La iconografía mitológica en el arte de la monarquía hispana (siglo XVI)

  1. Carrasco Ferrer, Marta
Dirigida por:
  1. Miguel Ángel Elvira Barba Director
  2. José Enrique Fernández Redondo Codirector/a

Universidad de defensa: Universidad Camilo José Cela

Fecha de defensa: 16 de septiembre de 2010

Tribunal:
  1. Juan Alfonso Cebrián Díaz Presidente/a
  2. Emilio Velasco Bartolomé Secretario/a
  3. Fernando Checa Cremades Vocal
  4. Trinidad de Antonio Sáenz Vocal
  5. Miguel Cortés Arrese Vocal

Tipo: Tesis

Teseo: 308847 DIALNET

Resumen

TESIS DOCTORAL: LA ICONOGRAFÍA MITOLÓGICA EN EL ARTE DE LA MONARQUÍA HISPANA (S. XVI) Autora: Marta Carrasco Ferrer La Mitología clásica es, desde la Baja Edad Media, un campo de la cultura particularmente prestigioso. Esto hace que monarcas y aristócratas deseen honrar su propia imagen encargando obras de esta temática para adornar sus palacios y para ver asociada su personalidad con la de los dioses y héroes griegos. La presente tesis toma esa idea como punto de partida y pretende recoger las obras que con este fin encargaron o recibieron los Reyes de España desde principios del siglo XVI hasta la muerte de Felipe II. De este modo, y analizando con el mayor detalle la iconografía de las obras llegadas hasta nosotros, intentamos acercarnos a la mentalidad de los monarcas, a sus intereses principales y al ambiente que los rodeaba y podía aconsejarlos en este aspecto. Comienza el trabajo con un estudio sobre la mitología tardogótica y humanista, tales como llegaron a España en el siglo XV y fueron recibidas en la corte de los Reyes Católicos. Tras un repaso de las obras mitológicas conocidas en distintas colecciones nobiliarias de fines del siglo XV y principios del XVI, se enumeran las escasísimas piezas de los monarcas en este momento, señalando a la vez las magníficas colecciones de tapices que se realizaron en la época de la coronación de Carlos V. Una vez observado el curioso hecho de que Carlos V, durante varios años, se desentendió por completo de la Iconografía Mitológica, se entra de lleno en la fase en la que se vio a sí mismo como Emperador romano y, en consecuencia, multiplicó todo tipo de obras -medallas, estatuas, armaduras- destinadas a exaltar su relación con Roma, con Hércules y con otros héroes de la Antigüedad. A la vez, se advierte como por entonces Carlos V organiza un verdadero arte palaciego, donde tapices y pinturas crean programas decorativos de carácter culto destinados a la contemplación de la nobleza. En último término, se señala la importancia del arte privado dedicado al deleite personal del monarca, donde se sitúan cuadros de un carácter tan refinado como Los Amores de Júpiter de Correggio. El siguiente capítulo plantea el coleccionismo de la Gobernadora de los Países Bajos, María de Hungría, que se desarrolla paralelamente al de su hermano el Emperador Carlos V. Tomando como esquema la decoración del Palacio de Binche, se observa hasta qué punto esta dama veló por los intereses de su hermano multiplicando cuadros sobre los castigos reservados a quienes enfrentasen a Júpiter, y cómo, en el ámbito de las artes palaciegas, encargó numerosas series de tapices con los temas mitológicos más variados, siguiendo siempre los textos de Ovidio, Boccaccio o Apuleyo. Sigue un capítulo acerca del coleccionismo de Felipe II, tanto en su época de Príncipe Heredero como en los primeros años de su reinado. En este apartado se advierte de forma clara cómo este monarca sigue las directrices marcadas por su padre y su tía. De este modo, lo vemos aparecer en monedas, bronces y armaduras, acompañado por dioses y héroes; observamos también cómo recibe las grandes herencias de arte palaciego de sus ascendientes y cómo se interesa por crear un camerino privado con magníficas obras mitológicas de Tiziano. El último capítulo trata del giro radical que marca, para la iconografía clásica, el cambio de carácter de Felipe II. A partir del momento en que se centra en las obras de El Escorial, el Rey Prudente da la espalda a la mitología, y las pocas veces que la utiliza lo hace desde un punto de vista tradicionalista, casi medieval, o bien teñido de religiosidad cristiana. Se advierte en esta época que la actitud del monarca choca con la sensibilidad de la nobleza, que multiplica en sus palacios frescos mitológicos de carácter italiano. Por tanto, puede decirse que hemos asistido a todo un ciclo artístico en la monarquía hispana, que nos ha llevado de la aparición de la iconografía mitológica bajo los Reyes Católicos hasta su práctica extinción en las últimas décadas del siglo XVI. Habrá que esperar unas décadas para que Felipe IV, entusiasmado con la mitología barroca, la reincorpore al arte regio de la mano de Rubens y Velázquez.