El imaginario aborigen de la música chilena indigenista construcción, subversión y desplazamiento de centros paradigmáticos de identidad

  1. Díaz Silva, Rafael
Dirigida por:
  1. Joaquina Labajo Valdés Director/a

Universidad de defensa: Universidad Autónoma de Madrid

Fecha de defensa: 28 de octubre de 2009

Tribunal:
  1. Begoña Lolo Herranz Presidente/a
  2. Miguel Ángel Berlanga Fernández Secretario/a
  3. Victoria Eli Rodríguez Vocal
  4. Leticia Armijo Vocal
  5. Teodosio Fernández Vocal

Tipo: Tesis

Resumen

Mi objeto de estudio es el imaginario musical construido a partir de las culturas originarias de Chile, por parte de la música chilena académica, desde principios del siglo XX hasta nuestros días. Entenderé como -imaginario¿, la construcción más o menos mítica de un modelo de representación que pretende dar cuenta de la identidad musical de una cultura determinada. En otras palabras, -imaginario¿, no es más que un abigarrado conjunto de preconceptos musicales, aceptado tácitamente como válido por una sociedad, y que, para los efectos de esta investigación, es indispensable reconstruir para poder juzgar con propiedad su real aporte como dato originario. Durante más de cinco siglos se ha estado construyendo y reconstruyendo la imagen del indígena, llegándose a crear mitos, leyendas, alegorías y ficciones. También en la música chilena se advierte una creación de un relato de identidad vinculado al indígena, cuyas bases se conectan con una herencia cultural aborigen difusa, que alude y -elude¿, a la vez, al referente ancestral originario. Para acceder a mi objeto de estudio, deberé abordar necesariamente la performática musical de los pueblos originarios de Chile, tanto en su propio campo cultural, como a través de registros. Se privilegiará el estudio musical de aquellos pueblos originarios de mayor incidencia en la música chilena de arte, es decir, la música ritual de los pueblos atacameño, mapuche (con todas sus familias), y fueguina (yaganes, selk¿nam y kaweskar), así como la música de las cofradías de religiosidad popular que comportan rasgos indígenas. Al respecto, es importante consignar que no siempre la población total de una etnia es directamente proporcional a su incidencia en la cultura chilena. Paradigmático es el caso del pueblo fueguino, el que, a pesar de que hoy no alcanza a más de una veintena de representantes, su presencia y resiliencia en la cultura chilena es fuerte y rica en términos de resultados artísticos. El soporte de mi objeto de estudio, son una selección de obras paradigmáticas del llamado indigenismo musical chileno. Entenderé como música chilena indigenista, un tipo de música de tradición académica que presenta rasgos idiomáticos provenientes de la música aborigen. Las obras escogidas son Evocaciones Huilliches (1945) de Carlos Isamitt; Estudios Emocionales (1957) de Roberto Falabella; Rogativa (1992), Chilenita III (2001), y Mapuchinas (2007) de Gabriel Matthey; Cantos Ceremoniales para Aprendiz de Machi (2004) de Eduardo Cáceres; Kyrie Mwono (1998), Huasquiña (2002), y María Siafkias Kastapoyok (2006) de Rafael Díaz; Feulá (2006) de Boris Alvarado; Padre Nuestro Kunza (2004) de Carlos Zamora; Misa Alférez (2005), y Rito (2002) de Félix Cárdenas; Tierra Dañada (2008) música para instalación, y El resplandor de la noche (2005) de Cristián López. Estas obras se constituyen para este estudio, en polos de (re)significación de la cultura musical aborigen, transplantada al contexto de la música chilena contemporánea, cuyas peculiaridades revelan la ambivalente incorporación de aquello que se reconoce como propio y ajeno. Sobre la elección de mi objeto de estudio, debo decir que, en la música indigenista chilena escrita desde los cuarentas hasta ahora, están representadas todas las etnias originarias de Chile. Las obras adscritas a esta poética, involucran profundos cambios desde el punto de vista de la estética y de la estructura musical. Por ejemplo, Carlos Isamitt representa un tipo de indigenismo de los años treinta y cuarentas en Chile, basado en una supeditación del referente identitario (canto mapuche) a superestructuras de tradición centro-europeas. Falabella, representa un primer intento de reivindicación del material musical aborigen, el que es tomado por primera vez con valor estructural. Matthey ha evolucionado de un indigenismo conceptual, a uno estructural Alvarado trabaja una sintaxis indigenista por grupos celulares de notas, lo que le da un aspecto collage a su escritura de ascendencia mapuche. Cáceres, representa el caso más radical de indigenismo de nuestros días, expresado en una escritura prácticamente libre de elementos musicales aborígenes postizos, de cita y/o ornamentales. Díaz ha cultivado preferentemente el poliestilismo, o, la superoposición de referentes culturales aborígenes y centro-europeos dentro de un mismo discurso. A la vez, se entronca con Falabella en un afán de utilizar los elementos musicales aborígenes con valor sintáctico y estructural. Cárdenas es la proyección más reciente de este indigenismo mestizo, un tipo de polifonía de tradiciones musicales en la que el material indígena busca insertarse en la estructura de una manera dialéctica y orgánica, pero siempre controlada por una técnica composicional predominantemente académica. López representa el caso más abstracto de música como soporte sonoro de instalaciones de carácter indigenista. Para contextualizar histórica y sociológicamente mi objeto de estudio, debo remitirme, en primer lugar, hacia las décadas de los treinta y cuarentas del siglo pasado en Chile. En esta época, aparece un fuerte brote de indigenismo musical encabezado por Carlos Isamitt. Esto coincide con el auge en las principales ciudades de Chile, de una clase media harta de exclusión y del gusto aristocrático pro-francés que marcó tanto la vida civil de Chile. Con el fortalecimiento de la clase burguesa y su creciente consumo de arte hecho a su medida, avanzamos hacia un proceso de des-elitización del arte, lo que hacia innecesario popularizar o trivializar a aquel de la clase aristocrática. El Otro, y su música, en los treinta, era un modo saludable, fresco, sano de declarar pertenencia (aunque sea parcial) a una cultura marginal que tenía la propiedad de empatizar especialmente con la clase media y sus ideales de igualdad. Se trataba pues, de una situación propicia para justipreciar la imagen y el rol del aborigen desde la propia cultura criolla chilena. El caso de Cáceres, hoy en día, tiene otras complejidades, pero los mecanismos sociales en juego son homologables con los de los años treinta. Esta vez, la deselitización del arte académico no es consecuencia del ascenso de una clase media, sino del ascenso de la mass media, el que penetra todo sistema cultural con la web popularizando la aldea global del mundo y sus etnicidades. Súbitamente el marginal, el excéntrico, asciende a un posicionamiento cultural masivo porque su propio carácter minoritario lo vuelve objeto del deseo para la red global que todo lo conoce y lo difunde. Con la masificación de las diferencias y las minorías, se produce el efecto contrario, la sobre-reacción para defender lo propio en la imposibilidad de poder seguir sosteniendo los límites, y, cosa especialmente delicada en el campo de la música académica, la necesidad de tener un referente unívoco y distinguible como defensa ante una oferta desmesurada y desquiciada de arquetipos de identidad estéticos. Es esta especial coincidencia en el contexto social, del repertorio indigenista de los cuarentas y el de hoy en día, es que nos lleva a trazar una columna vertebral diacrónica de este estilo, concibiendo a ésta como una saga de un solo fenómeno socio-estético. También la elección de este objeto de estudio, responde a un criterio estrictamente musical: la línea estilística que va de Isamitt a Cárdenas representa una tendencia que involucra profundos cambios en la estética y en el texto musical de la llamada -música chilena de arte¿. El actual discurso indigenista representa un tipo de etnotexto sin dudas el más radical que ha surgido en toda la historia de la música de raíz en Chile. Es una manifestación curiosa, atípica, aparecida en el contexto del Chile de la sobremodernidad, globalizado y -aldeano¿ al mismo tiempo. En escrituras como las de Zamora, Cáceres, Matthey y Cárdenas, se aprecia, por un lado, un desinterés por el uso de soportes estructurales occidentales, y, por el otro, una preeminencia de estrategias compositivas de raíz aborigen. La intersección de todos estos repertorios arrojará luces sobre la evolución (o tal vez diríamos mejor involución) del estilo indigenista en casi siete décadas.