La dictadura de Primo de Rivera y el municipioEl ayuntamiento de Valladolid

  1. Sainz Tamayo, Antonio
Dirigida por:
  1. José Rodríguez Labandeira Director/a

Universidad de defensa: Universidad Autónoma de Madrid

Fecha de defensa: 25 de marzo de 2011

Tribunal:
  1. Javier Donézar Presidente/a
  2. Javier Pérez Núñez Secretario/a
  3. Jesús María Palomares Ibáñez Vocal
  4. José Sánchez Jiménez Vocal
  5. Francisco J. Paredes Alonso Vocal

Tipo: Tesis

Resumen

El elemento vertebrador de esta investigación es el Estatuto Municipal, ambicioso proyecto legislativo tendente a reformar los Municipios, y su aplicación en el Ayuntamiento de Valladolid. La necesidad de entender el impacto financiero que tuvo su aplicación en la operativa municipal, nos llevó, en ocasiones, a desbordar el aspecto histórico adentrándonos en otras disciplinas como la económica, al tener que utilizar conceptos contables y económicos. La investigación realizada consta de tres bloques diferentes que intenta contestar a tres interrogantes: dónde, cuándo y cómo y cuyas respuestas son la base de las consecuencias que tuvo dicha aplicación. En el dónde, Valladolid y su Ayuntamiento, atisbamos una ciudad decimonónica y su transformación en otra creciendo e industrializándose, como resultado del proceso de desamortización y de la llegada del ferrocarril. Reflejamos su evolución en las dos primeras décadas del siglo XX, haciendo hincapié en sus grandes carencias en infraestructuras, tanto sanitarias como de educación así como la altísima tasa de mortalidad infantil. Políticamente hablando, vemos que su Municipio ha estado vinculado a dos nombres: el conservador Germán Gamazo, sustituido al final de su vida por el liberal Santiago Alba, cuya figura dominará la escena política vallisoletana en estas primeras décadas del siglo XX. El cuándo se inicia con el golpe militar de Primo de Rivera del 13 de septiembre de 1923y su política regeneracionista. El dónde y el cuándo nos permiten entender la situación en que se encontraba el Ayuntamiento de Valladolid en el momento cero de esta investigación: un nivel presupuestario insuficiente para atender las necesidades de sus ciudadanos, lo que al tiempo que ocasionaba un endeudamiento creciente, impedía mejorar los servicios municipales, provocando que miles de niños no fueran escolarizados por falta de escuelas, que los barrios periféricos careciesen de las mínimas condiciones sanitarias al tiempo que se mantenía una ciudad intransitable, que no sólo impedía el tránsito de personas y vehículos, sino que incidía negativamente en la salud de sus habitantes, incrementando las enfermedades de tipo respiratorio-contagioso. Políticamente, estaba dominado por el caciquismo, al no ser las ideas políticas las que predominaban sino los hombres, que aglutinaban a su alrededor personas cuyo objetivo era obtener ventajas para él o para lo que representaban, con lo que se creaba un círculo mágico que funcionaba con una sola regla de oro: yo te doy, si tú me das, generando una jerarquía caciquil. Y con este panorama delante se desarrolla el cómo, que se inicia con la promulgación del Estatuto Municipal, que en principio, era el instrumento idóneo para resolver los problemas de los municipios españoles y por lo tanto los del Ayuntamiento de Valladolid al ofrecer a los mismos la mayor autonomía posible, no sólo en lo económico, dándoles la capacidad financiera necesaria, sino también en lo político, al promover la regeneración de la clase política local mediante la elección de sus cargos, la mitad por los vecinos y la otra mitad por las asociaciones profesionales, al tiempo que eliminaba la inveterada intromisión gubernativa Una vez respondidos el dónde, el cuándo y el cómo, sólo queda conocer cuáles fueron las consecuencias de la política municipal que podemos ver resumidas en la contestación a las siguientes preguntas. ¿Era financieramente hablando el Ayuntamiento, peor, igual o mejor que antes de la Dictadura? No hay ninguna duda en la respuesta. Mucho mejor, y la prueba la tenemos, no solo por los datos reflejados en esta investigación, sino por las declaraciones hechas por el nuevo Alcalde, tras la Dictadura, Federico Santander, que califica de muy favorable la situación económica heredada, consecuencia de la gestión presupuestaria del Municipio basada en lo que hemos llamado la política de los dos noes: no generar déficit presupuestario y no crear nuevos tributos ni recargos al vecindario. Pero reconociendo esta buena gestión económica hecha por el Ayuntamiento, también creemos que hay que criticar su conservadurismo financiero, prefiriendo atesorar a buscar una rápida solución a los problemas que tenía la ciudad, con lo que olvidaba poner en práctica lo dicho por un miembro destacado de la Corporación cuando dijo que ¿los municipios no son mejores porque se gaste poco, sino porque se gaste bien¿. Su posición patrimonial y nivel de ingresos le avalaban para obtener alternativas de financiación y así solucionar de forma rápida las carencias de infraestructuras sanitarias y educacionales que padecían amplias zonas de la ciudad. La siguiente pregunta es ¿supo utilizar el Ayuntamiento todos los instrumentos que le daba el Estatuto para conseguir una ciudad con mejores y más completos servicios municipales? La respuesta es no. Las carencias que tenía la ciudad en materia de saneamiento, vivienda y educación, se fueron incrementando a medida que la ciudad fue creciendo. El Estatuto Municipal ofrecía al Ayuntamiento de Valladolid la capacidad para que pudieran municipalizarse aquellos servicios que generasen un beneficio, directo o indirecto, a una considerable parte de la población, clara invitación para poder corregir las deficiencias existentes en servicios tan básicos como el suministro de luz, agua y los transportes urbanos. Por otro lado, también le daba la capacidad de financiación para emprender transformaciones en las ciudades, lo que serviría para corregir, de una vez por todas, las carencias de infraestructuras sanitarias y escolares, llevando a todos los barrios de la ciudad el alcantarillado, agua corriente, la luz eléctrica y los colegios. Uniendo necesidades y capacidad de hacer, lo correcto hubiera sido que, una vez saneada la hacienda municipal y teniendo expectativas claras de capacidad financiera, formalizar un proyecto de actuación municipal que pusiera fecha a la solución de los múltiples problemas de la ciudad. A pesar de que, como hemos dicho anteriormente, el Ayuntamiento fue incapaz de utilizar todos los instrumentos que le daba el Estatuto para ofrecer mejores y más completos servicios municipales, no podemos negar que Valladolid, al final de la Dictadura, era una ciudad mejor, aunque las mejoras fueron insuficientes. Pero sí hubo actuaciones municipales que mejoraron la ciudad de manera importante como fue la pavimentación de las calles, definidas como redes de creación de riqueza, ya que si se quería que la ciudad prosperase era vital solucionar el problema de la circulación. Y para concluir, ¿cómo se aplicó la política regeneracionista y cuáles fueron sus consecuencias? La investigación realizada nos llevan a afirmar que no hubo regeneración alguna, y lo único que se hizo fue intentar sustituir una oligarquía vieja por otra nueva, es decir, los antiguos caciques, los albistas, por otros nuevos, los upetistas. Las intenciones regeneracionistas continuamente repetidas por Primo de Rivera en todas sus manifestaciones, eran pura retórica, porque casaban mal con sus decisiones, lo que sin duda impidió acabar con lo que habían definido como el feudalismo político. La suspensión de la elección de los concejales mediante el voto popular, poniendo en manos del Gobernador civil la designación, con carácter interino, de sus nombramientos, unido a la creación de la Unión Patriótica, como brazo político del Régimen, y al mantenimiento del Impuesto de consumos, definido por el propio Estatuto Municipal como tributariamente injusto y arma del caciquismo, fueron medidas, que en vez de ayudar a erradicar el caciquismo, lo que hicieron fue alimentarlo, aunque eso sí, creando uno de nuevo cuño, con los prebostes upetistas al frente. A la vista de lo expuesto con la brevedad que aconseja este resumen, concluyo diciendo que aunque inicialmente el Estatuto Municipal no trajo un cambio de las personas sino más bien un cambio en las personas, sí aportó suficientes medios para que el Ayuntamiento de Valladolid pudiese ejercer su autonomía financiera, pero al no dejarle políticamente las manos libres, impidió que pudiera regenerarse e instaurar un Municipio más democrático y eficaz. Desgraciadamente nunca sabremos como hubiera funcionado este Ayuntamiento con elecciones libres, pero Primo de Rivera no estaba dispuesto a arriesgarse a perder el poder municipal que socavaría la permanencia de la propia Dictadura.