Oculoplastia en la prehistoria y al antigüedadafecciones de párpados, órbita y vías lagrimales y su tratamiento antes de la caída del Imperio Romano de Occidente

  1. Escudero Villanueva, Alberto
Dirigida por:
  1. Ángel Luis González de Pablo Director
  2. Ignacio Jiménez Alfaro Director/a

Universidad de defensa: Universidad Autónoma de Madrid

Fecha de defensa: 12 de septiembre de 2017

Tribunal:
  1. Carlos Cenjor Español Presidente/a
  2. Blanca García Sandoval Secretario/a
  3. Luis Enrique Montiel Llorente Vocal
  4. M. Sales Sanz Vocal
  5. Andrés Laiseca Rodríguez Vocal

Tipo: Tesis

Resumen

Antes de la caída de Imperio Romano de Occidente, el ser humano ya había logrado un extraordinario desarrollo en numerosos ámbitos: social, económico, político, cultural, artístico, legislativo y, por supuesto, también en el campo de la medicina. El desarrollo de la ciencia médica, que había evolucionado desde las curas sencillas y espontáneas, realizadas por los primeros pobladores, a las elaboradas teorías médicas de autores de la talla de Hipócrates o Galeno, debió suponer el desarrollo de todas las disciplinas que engloba, entre ellas la oftalmología y, dentro de esta, lo referente a la patología de párpados, órbita y vía lagrimal. Este trabajo estudiará, basándose en la literatura médica clásica y en el registro arqueológico disponible cuáles fueron las patologías de los anejos oculares más frecuentes que sufrieron los antiguos pobladores de la Prehistoria y la Antigüedad, si los practicantes de estas épocas disponían de tratamientos farmacológicos para remediar estas afecciones, si había patologías de párpados, órbitas y vías lagrimales, no susceptibles de tratamiento médico que pudieran ser resueltas con algún tipo de intervención quirúrgica, cuáles fueron estas primeras intervenciones quirúrgicas oculoplásticas de la historia, si los cirujanos que realizaban este tipo de cirugías oculoplásticas disponían del material adecuado para ello y si existieron en la Prehistoria y la Antigüedad prótesis oculares. Además se pretende contextualizar todos estos hallazgos en el marco de la medicina y cirugía antigua y prehistórica. Para la elaboración de esta tesis se han empleado dos tipos de fuentes de información: • Material escrito. Formado a su vez por fuentes originales, que son los textos escritos por los autores de la Antigüedad en sus respectivos idiomas y alfabetos, y por las traducciones e interpretaciones que historiadores, asiriólogos, egiptólogos, filólogos clásicos, etc. hacen de los textos anteriores. • Registro arqueológico. Constituido por los elementos prehistóricos y antiguos que se han conservado hasta nuestros días. Para el objeto de esta tesis se han utilizado sobre todo: registros paleopatológicos, en busca de patología ósea orbitaria o rastros de manipulación antrópica de tejidos orbitarios; estudios del instrumental identificado como utensilios quirúrgicos, en busca de instrumentos que pudieron ser empleados para realizar cirugías de los anejos oculares; representaciones artísticas que nos puedan acercar tanto a la patología orbitaria que pudieron padecer los habitantes de estas civilizaciones como a técnicas o praxis médicas y quirúrgicas que se pudieron llevar a cabo. Estudiando estas fuentes se ha demostrado que: - Los hombres prehistóricos sufrieron afectaciones orbitarias que han quedado constatadas en el registro paleopatológico, como la cribra orbitalia, fracturas de órbita postraumática y tumores orbitarios óseos y de partes blandas. A partir del Homo heidelbergensis el hombre adquirió el sentimiento de solidaridad de grupo y, con él, el interés por resolver la enfermedad, al menos la de causa externa evidente. El hombre, a partir de las industrias microlíticas del Humano Anatómicamente Moderno, dispuso de un instrumental lo suficientemente delicado para hacer tareas de precisión. No ha sido encontrado ningún útil que se haya podido identificar de manera específica como instrumental quirúrgico, ni ha podido demostrarse, basándose en el registro paleopatológico, la existencia de restos humanos que presenten manipulación orbitaria. En el individuo de la Cingla de Mas Nou se ha encontrado el hallazgo más antiguo conocido de prótesis ocular intencionada colocada postmortem para rellenar una cavidad anoftálmica. - En las antiguas civilizaciones de oriente próximo los médicos disponían de algunos tratamientos médicos para tratar las enfermedades más comunes de los anejos oculares: orzuelos, epífora, triquiasis. Los textos médicos cuneiformes también hacen referencia, aunque sin especificar su tratamiento, a otras afecciones de los anejos oculares como el hematoma palpebral, el ectropión, el edema palpebral, el exoftalmos, el blefarospasmo y la enfermedad conocida como “mano de fantasma”, que ha sido interpretada como la celulitis orbitaria. En el código de Hammurabi se tipifica una cirugía ocular que muchos autores han interpretado como el drenaje de una dacriocistitis aguda, aunque no se ha podido demostrar de qué cirugía se trata. Se han conservado hasta nuestros días instrumentos que pudieron ser aptos para realizar alguna intervención oculoplástica sencilla, pero ninguno de ellos ha podido ser identificado como instrumental inequívocamente quirúrgico. La prótesis ocular de Shahr-i Sokta, 2900 a. C., constituye el primer caso conocido de prótesis ocular/epítesis empleada en vida. - En los papiros médicos egipcios se hace alusión al tratamiento de diversas afecciones de los anejos oculares. En el papiro Edwin Smith se detalla cómo hacer el cierre de una herida en la cola de la ceja y el tratamiento a seguir ante traumatismos en la sien de diferente intensidad que interesan a la pared lateral de la órbita. En el papiro Ebers se detalla el tratamiento de la contusión palpebral, el edema palpebral, la epífora y los ojos acuosos, la grasa en los ojos, el tracoma, la triquiasis y los orzuelos. En el papiro Ramesseum se especifica el tratamiento para la triquiasis y la inflamación ocular. La única referencia que hay en todos los papiros médicos a una intervención “quirúrgica” es la depilación de las pestañas triquiásicas a la que se hace alusión en las entradas 424 a 429 del papiro Ebers. En muchas de las momias reales de Egipto se emplearon estrategias de relleno orbitario con el fin de mejorar el aspecto cosmético de las órbitas hundidas a consecuencia de la atrofia del ojo y el tejido periocular. En el Antiguo Egipto se elaboraron sofisticados ojos artificiales pero no hay constancia de que fueran empleados en vida. Los egipcios dispusieron de delicadas pinzas con las que pudieron realizar sus prácticas quirúrgicas, aptas también para depilar pestañas triquiásicas, tal como se especifica en el papiro Ebers, pero indistinguibles del utillaje propio del aseo doméstico, por lo que no pueden definirse con certeza como instrumental quirúrgico. - Las referencias a afecciones orbitarias en la medicina prehipocrática, asclepíada y homérica, responden más a un objetivo literario que médico-científico. En el Corpus Hippocraticum no se hace referencia a la anatomía de la vía lagrimal ni palpebral, pero sí hay múltiples referencias a la patología de los anejos oculares: se introduce el concepto de la derivación del líquido hacia la nariz para mejorar el lagrimeo, el drenaje espontáneo de orzuelos y abscesos de la vía lagrimal, el tratamiento del picor palpebral por blefaritis, el tratamiento de la triquiasis o la descripción del ectropión palpebral. En el Corpus Hippocraticum se detallan cuatro cirugías que corresponden al ámbito de la oculoplastia: escarificación de la conjuntiva, escisión de la conjuntiva granulomatosa engrosada, sutura para triquiasis y extracción de una flecha clavada en el párpado. El instrumental griego estaba perfectamente adecuado en tamaño, peso y forma para cada una de las cirugías, y existía material quirúrgico apto para realizar las delicadas cirugías de los anejos palpebrales, como así lo confirman algunos textos médicos, representaciones en bajorrelieves y restos de material identificado como quirúrgico que ha llegado hasta nuestros días. El registro paleopatológico de este periodo permitió identificar, no sin discusión, a Filipo II de Macedonia como el individuo enterrado en las tumbas Reales de Vergina, gracias a la herida que recibió en combate en su órbita derecha. - La obra de los autores clásicos romanos nos ha dejado numerosa y valiosa información respecto al conocimiento de la patología oculoplástica y su tratamiento en este periodo. Rufo de Éfeso hizo una somera descripción de la anatomía de los anejos oculares. Aulo Cornelio Celso precisó el tratamiento de las ulceraciones, carbuncos y cicatrices palpebrales (en el contexto de la oftalmía supurativa), de la proptosis y el enoftalmos, de la pediculosis de las pestañas, del tracoma (aspritudo) y del picor de los párpados en la blefaritis. En lo que respecta a la cirugía oculoplástica, Celso describió por primera vez una evisceración, aunque fuera incompleta, y detalló con precisión varias cirugías palpebrales que han llegado hasta nuestros días con mínimas variaciones: la extirpación de los quistes palpebrales, el drenaje quirúrgico del orzuelo, la incisión cutánea y conjuntival para el curetaje del chalación, la liberación de adherencias palpebrales secundarias a tracomas cicatriciales, el tratamiento de las fístulas lagrimales/dacriocistitis con drenaje hacia piel, la corrección de defectos cutáneos mediante colgajos y el tratamiento de la triquiasis, bien con la cauterización de las pestañas distiquiásicas, la recolocación de las pestañas, una a una, mediante cauterización y sutura, o la corrección quirúrgica de la laxitud palpebral mediante la escisión de la piel sobrante (blefaroplastia) en caso de triquiasis mecánicas, así como la corrección quirúrgica del lagoftalmos producido por una hipercorrección a la hora de realizar la tercera de estas técnicas. Escribonio Largo aportó en su obra Compositiones algunas recetas para el tratamiento de las ulceraciones y rugosidades secundarias al tracoma. Dioscórides describió las propiedades curativas de las afecciones palpebrales de numerosas plantas, minerales y sustancias animales, así como la manera de prepararlas para lograr tal efecto. Galeno realizó una detallada descripción de la anatomía palpebral y orbitaria incurriendo en algunos errores anatómicos, como incluir en humanos el músculo retractor bulbii, la disposición del músculo elevador y oclusor del párpado superior o la continuidad del periostio en las estructuras palpebrales. Respecto a la patología oculoplástica, Galeno describió la ptosis y el lagoftalmos por afectación de la musculatura del párpado superior, y el empleo de medicaciones astringentes para la caída de pestañas, las rugosidades palpebrales propias de tracoma o las úlceras palpebrales. Respecto a la cirugía palpebral, Galeno enumeró varias intervenciones sin entrar a definirlas con el detalle con que lo había hecho Celso. De Antilo sabemos que practicó con éxito cirugías de ptosis, aunque no han llegado hasta nuestros días sus textos, y en las referencias de autores posteriores solo se menciona este hito, sin detallarlo. Oribasio describe tratamientos médicos para la fluxión de los ojos, el orzuelo, la triquiasis, la caída de las pestañas, los párpados engrosados por tracoma, los piojos en las pestañas, la fístula lagrimal o algunos remedios para embellecer los párpados. Existen gran cantidad de instrumentos quirúrgicos romanos que han llegado hasta nuestros días que, por su morfología y tamaño, pudieron ser empleados para realizar estas cirugías (escalpelos, sondas, agujas, retractores, pinzas y cauterios). Conocemos más de cien sellos empleados para marcar la pasta de colliryum que hacen referencia explícita a remedios para patologías palpebrales como el aspritudo o la epífora. Todos estos datos confirman que los oculistas, médicos y demás sanadores que desarrollaron su ejercicio durante la Prehistoria y la Antigüedad, disponían de los conocimientos y los medios técnicos necesarios para tratar, tanto médica como quirúrgicamente, las afecciones más frecuentes de los anejos oculares (párpados, órbita y vías lagrimales).