“Los Últimos de la Tricolor”republicanos y republicanismo durante la transición hacia la democracia en España (1969-1977)

  1. Movellán Haro, Jesús
Dirigida por:
  1. Ángeles Barrio Alonso Director/a

Universidad de defensa: Universidad de Cantabria

Fecha de defensa: 13 de febrero de 2020

Tribunal:
  1. Àngel Duarte Montserrat Presidente/a
  2. Gonzalo Capellán de Miguel Secretario/a
  3. Juan Francisco Fuentes Aragonés Vocal

Tipo: Tesis

Teseo: 615442 DIALNET lock_openTESEO editor

Resumen

PRESENTACIÓN: En el ámbito de la historiografía sobre la transición hacia la democracia en España, el estudio sobre el republicanismo apenas ha ocupado un espacio reseñable. Ello se ha debido, en gran medida, a un enfoque sobre este tema que admitía que, sencillamente, los últimos republicanos españoles habían muerto en el exilio y que, más allá de la muerte de Franco, los supervivientes que regresaron a España no fueron capaces de adaptarse a la realidad sociopolítica del momento, defendiendo una propuesta “anacrónica” mientras quedaban sumergidos en un estado permanente de “ensoñación” que los habría mantenido ajenos al mundo en el que vivían. Esto explicaría, en última instancia, que el republicanismo español prácticamente desapareciese después de décadas de desgaste biológico y de pérdida de apoyos y simpatías en la acción política de la oposición antifranquista. Debido a esto, cuando se inició el proyecto de esta tesis doctoral nos planteamos si, en todo caso, sería pertinente hacer un estudio sobre las pervivencias o influencia del republicanismo entre las culturas políticas de la transición. Sin embargo, la aparición, cada vez mayor, de evidencias documentales y de hemeroteca sobre los últimos representantes del republicanismo “histórico” español nos hicieron cambiar de enfoque y centrarnos, realmente, en una investigación sobre estos republicanos, a los que decidimos llamar “los últimos de la Tricolor”, como figura en el título de este trabajo. De esta manera, nos hemos centrado, sobre todo, en los últimos gobiernos de la República Española en el Exilio y en el partido político de Acción Republicana Democrática Española (en adelante ARDE), fruto de la fusión de Izquierda Republicana y Unión Republicana en el exilio, entre los años 1959 y 1960. Asimismo, para comparar el discurso de los republicanos del gobierno exiliado y de ARDE en el marco de la oposición democrática, recurrimos también a la prensa, correspondencia y propaganda política, sobre todo, de los socialistas del PSOE (tanto de los “renovados” como de los que formaban parte del ala “histórica” de la Minoría Socialista de las Cortes en el exilio) y de los comunistas del PCE. La hipótesis se basó en una serie de preguntas. En primer lugar, qué había ocurrido con los herederos del republicanismo “histórico” español no ya después de 1939, sino, en particular, durante los últimos años del régimen franquista y el inicio de la transición. En segundo lugar, cuáles eran los referentes teóricos de estos últimos republicanos y qué relaciones mantenían, tanto desde el gobierno en el exilio como desde ARDE, con otras fuerzas políticas. En tercer lugar, valoramos si el proyecto político del republicanismo español para la transición era realmente “anacrónico” y “ensoñado” o si, por el contrario, ofrecía una propuesta alternativa a la política del consenso y la ruptura pactada que finalmente se desarrolló durante el proceso. En este sentido, también se buscaría comprobar si el proyecto republicano se enmarcaba, realmente, en un “centro” político que, de haber podido participar con normalidad en la vida política y electoral de la transición, hubiera sido un competidor directo no ya tanto para el PSOE de Felipe González como para la UCD liderada por Adolfo Suárez. Y, en último lugar, nos preguntamos si el republicanismo de ARDE y de los últimos líderes del gobierno en el exilio permeó en la cultura política posterior a la transición y si, en definitiva, el republicanismo español sobrevivió no ya únicamente al proceso de transición sino a estos últimos republicanos. ESTRUCTURA INTERNA: En el primer capítulo se abordó un contexto general sobre el que situar a los republicanos de ARDE y del GRE durante el periodo que acoté para la investigación. Nos detuvimos, en primer lugar, en la importancia de las periodizaciones en el estudio de la transición y, en este caso, de los últimos representantes del republicanismo durante este proceso. En el segundo epígrafe, desarrollamos el debate sobre el carácter “modélico” de la transición para ofrecer nuestra propia interpretación sobre el tema y relacionarlo con mi propia investigación. Decidimos separar este punto concreto del resto del debate historiográfico sobre la transición que tratamos en la introducción, precisamente, por considerarlo un tema que merecía mayor profundidad en el trabajo. Por último, en el tercer epígrafe del primer capítulo establecimos una propuesta de clasificación de los republicanos sobre los que trataríamos a lo largo de la tesis, diferenciando entre republicanos de a-filiación y de filiación; por otro lado, introdujimos los principales referentes históricos sobre los que se asentaba el republicanismo representado por los últimos titulares del gobierno exiliado y por ARDE y, en este sentido, también planteamos la existencia de “pervivencias” del krausoinstitucionismo entre los líderes republicanos y, más concretamente, en lo referente a las ideas de nación y Estado que tratamos posteriormente. En el segundo capítulo de la tesis seguimos, en el primer epígrafe, un desarrollo cronológico diferenciando dos periodos: 1969-1971 y 1975-1977. De esta forma, primero desarrollamos la reorganización del Gobierno de la República en el Exilio y de sus cambios de táctica política con respecto a la situación en la que se encontraba el régimen de Franco, partiendo de la designación de Juan Carlos de Borbón como sucesor de Franco en julio de 1969, reflejada en la Ley 62/1969 de 22 de julio, y que completaba, así, lo dispuesto en la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado de 1947. Por otra parte, entre el final de 1970 y los primeros meses de 1971 se reorganizó el que sería el último gobierno de la República en el Exilio, y sus jefes de Estado y de gobierno (José Maldonado y Fernando Valera) decidieron mantener la defensa de la legitimidad de las instituciones republicanas como alternativa democrática a un régimen que había utilizado la institución monárquica para perpetuarse. Asimismo, pudimos comprobar que ARDE, contrariamente a lo que había tendido a interpretarse hasta ahora, se había organizado en suelo español entre finales de 1975 y, sobre todo, durante los primeros meses de 1976, cuando comenzaron a llegar del exilio en México los principales líderes del partido en aquel país. Estos exiliados se hicieron con el control de la Comisión Ejecutiva Nacional (CEN) en el pleno preparatorio de octubre de 1976 celebrado en Madrid. En este punto, los archivos de Francisco Giral y Jesús Bernárdez fueron fundamentales en nuestra investigación, así como las entrevistas realizadas en México a sus respectivas familias. Todo ello nos permitió, además, desarrollar un último epígrafe sobre la influencia del exilio mexicano que hemos podido observar entre estos republicanos. En lo referente al tercer y cuarto capítulo de la tesis, decidimos profundizar en el análisis de las principales ideas que, por la frecuencia con que aparecen en la documentación y la importancia que les daban los republicanos de ARDE y el GRE, hemos considerado más relevantes para explicar su propuesta política durante el final del franquismo y el inicio de la transición. Por esta razón, en el tercer capítulo nos centramos en las ideas de República y democracia y, en el cuarto capítulo, en las de pueblo, nación y Estado. Al tratar las dos primeras ideas, acuñamos el término "democracia res-publicana" para referirnos al modo en que los republicanos identificaban su ideal de sistema democrático con una República, con mayúscula, y no como la mera forma de gobierno (la república). Aunque la designación de Juan Carlos de Borbón como sucesor de Franco ya había condicionado la relación de los republicanos entre monarquía y democracia, en un primer momento los líderes de ARDE valoraron positivamente los inicios de la reforma política que planteaba Adolfo Suárez como presidente de gobierno, con la esperanza de poder participar en el proceso al igual que otras fuerzas políticas. Sin embargo, la democracia res-publicana se transformó entre 1976 y 1977, sobre todo en el seno de ARDE y en relación con los problemas del partido para ser legalizado y hacerse visible en España. Planteamos, por consiguiente, el cambio de enfoque sobre la idea de República defendida hasta después de la aprobación de la LRP y la creciente desconfianza de los republicanos hacia el gobierno de Suárez. A partir de aquellos momentos, la República como máxima expresión de la democracia aparecería cada vez más unida a la república, con minúscula y como forma de gobierno antagonista de una monarquía que, según ellos, no podría dar lugar a una democracia por no dejar que los republicanos tuvieran una oportunidad de participar al igual que otros grupos políticos. Los obstáculos del Estado hacia cualquier manifestación a favor de lo republicano fueron claros, como hemos podido demostrar en nuestro trabajo, ya fuera por el miedo a “involuciones” que pudieran desestabilizar el proceso, ya por el temor a que la alternativa republicana adquiriese visibilidad y verdadera fuerza entre las reivindicaciones de la sociedad. Los republicanos de ARDE vieron como los grandes partidos de la oposición fueron legalizados a tiempo para las elecciones de 1977 mientras que ellos, al igual que otras formaciones, no corrieron la misma suerte. En su caso, concretamente y como hemos tratado, fue la negativa a renunciar a la República y sus valores lo que, al parecer, condicionó de forma definitiva su no legalización, lo que lastró posteriormente su propia supervivencia política. Después de analizar las ideas de República y de democracia de los últimos representantes del republicanismo “histórico”, en el cuarto y último capítulo de la tesis primero nos detuvimos en su concepción sobre el pueblo. Pudimos establecer que, conforme avanzó el proceso de transición, los líderes de ARDE y de la República en el Exilio adoptaron una visión cada vez más esencialista sobre su idea de pueblo hasta el punto de defender un discurso que hemos definido como “populista”, con sus correspondientes matices. Después de desarrollar este punto, nos centramos en la idea de nación y, a partir de ésta, desarrollamos la de Estado y, por lo tanto, la propuesta de los republicanos sobre la organización territorial de España durante el proceso de democratización. En el desarrollo de estos dos últimos epígrafes, hemos comprobado, por una parte, la relevancia del legado krausoinstitucionista en la concepción sobre lo que debían ser tanto la nación como el Estado. La primera, entendida como un organismo vivo y una comunidad histórica de ciudadanos libres; la segunda, como la fuente jurídica y marco de convivencia emanado directamente de las decisiones de la nación. Para el periodo de la transición, los republicanos de ARDE y del gobierno republicano exiliado pensaban que la mejor alternativa para consolidar una futura democracia en España y satisfacer la armonía entre la nación y el Estado era volver la vista hacia la Constitución republicana de 1931 y, más concretamente, hacia el Estado Integral. Éste era el proyecto alternativo que los republicanos querían ofrecer en la transición y, realmente, he comprobado que sus propuestas no eran “anacrónicas” ni estaban ensoñadas. La “transición” que proponían los últimos representantes del republicanismo no difería de la que finalmente se llevó a cabo, y en lo referente a la cuestión nacional y territorial he podido confirmar que, de haber formado parte de la ponencia constitucional, los republicanos habrían estado cómodos con el Estado de las Autonomías emanado de la Constitución de 1978, aunque en su caso no habrían apostado por términos como el de “nacionalidad”. Como también hemos tenido ocasión de tratar en nuestro trabajo, el republicanismo de ARDE y del gobierno exiliado entendía España como la única nación, dividida, en todo caso, en regiones. CONCLUSIONES: Todo lo anteriormente desarrollado nos permitió llegar a las conclusiones de nuestra investigación en las que, en parte, pudimos confirmar la hipótesis de partida. Los republicanos de ARDE y del Gobierno de la República en el Exilio desarrollaron, durante el periodo estudiado, un discurso y proyecto político de naturaleza liberal-demócrata, reformista, moderado y en algunos casos, incluso, “regeneracionista”. Hemos podido comprobar que entre estos republicanos había pervivencias del krausoinstitucionismo de principios de siglo (dejando atrás, eso sí, la accidentalidad de las formas de gobierno) y que entre sus referentes teóricos principales destacaban Nicolás Salmerón, Manuel Azaña y, como último ideólogo de este republicanismo, Fernando Valera. Con sus propias e innegables limitaciones (avanzada edad de muchos de sus miembros, falta de músculo político y capacidad para la acción política de masas, inexistencia de una fuerza sindical favorable a ellos, ausencia de pactos o alianzas con otras fuerzas políticas y una extracción social de sus líderes muy concreta, entre las más relevantes), el republicanismo español llegó a 1975 organizado y con pretensiones claras de participar en el proceso político que pareció abrirse, sobre todo, a partir de 1976. La idea de “democratización” que ofrecían los líderes de ARDE y los últimos titulares del exilio no estaba tan alejada de la transición iniciada durante el primer gobierno de Adolfo Suárez. No obstante, la falta de pragmatismo de los republicanos condicionó sus posibilidades de acción política, a diferencia de lo que hicieron otras fuerzas de la oposición que renunciaron a la alternativa republicana y a la legitimidad del régimen de 1931. En el caso de ARDE, aun distanciándose de las instituciones del exilio, abjurar de "lo republicano" sencillamente era imposible y esta situación fue aprovechada por las propias instituciones postfranquistas, que lograron neutralizar una propuesta como la de los republicanos que, en rigor, podría haberle hecho la competencia a Suárez y a su partido, la UCD. Tanto en lo referente a la democracia como a la concepción sobre el pueblo español o el proyecto territorial los republicanos no defendían un proyecto demasiado diferente al del gobierno de la monarquía, principalmente por su propio discurso reformista y que consideramos debiera situarse en el “centro” político. ARDE nunca habría sido la alternativa en el poder de la UCD, pero sí que, de haber sido legalizada antes de las elecciones de 1977, habría logrado representación parlamentaria. Por lo tanto, el republicanismo español no se ahogó antes de llegar a la orilla, es decir, antes de la muerte de Franco. Los últimos republicanos sobrevivieron al dictador y fue realmente durante la transición cuando tuvo lugar su desaparición final. La imposibilidad de participar en los comicios del 15 de junio del 77 hizo que las tensiones internas del partido se volvieran insostenibles, de tal forma que en el congreso de ARDE celebrado en octubre de aquel año el partido se escindió, fundándose una nueva Izquierda Republicana. Así todo, los republicanos de ARDE y los últimos miembros de la República en el Exilio no vivieron una situación distinta de la de otros grupos políticos durante el tardofranquismo y la transición. Los conflictos intergeneracionales y las tensiones exilio-interior fueron frecuentes. El republicanismo español no estaba en un estado de “ensoñación”; el proyecto de los republicanos se basaba en una propuesta política de centro que no logró sobrevivir a las dinámicas del postfranquismo y del inicio de la democratización en España. La ruptura pactada y el consenso de la transición no contaron con el republicanismo, poco influyente en comparación con los grandes partidos de la oposición pero igualmente importante por su largo desarrollo histórico y valor, en el caso de ARDE, como fuerza moderada que, realmente, habría suscrito la mayor parte de los acuerdos tomados durante la transición. Finalmente, hemos podido establecer que del republicanismo de ARDE apenas quedó nada más allá de la transición. Los círculos y fuerzas políticas que en la democracia española actual se han definido como “republicanos” no guardan relación con el proyecto reformista y de centro de los republicanos de ARDE y del Gobierno de la República en el Exilio. Los símbolos y espacios de memoria del republicanismo, por otro lado, han tendido a utilizarse para reivindicar, en todo caso, la experiencia de la Segunda República y el recuerdo de las víctimas del bando republicano durante la Guerra Civil y la ulterior represión franquista más allá de 1939. La bandera tricolor, incluso, resurgió desde los años noventa, cada vez con más frecuencia, como un elemento de oposición al sistema establecido y, casi, como símbolo contracultural. La desaparición de los últimos de la Tricolor fue la pérdida de una oportunidad de contar con una mayor pluralidad en el régimen parlamentario y constitucional surgido de la transición.