La configuración de la oferta de los partidos políticos en la red. Un estudio comparado entre España e Italia

  1. Lorenzo Rodríguez, Javier
Dirigida por:
  1. Francisco José Vanaclocha Bellver Director

Universidad de defensa: Universidad Carlos III de Madrid

Fecha de defensa: 30 de julio de 2012

Tribunal:
  1. Arturo Ribagorda Garnacho Presidente/a
  2. Antonio Natera Peral Secretario/a
  3. Juan Montabes Pereira Vocal
  4. Miguel Ángel Ruiz de Azúa Antón Vocal
  5. Antonio Agosta Vocal

Tipo: Tesis

Teseo: 328296 DIALNET

Resumen

En los inicios del nuevo milenio, cuando comenzó a gestarse esta investigación, Internet era un fenómeno novedoso, una herramienta por explorar, que había comenzado a extender su uso hacía relativamente poco tiempo. Así, en los primeros años de la década del 2000, los términos más utilizados eran router, conexión de 156/Kbps, y el lenguaje html. Unos años en los que Google aún luchaba por desbancar al todopoderoso Yahoo como buscador de Internet, y Windows Explorer monopolizaba el mercado de navegadores. Era, por tanto, inimaginable hablar de conexión de banda ancha por fibra óptica a 30/mb, la conexión inalámbrica hoy conocida como Wi-Fi era un proyecto experimental, la Web 2.0 era un término inexistente, esta tesis no podría haberse hecho sin la existencia de Google y ni los más optimistas pensaban que se podría crear una comunidad virtual que supusiera el tercer país más poblado del mundo . Pero lo que en aquel entonces se avecinaba no era únicamente un cambio en el lenguaje, sino también la aparición de nuevas empresas o futuras oportunidades de trabajo o de negocio. En mayo de 2004, momento en el que esta investigación realiza su primera etapa del trabajo de campo, sumaban 757 millones las personas conectadas a Internet, el 11,7% de la población mundial. En tan solo cuatro años, cuando se lleva a cabo la segunda fase del trabajo de campo, ya ascendían a 1.463 millones, el 21,9% de la población mundial. Hoy, en 2012, cuando este proyecto toca a su fin, el número de habitantes de la red alcanza los 2.280 millones, el 32,7% de la población mundial . En apenas 8 años la población conectada se ha triplicado en todo el globo. La revolución tecnológica ya estaba aquí y los primeros textos que comenzaron a hablar sobre ella ya demonizaban sus terribles consecuencias (Wolton, 2000; Virilio, 2000), o ensalzaban el futuro que venía (Negroponte, 2000; Ramonet, 1998). Desde la academia, la irrupción de las Tecnologías de la Información y de la Comunicación, suponía algo más que un fenómeno tecnológico, era una revolución social que ya en aquel momento, pero sobre todo mirando a futuro, iba a suponer un cambio en las relaciones sociales y políticas del mañana. Autores como Giddens, (2002), Beck (1992), y, muy especialmente Castells (1997), comenzaron a conceptualizar el fenómeno tecnológico, acotándolo terminológicamente y otorgándole un sentido y una dimensión explicativa que, a día de hoy, continúa vigente. La Sociedad Informacional se basa en nuevos parámetros que traspasan los establecidos por las sociedades post-industriales (Bell, 1976), dando lugar al nuevo paradigma de la Tecnología de la Información basado en la lógica de la información, la capacidad de penetración de los efectos de estas nuevas tecnologías, la lógica de la interconexión de todos los elementos y relaciones producidas a través de estas, así como su flexibilidad y su interoperabilidad (Castells, 1997). El paradigma informacional, por tanto, subyace a la definición de Sociedad-red, concepto acuñado por el mismo autor y trata de dar respuesta a fenómenos como el de la globalización, la mundialización, los nuevos flujos de la comunicación, así como a nuevos problemas como el fenómeno de la brecha digital, los flujos migratorios o la ciberseguridad (Ribagorda, Areitio y Stern, 2004:6-7). En este inmenso campo de discusión, teóricos, analistas e intelectuales comenzaron a explorar posibles respuestas, asentados desde posiciones que podían catalogarse como tecnófilas, tecnófobas o tecnoescépticas, es decir, partiendo de una concepción sobre el impacto de las Tecnologías de la Información y de la Comunicación en las relaciones políticas, económicas y sociales. Atraído por el sugerente debate y la potencialidad exploratoria que, para un joven investigador, suponía la aparición de un fenómeno que implicaba la apertura de un nuevo campo de investigación, este proyecto surgió al albur del creciente interés que la Ciencia Política ya manifestaba por esta revolución tecnológica. Interés que podía estructurarse en dos grandes líneas: aquellos que se interesaron por incorporar los efectos y las potencialidades de las TIC al estudio y su posible impacto en la revisión de conceptos y premisas teóricas relativos a las teorías de la democracia, los futuros cambios en las relaciones entre actores políticos y su impacto en las instituciones políticas; y, por otro lado, aquellos interesados en los nuevos fenómenos surgidos a raíz de la aparición de estas nuevas tecnologías, como el estudio de las políticas públicas de la Sociedad de la Información, el e-government y, muy especialmente la nueva comunicación política a través de Internet. También desde la Ciencia Política, todos sus autores se posicionaban, al menos en los inicios, en posturas tendentes al ciberoptimismo o ciberpesimismo. Sin embargo, con el paso del tiempo, estas posturas han dejado espacio a una posición intermedia, en la que se sitúa esta investigación, llegando a la conclusión de que será la autonomía del individuo y de las sociedades las que determinarán el uso y adecuación de las tecnologías de la información y de la comunicación y que no serán estas quienes determinen el devenir de la sociedad (Castells, 1997). Por tanto, el presupuesto de partida de esta tesis doctoral se acoge a la consideración ya hecha por muchos autores de que las TIC son herramientas neutrales a disposición de las sociedades, sus instituciones y sus actores políticos, siendo ellos quienes determinan el uso positivo o negativo de estas nuevas herramientas y quienes, en definitiva, les confieran la capacidad de transformación o desarrollo. (Barber, 2004; Bimber, 1998; Norris, 2000; Rodotá, 2004; Subirats, 2002; Torcal, 2003). Independientemente del presupuesto de partida con el que cada investigador se aproxime a estudiar este fenómeno (ciberoptimista, ciberpesimista o ciberescéptico), todos asumen que el factor TIC se ha incorporado como un elemento más que debe ser tenido en cuenta en el entorno en el que los procesos políticos tienen lugar, permeando toda actividad política, de una forma u otra (Norris, 2001:97), e influyendo en las relaciones establecidas entre el conjunto de instituciones y actores que intervienen en la arena política. De manera objetiva, a estas nuevas herramientas se le atribuyen una serie de características: a) la ruptura de barreras geográficas y temporales, b) la reducción de costes y la facilidad de acceso a estos recursos, c) la conversión de todos los actores en emisores y receptores al mismo tiempo, permitiendo la bidireccionalidad y la interacción, lo que posibilita, a su vez, d) unas relaciones conversacionales horizontales, rompiendo la verticalidad de los medios de comunicación tradicionales y, por último, e) la posibilidad que ofrecen de establecer una relación one to one o one to many, (Norris, 2001; Barber, 2004; Gibson, 2001). Por tanto, la Ciencia Política, se ocupará de analizar el impacto que las TIC han tenido en los procesos políticos y en qué medida los actores que en dichos procesos actúan, las han empleado. De una forma u otra, en todos los planteamientos teóricos e investigaciones realizadas hasta la fecha, independientemente de los ámbitos de estudio y perspectiva de análisis de las que estas hayan partido, los partidos políticos y la ciudadanía aparecen como dos actores fundamentales. Las relaciones entre representantes y representados, ya sean vistas desde los viejos dilemas y nuevos retos de las democracias representativas, desde las nuevas formas de relación de la Administración con el ciudadano, desde la rendición de cuentas y la transparencia en la gestión del Gobierno o desde la conexión entre los parlamentarios y sus representados, suponen el binomio básico para entender los procesos políticos en las democracias representativas avanzadas. Teniendo en cuenta que el método de elección de los representantes pasa inexorablemente por los partidos políticos, esta investigación ha optado por centrarse en el estudio de dichas formaciones. Si bien nadie discute el papel clave de las formaciones políticas para la formación y mantenimiento de los Gobiernos democráticos (Schattschneisder, 1942:1; Katz y Mair, 1992:1), así como su función como instrumento de agregación y articulación de intereses políticos de la ciudadanía representada en las instituciones (Aldrich, 1995), desde principios del siglo XX ha sido una constante el debate y la crítica hacia las organizaciones políticas sobre su idoneidad para llevar a la práctica estas obligaciones (Ostrogorsky, 1902; Michels, 1962; Lawson y Merkl, 1988). Sin embargo, con el paso del tiempo, se han ido produciendo cambios sociales, económicos y políticos, en los que los partidos han demostrado una notable capacidad de adaptación a los nuevos entornos, aprovechando dichas situaciones para modernizar sus estructuras organizativas y relaciones con objeto de adecuarlas a las nuevas circunstancias (Panebianco, 1988). La llegada de las TIC, por tanto, generan un escenario de cambio en las relaciones entre representantes y representados, volviendo a plantear un debate dicotómico entre aquellos que consideran que dichas tecnologías pueden coadyuvar a luchar contra la desafección política, y los que estiman que las potencialidades de estas tecnologías finalmente no aportarán soluciones definitivas que mejoren la relación representante representado. Lo que sí parece claro es que la irrupción de las TIC ha supuesto un cambio drástico en los flujos comunicacionales entre los actores tradicionales, transformando los métodos y canales de comunicación clásica en un nuevo sistema de comunicación intermediado por Internet (Oates, Owen y Gibson, 2006). En esta nueva arena política virtual, los partidos, ciudadanos y medios de comunicación, se convierten en emisores y receptores de los mensajes, posibilitando la ruptura de la clásica relación top-down de los partidos hacia los ciudadanos, a través del filtro de los medios de comunicación. La posibilidad de que cualquiera puede crear una página Web, un blog o un perfil en una red social, ya sea un actor individual (ciudadanos, candidatos, institución, medio de comunicación) o colectivo (grupos de interés, movimientos sociales, plataformas, partidos, redes de blogs, etc), y que puedan conectarse entre ellos y establecer una comunicación directa, ha trascendido los sistemas clásicos de la comunicación política, en donde el emisor (en este caso reducido al partido o candidato y las instituciones) emitía un mensaje a través de los medios de comunicación, quienes filtraban y decidían la relevancia de la información, la notoriedad y la visibilidad que se le confería. Este incremento del volumen de información y de las posibilidades de transmisión, no solo permite un mayor acceso y conocimiento del mensaje de los partidos sino también de los intereses y demandas de los ciudadanos. Estas posibilidades han modificado las campañas políticas de comunicación, como ya ocurrió con la aparición de los medios tradicionales en anteriores ocasiones. Si la prensa escrita protagonizó las campañas premodernas y los medios audiovisuales como la televisión marcaron las pautas de las campañas modernas, Internet incorpora los elementos de las anteriores, añadiendo sus características propias y sobredimensionando las capacidades informacionales y conectivas, caracterizando así las nuevas campañas post-modernas (Norris, 2003: 149). Este nuevo medio de comunicación no ha pasado desapercibido para los partidos políticos. En el año 2000, el mapa de partidos en la red global se cuantificaba en 1250 partidos que, al menos, contaban con una Web a nivel nacional y 488 identificadas como páginas de campaña de formaciones que contaban con representación parlamentaria en aquel momento. De las 1250, 124 correspondían a Norte América, 374 a Europa Occidental, 95 a Países escandinavos, 185 para Europa del Este, 181 en Asia-Pacífico, 69 de Oriente Medio, 141 de América del Sur y 81 de países Subsaharianos (Norris, 2001: 155). Esta irrupción de las TIC en las campañas de comunicación de los partidos, ha transformado, como demuestran algunos autores, las estructuras internas de las organizaciones políticas, adaptándolas al nuevo entorno comunicacional, con un incremento de la burocracia y una mayor profesionalización en las direcciones de los partidos. Asimismo, la reducción de costes de la comunicación, la posibilidad de establecer relaciones directas entre representante y elector, a través del correo electrónico y las redes sociales, están transformando las relaciones entre representante y representado, fomentando la personalización de la comunicación y la segmentación del mensaje, planteando nuevas discusiones acerca del desarrollo de mecanismos y procedimientos más rigurosos en aras a una mayor transparencia y la exigencia de rendición de cuentas sobre los representantes y, por ende, sobre los partidos políticos. Un tercer cambio producido por la incorporación de las TIC en el sistema político se observa en el marco de la competición electoral entre los partidos políticos. En este sentido, se reproduce el debate dicotómico en torno a la posición de los partidos políticos ante los retos u oportunidades que presenta Internet, generando por tanto, dos planteamientos teóricos diferenciados en torno a la actitud prospectiva de los partidos políticos en un entorno virtual: la ¿teoría de la normalización¿ y la ¿teoría de la nivelación¿ . Los teóricos de la ¿nivelación¿ consideran que la llegada de estos nuevos medios de comunicación, especialmente Internet y las Webites, contribuye a revitalizar el papel de los partidos en las democracias representativas, facilitando la comunicación entre la ciudadanía y los partidos políticos. Asimismo, consideran que Internet amplia la competición electoral, igualando las condiciones de acceso de las formaciones minoritarias o singulares, que hasta la fecha permanecían al margen de tal escenario pluralista (Margolis y Resnick, 2003), debido a la reducción de los costes de campaña como consecuencia de la aparición de las TIC y de la eliminación de los filtros de los medios de comunicación tradicionales (Hill y Huges, 1998: 22; Carlson y Djupsund, 2001: 69). Todo ello plantea para Norris la posibilidad de que las estructuras organizativas de los partidos salgan reforzadas de este proceso de adaptación al entorno tecnológico (Norris, 2002; 150). Por el contrario, los teóricos de la normalización prevén la continuidad del status quo en relación con el escenario clásico de competición electoral en donde los partidos mayoritarios, que a su vez cuentan con más recursos y consecuentemente, una mayor capacidad de influencia, tendrán un impacto superior en el escenario virtual (Margolis y Resnick, 2003; Panagopoulos, 2009). De acuerdo con esta perspectiva, la política en la red será un mero reflejo de la política off-line (Hill y Huges, 1998), en donde los partidos tan solo aprovecharán las TIC para reforzar la relación top-down, con pocas oportunidades para generar una auténtica relación bottom-up (Margolis, 2000). Con objeto de estudiar si efectivamente la irrupción de las TIC producen o no modificaciones en las relaciones entre partidos y electores, alterando el escenario tradicional, esta investigación ha centrado su análisis en el momento en que la competición electoral cobra su máxima expresión, esto es, durante la celebración de las campañas electorales, entendiendo estas como uno de los procesos legitimadores del sistema democrático. Además, es en este momento donde la relación entre partido y elector se intensifica, debido a un interés mutuo (Crespo, 2003:13). Por un lado los partidos intentarán informar de su oferta electoral, divulgarla y persuadir al electorado para conseguir su voto (Dahl, 1963), mientras que el elector buscará dicha información, mostrándose más proclive a escuchar, deliberar y preguntar, para tomar una decisión sobre su voto (Downs, 1957; Valdez, 2005). Sin embargo, este planteamiento situaría a las dos partes en una situación de simetría perfecta, es decir, tanto unos como otros tendrían las mismas posibilidades y los mismos intereses en mantener una relación comunicacional entre ellos. Las potencialidades de la red para mantener relaciones horizontales entre actores, convirtiendo a emisores en receptores en un escenario de interacción, no puede trasladarse a un escenario electoral de forma automática. En primer lugar, porque los partidos políticos son quienes buscan un objetivo inicial marcado por la necesidad de obtener votos y representación parlamentaria en un momento determinado (Schumpeter, 1950). En segundo lugar, son los partidos quienes habilitan los canales de comunicación con el electorado, estableciéndose una asimetría en el control de los medios por los que se establece dicha comunicación (Margolis, 2000). Por último, son los partidos quienes deciden, en su cálculo estratégico, habilitar espacios de interacción con el electorado a través de terceros, esto es, vía plataformas audiovisuales o redes sociales, en las que disponen de la capacidad de filtrar el acceso y limitar su uso a los electores (Foot, 2006). En definitiva, son los partidos políticos quienes marcan las reglas del juego a través del diseño de esta nueva interacción comunicacional (Gibson, 2004). De la asunción de dichas cuestiones se colige que, para la comprensión de la relación dialógica entre el factor TIC y su impacto en la arena política, resultará capital, por tanto, centrar este estudio y análisis en el proceso de incorporación de las Tecnologías de la Información y Comunicación, en concreto Internet, a la campaña electoral de los partidos políticos. Un proceso de incorporación que ha sido gradual. Desde que en 1992 Bill Clinton y Al Gore comenzaran a utilizar el correo electrónico como medio de comunicación electoral hasta la primera campaña en la red protagonizada Howard Dean en 2004, pasaron doce años. Este proceso de maduración de la red como escenario virtual de competición electoral quedó claramente consolidado con el ¿candidato de la red¿, como se conoció a Barack Obama durante las elecciones primarias del partido demócrata de 2007 y en las elecciones presidenciales de 2008. En Europa se ha producido una evolución similar en el desarrollo de las campañas en la red, aunque de momento, los grandes hitos en las estrategias de campaña en Internet hayan sido marcados por las campañas norteamericanas. Así, existen estudios en Reino Unido, Holanda, Alemania, Dinamarca que analizan la oferta en la red de estas formaciones políticas desde 1996, si bien se ha extendido su uso a todos los países y en todos los procesos electorales a partir del año 2000 y, significativamente, desde 2004. Queda claro, por tanto, que la red se ha configurado como un nuevo escenario de competición, en el que los partidos políticos desarrollan sus estrategias de comunicación y que, como sucede en las campañas tradicionales, estas vendrán condicionadas por los objetivos electorales que cada una de las formaciones se haya marcado previamente. El estudio de las estrategias electorales de las élites políticas (Sani, Gunther y Shabad, 1981; Harmel y Janda, 1994), ha llegado a la convención de que existen cuatro grandes objetivos a los que las formaciones pudieran dirigir sus estrategias electorales: la maximización de los votos, la maximización de la capacidad de incidir en la formación del Gobierno, la maximización del poder parlamentario y la influencia en el debate político (Katz y Mair, 1994; Maarek, 1995; Ström, 1990). Es de esperar, por tanto, que la oferta de los partidos en la red venga determinada por los objetivos electorales de las propias formaciones (Römmele, 2003: 12). Asimismo, los intereses electorales de los partidos dependerán, a su vez, de otros factores institucionales como el tipo de elección del que se trate o del mapa de partidos en el que se enmarque la campaña electoral (Barron, 2008; Cornfield, 2004). Además de todo ello, los objetivos electorales estarán marcados, a su vez, por otros condicionantes como el tamaño del partido (Margolis, 2000), su posición ideológica (Casacuberta, 1998), su estructura organizativa y los ya mencionados objetivos electorales (Gibson, 2003; LeDuc, Niemi y Norris, 2002; Margolis y Resnick, 2000; Padró-Solanet, 2008). Todo ello, por supuesto, condicionado por factores ambientales como el marco tecnológico en el que se desarrolle la campaña electoral. Teniendo en cuenta todo lo anterior, esta investigación parte de la premisa de que los partidos políticos no pueden entenderse como entidades homogéneas, sino muy al contrario, como actores políticos que se distinguirán los unos de los otros, dependiendo de las mencionadas características, lo que les llevará a orientar el empleo de Internet en función de sus intereses políticos. La Tesis que aquí se presenta plantea, por tanto, analizar la configuración de la oferta electoral de los partidos políticos en la red durante la celebración de las campañas electorales, midiendo la instrumentalización que los partidos hacen de Internet teniendo en cuenta, a su vez, la heterogeneidad de estas organizaciones. Con tal fin, se intentará establecer relaciones causales entre la morfología de cada uno de los partidos y la configuración de su oferta electoral en Internet. Para llevar a cabo esta investigación se ha optado por analizar el comportamiento de los partidos en la red en dos países, España e Italia, en los que no han aflorado numerosos estudios sobre este fenómeno y que, sin embargo, guardan una larga tradición en el estudio comparado de sus sistemas políticos. En esta ocasión, además, cumplen uno de los criterios fundamentales para poder comparar ambas realidades, ya que sus marcos institucional y tecnológico, si bien no son idénticos, guardan semejanzas que permiten el desarrollo de esta investigación posibilitando el aislamiento de la variable dependiente de este estudio, es decir, el factor Internet en la oferta electoral de los partidos, de otros factores ambientales/institucionales que pudieran distorsionar la interpretación a extraer de los resultados. Por tanto, este estudio se encuadra en el diseño metodológico comparado, optando por la selección de una muestra pequeña con objeto de profundizar en las relaciones causales que justifican las evidencias sobre las que se han construido tanto la teoría de la normalización como la de la nivelación. Para la medición del factor Internet en la configuración de la oferta, esta investigación ha optado por continuar con la línea desarrollada por la tradición de estudios encuadrados en el marco comparado (Cornfield, 2004; Gibson, 2003; Kamarck, 1999; Norris, 2002), como en los estudios de caso (Bentivegna, 2006; D¿Alessio, 2000, etc), los cuales emplean una batería de variables para la recogida de datos. De esta manera, se asume la medición de la variable dependiente, a través de un grupo conformado por indicadores ya contrastados por estos y otros autores, incorporando además un nuevo elenco de los mismos que responden a la constante evolución e innovación del fenómeno estudiado, motivado por la rapidez con la que aparecen nuevos recursos y aplicaciones en Internet que pueden ser utilizados por los partidos políticas para sus campañas. Por lo tanto, este estudio tomará como casos las páginas Web de los partidos políticos durante la campaña electoral, construyendo para la medición una batería de indicadores conformada por el conjunto de contenidos, servicios y aplicaciones que, a través de ellas, ofrecen al electorado. Asimismo, para evaluar la intensidad y el grado de desarrollo de la oferta en la red de los casos estudiados, se ha incorporado un criterio objetivo, medible y riguroso que permite valorar el grado de empleo de los recursos y aplicaciones utilizadas por las formaciones a través de sus páginas Web, calificando el empleo de cada uno de los indicadores como inexistente, unidireccional, bidireccional o interactivo, siguiendo la tradición de estudios relacionados. Por último, esta batería de indicadores se agrupa en tres dimensiones de análisis que conforman las actividades principales que los partidos políticos desarrollan durante las campañas electorales. Estas son la dimensión informacional, la dimensión conectiva y la dimensión movilizadora. Todo ello constituye un Índice que permitirá la operacionalización de los datos y su posterior análisis. Si bien la metodología empleada bebe de la tradición investigadora sobre el comportamiento de los actores políticos en la red, esta supone una aportación original al acervo académico, una construcción prototípica, adecuada al objeto y circunstancias del estudio, que se ha venido a denominar Índice de Oferta de los Partidos en la Red (en adelante IOPR). Por último, con el fin de captar el dinamismo con el que evolucionan los recursos en la red y cómo los partidos reconfiguran su oferta aprovechando las nuevas aplicaciones, esta investigación propone la recogida de datos en dos momentos electorales diferentes, sumándose a la tradición politológica de analizar campañas electorales sucesivas (Montabes, 1994; Montero, 1988; Ocaña, 2007). El estudio longitudinal permitirá observar, por un lado, la incorporación de estos nuevos recursos y por otro lado, su posible evolución. Por tanto, se llevará a cabo el análisis de las campañas generales de 2004 y 2008 en España y de 2006 y 2008 en Italia.