La alimentación como práctica política cotidianaanálisis antropológico social de los grupos de consumo ecológico

  1. Benito Morán, Cristina de
Dirigida por:
  1. Álvaro Pazos Director/a

Universidad de defensa: Universidad Autónoma de Madrid

Fecha de defensa: 25 de enero de 2016

Tribunal:
  1. Juan Carlos Gimeno Martín Presidente/a
  2. Juan Ignacio Robles Secretario/a
  3. Jon Sanz Landaluce Vocal
  4. Julián López García Vocal
  5. Ángel Calle Collado Vocal

Tipo: Tesis

Resumen

Los cambios acaecidos tras la Segunda Guerra Mundial en la estructura política y económica internacional vinieron acompañados de un proceso de reestructuración del sistema agroalimentario, cuyas consecuencias sociales y medioambientales han dado pie al desenvolvimiento de diversos movimientos sociales centrados en la denuncia del mismo y en la propuesta de modelos alimentarios alternativos. La alimentación forma parte de la biopolítica característica de las sociedades contemporáneas. Y no sólo en el ámbito de las políticas públicas de regulación de las poblaciones, sino también como objeto de una política de cortos vuelos, arraigada en la cotidianeidad concreta de diversos agentes sociales como las cooperativas y grupos de consumo ecológico. Es en este escenario amplio de problematización del sistema alimentario y de reflexión sobre la alimentación misma en tanto que praxis política donde se sitúa la investigación que he llevado a cabo durante estos años. En concreto, el trabajo de campo que he realizado se ha centrado en la observación participante en tres organizaciones agroecológicas autogestionadas de la ciudad de Madrid, que tratan de construir otras formas de producción y relación con la tierra, y otras formas de distribución, consumo y relación con los otros. El punto de partida de esta investigación es que al plantear la alimentación cotidiana como campo de intervención política, entra en juego una noción de lo político que desdibuja la línea que demarca como dos continentes separados lo público y lo privado. Hablar de alimentación desde estas coordenadas, implica hablar de economía, de estructura social, de ecología, de salud, y de relaciones campo-ciudad. La alimentación no pertenecería, por tanto, al ámbito de lo personal y lo privado, sino que se vuelve una cuestión política central. Pero estos colectivos no apuntan hacia una toma de poder en sentido clásico, sino a transformar las prácticas corrientes de la existencia, haciendo de la subjetividad misma de los implicados uno de sus objetos principales de actuación. Es decir, son formas de entender lo político en las que el cambio a nivel del individuo y de su vida cotidiana se considera un paso imprescindible para poder optar a un cambio social amplio. Por ello, en su inmersión en estos espacios, el sujeto es empujado a tomar una distancia reflexiva sobre sus prácticas, planteándose en qué medida éstas pueden contribuir a reproducir el modelo social dominante. Los tres pilares en los que se sostiene el trabajo son, por tanto, las prácticas alimentarias, la política y los procesos de subjetivación, pero no de forma aislada ni arbitraria, sino en las relaciones concretas que entre ellos se entretejen en estos universos sociales. Es precisamente la búsqueda de la comprensión de la complejidad de estas articulaciones, sus condiciones de posibilidad, los fenómenos sociales a los que remiten, las representaciones sociales que las estructuran, las formas en las que se concretan y los modos de experimentarlas, la que ha guiado desde el principio esta investigación Estructura del documento El porqué y el quehacer de los colectivos agroecológicos han de enmarcarse en los diferentes problemas asociados al modelo agroalimentario dominante: la pérdida de saberes campesinos, la lógica de las ayudas a la producción agraria, la dificultad de acceso a la tierra, la conversión de la alimentación en una mercancía, las enfermedades asociadas a los agrotóxicos, el poder de la gran distribución y la relegación de los agricultores a una posición marginal en el cadena alimentaria, el alejamiento de productores y consumidores, y la destrucción ecológica. Estos son tanto parte de las condiciones de posibilidad de la emergencia de estos movimientos, como elementos esenciales para comprender sus dinámicas. Siguiendo a Lenoir (1993), a la hora de aproximarnos a un problema social es fundamental tomar por objeto de estudio la construcción de ese objeto que vamos a analizar. Por ello, como punto de partida que nos permita situar el fenómeno de la agroecología como propuesta de transformación, se vuelve necesario analizar los procesos de constitución de la alimentación como problema, tal y como estos se desarrollan desde el comienzo de la industrialización. Éste es el objetivo del primer bloque de este trabajo. En él se parte de que en estas problematizaciones no es el alimento en sí lo que está siendo cuestionado, sino las diferentes relaciones sociales que implica el sistema agroalimentario: la relación con el cuerpo (problemas vinculados a cuestiones sensoriales y sanitarias), la relación con la naturaleza (problemas vinculados a la insostenibilidad ecológica) y las relaciones con los otros (críticas ético-políticas al modelo agroalimentario capitalista). En el primer capítulo se hace una revisión de la configuración histórica del sistema agroalimentario capitalista como parte de una economía política más amplia, atendiendo a las características del mismo en cada uno de estos ejes de cuestionamiento. Conocer las lógicas de la agricultura capitalista nos ayuda a comprender las constricciones a las que se enfrentan aquellos que tratan de generar una alternativa a este sistema de producción. Sin embargo, las características objetivas de una situación no son suficientes para que ésta sea formulada públicamente e institucionalizada como problema. Éste es un proceso conflictivo, resultado del trabajo histórico llevado a cabo por diferentes agentes sociales, a cuyo análisis se dedican los siguientes capítulos. En el segundo, se atiende a cómo la alimentación ha sido formulada y gestionada como parte de la biopolítica de las sociedades occidentales contemporáneas; y en el tercero, a la emergencia de las redes agroalimentarias alternativas y a sus propuestas políticas de superación de los problemas alimentarios, tal y como son definidos por parte de las mismas. El capítulo cuatro nos sitúa en el campo concreto en el que se ha centrado la investigación, los movimientos agroecológicos madrileños. En él se hace un breve recorrido histórico que nos permite presentar sus características específicas y los principales debates que en él se articulan, y que se examinarán con profundidad en el resto del trabajo. El segundo bloque de este documento aborda la alimentación ecológica como una práctica social. En ciertos discursos del campo, los hábitos alimentarios se presentan como fruto de la voluntad personal y reflejo del grado de responsabilidad del consumidor. Frente a ello, mi propuesta recae en restituir las lógicas prácticas que sustentan el consumo alimentario cotidiano, sin las cuales no podemos acercarnos a la experiencia y la posibilidad de participación en estas redes. Con este enfoque se trata también de comprender en qué consiste alimentarse a través de un grupo de consumo, más allá de las razones ético/políticas del consumo responsable agroecológico. Los capítulos 6 y 7 analizan respectivamente las lógicas prácticas del consumo y de la producción ecológica, tal y como se concretan en estos espacios. Esta aproximación nos permite atender a las condiciones materiales de estas prácticas, a las disposiciones que los agentes sociales adquieren en estas experiencias y a los diferentes usos que de estas organizaciones hacen, así como a examinar de forma crítica conceptos como la responsabilidad, la naturalidad, lo local y la temporada. Pero en estos universos sociales, la alimentación no es sólo algo que gestionar en el día a día, sino que adquiere también un significado político. Este doble nivel en el que se mueven los grupos y cooperativas, entre la gestión práctica de una actividad cotidiana y la praxis política, es uno de los rasgos que marcan su carácter específico, diferenciándolos tanto de otros espacios de militancia, como de otros espacios de venta de productos ecológicos. Partiendo de la consideración del alimento como materialización de relaciones sociales, en estos espacios se plantea que los hábitos alimentarios de los sujetos pueden o bien reproducir el modelo hegemónico (por ejemplo, adquiriendo en el supermercado productos procesados o de fuera de temporada), o bien contribuir a la construcción de un modelo alternativo (consumiendo productos locales y de temporada a través de canales cortos de comercialización). En el tercer bloque se profundiza en este planteamiento, examinando cómo se concreta en las prácticas cotidianas, los debates que genera y las implicaciones que supone en las formas de concebir la política. En el capítulo 8 se atiende a las reconceptualizaciones de lo político en las que se apoya esta comprensión de la agroecología, las tensiones que atraviesan las diferentes formas de entender qué es y dónde se hace política, las economías morales propias de estos colectivos, y los diferentes valores otorgados a las vinculaciones afectivas en relación a la praxis política. En el capítulo 9 se exploran las formas en las que se concreta este hacer de la alimentación una actividad política, es decir, de qué modos se intenta, a partir de la transformación de las relaciones alimentarias, construir un modelo social alternativo al capitalismo y un modelo económico regido por una lógica diferente a la del mercado. Para ello se analizan las diferentes formas de organización mediante las que se pretende incidir tanto en las relaciones entre productores y consumidores, como en las relaciones comunitarias más amplias. Todo ello nos lleva a la pregunta por las condiciones de posibilidad del consumo político, a examinar los debates que rodean al consumo responsable, y a exponer las tensiones existentes en estas organizaciones entre sus lógicas económicas y sus lógicas ideológicas. Esta forma de concebir la política como una práctica que atraviesa la cotidianeidad, viene de la mano de la afirmación de que sin un cambio a nivel subjetivo (de las formas de hacer y de estar en el mundo de cada uno de nosotros), no es posible pensar una transformación social de largo alcance. En este sentido, las propuestas y problematizaciones de este campo trascienden el ámbito alimentario, apuntando hacia la construcción de otros modos de ser y vivir. El último bloque de esta investigación se propone así examinar los modos de subjetivación presentes en estos espacios, haciendo referencia a las problemáticas en torno a las que han de definirse los sujetos, los dominios de la experiencia que se ponen en juego en la reflexividad que les suscitan sus prácticas alimentarias, la forma en la que la alimentación se convierte en una palanca de reflexión política/ética, y los modos mediante los que se trata de actuar sobre los otros para conseguir esos cambios.