and improved copy of the English king" . La norteamericana fue, hasta entonces, la más importante revolución política diseñada y dirigida por un grupo de ideólogos burgueses, en el marco de un territorio poblado masivamente por pequeños propietarios agrícolas y empleados urbanos, cuya máxima inquietud era su situación material. La minoría intelectual que dirige la revuelta contra el gobierno de Su Majestad tuvo que afrontar el hecho de la despolitización de relevantes segmentos sociales, hecho éste documentado en los trabajos de Knollenberg , tras sus prolijas investigaciones historiográficas en archivos y fuentes directas. El carácter intelectual de la mayoría de los dirigentes revolucionarios fue un rasgo de grueso calado en los parámetros operativos por los que discurrió este proceso de transformación integral, sin parangón en la época moderna. En primer lugar, la rápida politización de la causa separatista activó una espiral que incluso escapó al control de sus propios promotores: la anglofobia (en el sentido de aversión radical a las instituciones y costumbres políticas consideradas típicamente británicas) fue asumida como un dogma ideológico por parte de masas populares que, significativa y paradójicamente, creían cumplir así el mandato de sus elites, quedando éstas limitadas a un estrecho margen de maniobra a la hora de incorporar cambios más posibilistas. Esa naturaleza rígida de la primera cultura popular verdaderamente nacional proveyó el fermento para la consiguiente religión política generada por principios y productora de dogmas. De alguna manera, a los líderes revolucionarios como Hamilton o Adams, conscientes de las deficiencias del nuevo sistema político (y preparados para acometer los cambios requeridos), la socialización nacionalista e ideológica realizada desde los púlpitos y tribunas, con la colaboración de la prensa políticamente activa, contribuyo a la eclosión de un movimiento social identitario nucleado alrededor del culto totémico a la figura presidencial, institución ésta que quedó elevada a la categoría quasi intocable de dogma patriótica, pero sometido el Presidente a la crítica de no alcanzar la necesaria romanidad para desempeñar sus altas funciones. La calidad de las referencias históricas que inspiraban el movimiento emancipador impuso un grado de autoexigencia -en verdad insólito- a las elites y a los principios rectores del nuevo régimen constitucional. Sin embargo, y al mismo tiempo, el nivel de rigidez también fue un resultado colateral que afectó al propio funcionamiento del sistema político. La compleja red de "checks and balances" dejó su huella positiva en cuanto a las seguridades que rodeaban al desarrollo institucional¿ pero también marcaba las limitaciones del mismo. Por su parte, el propio Adams consideró que la monarquía reunía aspectos singularmente valiosos para dotar de estabilidad a un país. De hecho, en su Discourses on Davila (1790), Adams sostuvo la necesidad de recuperar la austeridad como principio cardinal de un republicanismo fundado sobre cimientos monárquicos. Lo que ha destruido la presencia de la Corona británica en las Trece Colonias, afirmaba el que fuera Presidente, ha sido, básicamente, la traición a los ideales de servicio al pueblo que encarnaba la misma Institución. Sin embargo, la concesión de honores, el reconocimiento de méritos, los actos de socialización política, son elementos cohesivos que aportan empaque a una comunidad. Los oropeles fatuos y los fastos altisonantes, así como demás parafernalia, poco o nada pueden enriquecer la vida política de un país, pero una adecuada liturgia institucional sí contribuye al crecimiento de una identidad nacional e ideológica. Básicamente, como expresara John Adams en 1790, "as it ought to be, that an effectual controul be provided in the conftitution, to check their exceffes and balance their weights" . Sin embargo, la percepción que tenían sus compañeros de generación fue que Adams reivindicaba para el naciente régimen institucional una modalidad de monarquía limitada. "Mr. Adams will unquestionably take to himself the charge of political heresy, as conscious of his own views of drawing the present government to the form of the English constitution" . La figura dual del Presidente -que ejerce como tótem y tabú al mismo tiempo- adquirió una nueva significación filosófica a través de la visión aportada por Wolin. Éste consideraba que la figura presidencial era una tentativa de solución material -y, también, de tentación intelectual- a un problema enquistado, hasta el momento, en el pensamiento constitucional y político. "They held that a constitutional founding required a single legislator with absolute authority to "impress" the best form on society. This belief in the Great Founder was not confined to defenders of monarchy, aristocracy, or rule by savants. It can be found among the so-called civic humanists, such as Machiavelli, Harrington, and Milton, as well as in a proto-/crypto-democratic writer like Rousseau. Among virtually all of these theorists there was a common fascination for the idea of a single Founder serving as the medium by which Mind impressed upon society its image of the Good Form" . Wolin también considera a Hobbes y Locke como pensadores igualmente implicados en esta percepción de la política. En la convención de Filadelfia, los debates fueron vivísimos, llegándose a la propuesta de un "poder ejecutivo" ejercido permanentemente por una persona que sólo pudiese ser destituida una vez confirmada su corrupción moral o práctica de vicios; es decir, "the Convention was in reality toying with the idea of a president for life -the very monarca so many of them had feared. But the more cautious delegates were not having it" . El Presidente emergería, por tanto, como una alternativa fáctica para los Padres Fundadores, que buscarían un elemento central, con un fuerte carácter cohesivo; o sea, mantener las ventajas de la monarquía, incorporando el republicanismo como forma de gobierno, pero no tanto la democracia . En palabras de Wolin,