Medidas agroambientales y conservación de la biodiversidad. Efectos locales y paisajísticos.

  1. Concepción Cuevas, Elena D.
Dirigida per:
  1. Federico Fernández González Director/a
  2. Mario Díaz Esteban Director

Universitat de defensa: Universidad de Castilla-La Mancha

Fecha de defensa: 08 de d’abril de 2011

Tribunal:
  1. Manuel B. Morales Prieto President/a
  2. Beatriz Arroyo López Secretari/ària
  3. José Dorado Gómez Vocal
  4. Francisco Manuel Ferraria Moreira Vocal
  5. Begoña Peco Vocal

Tipus: Tesi

Resum

La intensificación de la agricultura desde la segunda mitad del siglo XX ha producido una pérdida importante de biodiversidad en los paisajes agrícolas de todo el mundo (Donald et al. 2001 & 2006, Tilman et al. 2001). El proceso de intensificación agrícola tiene lugar, por un lado, a escala local, debido al incremento en los aportes de fertilizantes y productos fitosanitarios en los campos de cultivo, así como al aumento del grado de mecanización en las diversas tareas agrícolas, lo que supone la pérdida de capacidad de los campos para albergar especies silvestres de fauna y flora (Donald et al. 2001 & 2006, Butler et al. 2007). A su vez, la intensificación de la agricultura provoca la simplificación del paisaje, debido a la eliminación de elementos naturales y semi-naturales no productivos (lindes, árboles y arbustos, barbechos, etc.), la especialización regional en unos pocos cultivos y la uniformidad temporal causada por el acortamiento de los periodos no productivos de la tierra y la sincronización de las tareas agrícolas en los diferentes campos que conforman el paisaje agrícola (Sutherland 2002, Benton et al. 2003). La heterogeneidad temporal y espacial es importante para la conservación de la biodiversidad en los paisajes agrícolas. La disponibilidad en el tiempo y en el espacio de hábitats naturales y semi-naturales permite satisfacer una serie de necesidades de los organismos (refugio, alimentación, reproducción y cría, etc.), favoreciendo la persistencia de especies en los paisajes agrícolas (Stoate et al. 2001, Benton et al. 2003, Vickery et al. 2009). Además, los hábitats naturales y semi-naturales actúan como corredores de dispersión o islas dentro de la matriz de cultivos, permitiendo tanto el mantenimiento de poblaciones en el paisaje como el movimiento de los organismos a través del mismo (Duelli & Obrist 2003). Del mismo modo, el abandono de la agricultura en las áreas más marginales también produce la simplificación del paisaje, al reducir la superficie y modificar la distribución de los hábitats cultivados, reduciendo su capacidad para albergar organismos estrechamente ligados a sistemas agrícolas tales como las aves esteparias (Wolff 2005).Las medidas agroambientales (AES, de sus siglas en inglés agri-environment schemes) de la Política Agraria Común (CAP, de sus siglas en inglés Common Agricultural Policy) de la Unión Europea fueron introducidas en la reforma de la CAP de 1992 con el objetivo de reducir los efectos negativos de la intensificación agrícola sobre la biodiversidad (Kleijn & Sutherland 2003, Donald & Evans 2006). Las AES consisten en acuerdos voluntarios con agricultores para adaptar el manejo de sus campos y hacerlo más compatible con la conservación de la biodiversidad. Sin embargo, su efectividad ha sido cuestionada debido a los resultados poco claros sobre su capacidad para aumentar la diversidad en los campos en los que se aplican (Kleijn et al. 2001, Kleijn & Sutherland 2003, Blomqvist et al. 2009). No obstante, las AES han resultado efectivas cuando sus objetivos han sido bien definidos y las prescripciones de manejo que incluyen están basadas en los requerimientos de las especies a las que pretenden favorecer (Peach et al. 2001, Donald & Evans 2006, Donald et al. 2006, Kleijn et al. 2006, Whittingham 2007). Sin embargo, son muy frecuentes todavía las AES con el objetivo general de conservar la biodiversidad de los sistemas agrícolas (Kleijn & Sutherland 2003, Filippi-Codaccioni et al. 2010). En estos casos, la concurrencia de especies con requerimientos contrastados en un mismo sistema dificulta el diseño de medidas capaces de beneficiar a toda la comunidad (Bailey et al. 2010, Gabriel et al. 2010). La efectividad de las AES depende del tipo de relación existente entre la diversidad y la intensificación agrícola (Green et al. 2005, Kleijn et al. 2009). En el marco del proyecto en el que se encuadra esta tesis doctoral, se encontró que la riqueza de especies de plantas en campos de cultivo y pastos está relacionada de forma exponencial decreciente con la intensidad de uso del suelo a escala local, medida como el aporte anual de nitrógeno a los campos (Kleijn et al. 2009). Esta relación exponencial decreciente se encontró tanto para el total de especies de plantas como para aquellas más raras (cobertura relativa menor al 1%), lo que sugiere que los niveles altos de biodiversidad, así como las especies de mayor interés de conservación, estarían restringidos a sistemas de manejo muy extensivos. Además, el mismo beneficio ecológico, es decir, el mismo aumento de biodiversidad, sería mucho más costoso de conseguir en sistemas muy intensivos que en aquellos más extensivos. Las medidas de conservación serían, por tanto, más efectivas en términos de costes si se aplican en sistemas agrícolas extensivos que todavía albergan niveles altos de biodiversidad y que se encuentran amenazados tanto por el abandono como por la intensificación. Asimismo, la efectividad de las AES está limitada por su aplicación a escala local (campos de cultivo o explotaciones), mientras que el proceso de intensificación agrícola tiene lugar tanto a escala local como paisajística (Benton et al. 2003). En este sentido, cabe esperar que la diversidad de los campos de cultivo aumente según aumenta la complejidad del paisaje circundante debido a que la presencia de hábitats naturales y semi-naturales en el paisaje facilita la coexistencia de especies que pueden habitar los campos agrícolas (Benton et al. 2003). Sin embargo, se espera que estos efectos de la complejidad paisajística en la diversidad local sean no lineales (Burel et al. 1998). Por debajo de un nivel mínimo de complejidad del paisaje no habría aumentos en la biodiversidad, al no haber una cantidad suficiente de hábitats complementarios que permita la presencia de más especies en los campos (Tscharntke et al. 2005). Del mismo modo, se espera que haya un efecto de saturación en la relación entre la complejidad del contexto paisajístico y la biodiversidad de los campos de cultivo, de forma que una vez alcanzado el umbral de saturación a niveles altos de complejidad paisajística no habría más efectos positivos del aumento de la complejidad en la biodiversidad y ésta última se mantendría constante. Este efecto de saturación de respuesta podría deberse tanto a la recolonización de los campos desde el paisaje circundante (Tscharntke et al. 2005) como a potenciales efectos de borde o del hábitat no cultivado en organismos estrechamente ligados a los sistemas agrícolas (Díaz & Tellería 1994, Wolff 2005). Tanto la restauración de los paisajes agrícolas como la extensificación de las prácticas agrícolas que se aplican en los campos pueden aumentar la diversidad de los sistemas agrícolas (Sutherland 2002, Benton et al. 2003). Además, es probable que sus efectos interaccionen de forma que los efectos de las prácticas extensivas de manejo de los campos promovidas por las AES sobre la diversidad estén condicionados por la complejidad del paisaje circundante (Tscharntke et al. 2005, Batáry et al. 2011). El contexto paisajístico en el que se aplican las AES puede atenuar o intensificar los efectos de las mismas sobre la diversidad. La efectividad de las AES dependería, por tanto, de las relaciones existentes entre la diversidad y la intensificación tanto a escala local como paisajística, así como de la interacción entre ambas. Sin embargo, estas relaciones no han sido analizadas en profundidad hasta el momento, a pesar de su importancia para el diseño de estrategias de conservación efectivas. Por otro lado, es probable que los efectos que actúan tanto a escala local como paisajística sobre la diversidad de los sistemas agrícolas cambien entre taxones o grupos de organismos debido a los diferentes requerimientos de hábitat de cada uno de ellos (Batáry et al. 2007a, Barbaro & van Halder 2009). En este sentido, los organismos especialistas tienden a ser más vulnerables a la alteración del hábitat, y su sustitución por especies generalistas tiene un efecto de homogenización en la composición específica entre sistemas que supone una pérdida global de biodiversidad (Filippi-Codaccioni et al. 2010). Es necesario, por tanto, tener en cuenta la composición de especies y el grado de especialización y asociación de las mismas en los diferentes sistemas agrícolas para establecer prioridades y objetivos de conservación que guíen las opciones de manejo que se deben aplicar en cada uno de ellos. Del mismo modo, cabe esperar que los efectos vinculados a la intensificación agrícola a escalas local y paisajística difieran dependiendo del tamaño corporal y la movilidad de los organismos, incluso dentro de un mismo taxón o grupo con requerimientos de hábitat comunes, ya que estos responden ante los factores que actúan a diferentes escalas espaciales en función de sus rangos de percepción y de su movilidad (Steffan-Dewenter et al. 2002, Tews et al. 2004, Aviron et al. 2005). De esta forma, se espera que los organismos más grandes y con mayor capacidad de dispersión sean afectados principalmente por factores que actúan a escalas espaciales amplias, mientras que organismos menos móviles respondan fundamentalmente a factores locales (Gabriel et al. 2010). En este contexto, la necesidad de evaluar los efectos del proceso de intensificación agrícola a varias escalas espaciales cobra una mayor importancia. Sin embargo, la mayoría de los estudios realizados hasta el momento se han centrado en escalas locales (campos de cultivo o explotaciones; Gabriel et al. 2010). Además, estos estudios sólo tienen en cuenta una parte de la biodiversidad, fundamentalmente la diversidad local (¿), y pueden subestimar la contribución de otros componentes de la diversidad (ß-diversidad o diferencia en la composición de especies entre sitios) a la diversidad total (¿) de los sistemas agrícolas, lo que puede dar lugar a conclusiones erróneas (Gabriel et al. 2006, Clough et al. 2007a). Por el contrario, una aproximación a escales múltiples permite fraccionar los diferentes componentes de la diversidad y de esta forma identificar los factores y las escalas espaciales más apropiadas para la aplicación de los esfuerzos de conservación, de forma que se maximicen los beneficios para la biodiversidad total de los sistemas agrícolas (Gering et al. 2003, Gabriel et al. 2010). En definitiva, el diseño de políticas de conservación capaces de contrarrestar los efectos negativos de la intensificación agrícola sobre la biodiversidad requiere el análisis en profundidad de sus efectos a las diferentes escalas en que este proceso tiene lugar, sobre los distintos componentes de la biodiversidad y grupos de organismos afectados, teniendo en cuenta las diferencias en el grado de vulnerabilidad de los mismos ante este proceso. Conclusiones 1. La biodiversidad de los sistemas agrícolas se ve afectada por factores que actúan tanto a escala local como paisajística y ambos tipos de factores interactúan en sus efectos sobre la biodiversidad. 2. Los programas agroambientales desarrollados hasta el momento se basan casi exclusivamente en la extensificación de las prácticas de manejo local a través de las medidas agroambientales (AES), por lo que su efectividad para contrarrestar los efectos negativos de la agricultura sobre la diversidad de los sistemas agrícolas se ve limitada por factores que actúan a escalas espaciales más amplias. 3. Las AES resultan efectivas para aumentar la diversidad de los campos en los que se aplican en sistemas con niveles intermedios de complejidad paisajística. Sin embargo, sus efectos se ven anulados tanto en sistemas muy simplificados, con acervos regionales de especies muy empobrecidos, como en los más complejos, donde el contexto paisajístico compensa los efectos sobre la biodiversidad de un manejo local más intensivo en los campos en los que no se aplican estas medidas. 4. Los diferentes organismos presentes en los sistemas agrícolas responden ante los factores que actúan a diferentes escalas espaciales en función de sus requerimientos de hábitat, así como de su percepción y movilidad, incluso dentro de un mismo grupo con requerimientos comunes. De este modo, los organismos más grandes y con mayor capacidad de dispersión tienden a responder principalmente a factores que actúan a escalas espaciales amplias, mientras que para los organismos menos móviles aumenta la relevancia de los factores locales. 5. Por otra parte, los programas agroambientales actuales están dirigidos al fomento de la diversidad local, sin considerar otros componentes espaciales de la biodiversidad, como son las diferencias en la composición de especies entre sitios o sistemas. En el caso de las plantas, estos componentes contribuyen a la diversidad total de los sistemas agrícolas en mayor medida que el componente local, y se ven afectados fundamentalmente por factores que actúan a escalas regional y paisajística. Los programas agroambientales deberían, por tanto, adoptar un enfoque a varias escalas espaciales. Las medidas dirigidas a la extensificación de las prácticas de manejo a escala local requieren iniciativas simultáneas dirigidas a la restauración o la conservación de la complejidad del paisaje, especialmente en aquellos sistemas donde las medidas de extensificación local no resultan efectivas, es decir, en los más simplificados y en los más complejos, y para aquellos organismos con rangos de percepción y dispersión más amplios. 7. Los hábitats no productivos, como son las lindes, barbechos y otros elementos naturales o semi-naturales, que han sido eliminados del paisaje agrícola por causa de la intensificación de la agricultura, resultan imprescindibles para el mantenimiento de la conectividad y de la complementariedad de hábitats necesarios para la conservación de la biodiversidad en los sistemas agrícolas. 8. Del mismo modo, el mantenimiento de la superficie agrícola productiva resulta imprescindible para la conservación de organismos especialistas estrechamente ligados a los sistemas agrícolas, que se encuentran particularmente amenazados. Es necesario, por tanto, incentivar a los agricultores para evitar el abandono de sus explotaciones, especialmente de aquellas más extensivas que contribuyen en mayor medida a la conservación de la biodiversidad. 9. En el diseño de programas agroambientales deben tenerse en cuenta las diferencias entre organismos en requerimientos específicos, percepción y movilidad, incluso dentro de un mismo taxón o grupo especialista. La composición de especies y el grado de especialización de las mismas debe considerarse en un contexto regional para establecer prioridades de conservación y dirigir las medidas a las especies o grupos más vulnerables. No obstante, un enfoque a múltiples escalas espaciales facilitaría la integración de medidas complementarias para la conservación de diferentes tipos de organismos. 10. Los programas agroambientales deben supeditar la aplicación de AES basadas en la extensificación de las prácticas de manejo local al desarrollo de medidas dirigidas a la conservación de los paisajes agrícolas. En el marco de la condicionalidad podrían incorporarse medidas de carácter obligatorio, tales como el mantenimiento o la restauración de los elementos naturales o semi-naturales en las explotaciones agrícolas. Asimismo, los programas para áreas agrarias de alto valor natural (HNVF) podrían incluir incentivos para el mantenimiento de los sistemas extensivos de producción que garantizan la conservación de paisajes agrícolas complejos con niveles elevados de biodiversidad, que podrían avalarse a través de programas de seguimiento del estado de conservación de la biodiversidad asociada a estos sistemas. Por último, los programas agroambientales podrían incorporar herramientas de planificación territorial que definan la distribución de los campos o explotaciones donde deben aplicarse una serie de medidas, tales como la restauración de lindes o el establecimiento de rotaciones y barbechos.