Defensa y estartegia militar en las provincias internas de nueva españa (1760-1800)

  1. Alonso Baquer, Mariano
Dirigida por:
  1. Angel Sanz Tapia Director/a

Universidad de defensa: Universidad de Valladolid

Fecha de defensa: 22 de octubre de 2014

Tribunal:
  1. Jesús Paniagua Pérez Presidente/a
  2. Jesús María Porro Gutiérrez Secretario/a
  3. Máximo García Fernández Vocal
  4. Emma Sánchez Montañés Vocal
  5. Sylvia Lyn Hilton Stow Vocal

Tipo: Tesis

Teseo: 367933 DIALNET

Resumen

En el advenimiento de Carlos III la situación de la frontera norte del virreinato de Nueva España había evolucionado de modo importante desde principios del siglo. Tras la reconquista de Nuevo México por Diego de Vargas, los problemas defensivos se circunscriben a mantener la paz con los indios del norte en aquel espacio y en Nueva Vizcaya, garantizando la ruta hacia Santa Fe y la ocupación del terreno de lo que inicialmente se llamó Nuevas Filipinas y más tarde Texas, para evitar su invasión por los franceses de Luisiana. Para la mejora de la organización interna de las fuerzas de seguridad, establecidas en fuertes fronterizos que tomaron el nombre de presidios, la expedición del brigadier Ribera, dio origen al primer reglamento militar para la zona y a la protección de los soldados fronterizos con una camisa de piel de cíbolo, que se denominó cuera y así dio origen al nombre de "soldados de cuera" conque se conoció en adelante a los fronterizos. Durante el resto del reinado de Fernando VII, las operaciones militares se circunscribieron con carácter prioritario a la ocupación de la zona lindante con el Golfo de México, que se llamó Nueva Santander, y la provincia de Nayarit, al sur de Sonora y junto al golfo de California. En el interior estaban proliferando las luchas contra los indios tarahumara de la Sierra Grande en Nueva Vizcaya y las incursiones de las distintas tribus apaches, especialmente en lo que se llamó el Bolsón de Mapimí. En Nuevo México, la paz se mantenía con las antiguas tribus, pero por el Este surgieron otras nuevas, que comenzaron a atacar y robar a las poblaciones hispanas, y que se denominaban comanches. El ejército defensivo de la frontera, ubicado en 16 presidios y una guarnición de 1.006 hombres, mantuvo con pocas variaciones la organización del reglamento de Ribera, aunque comenzaron a detectarse situaciones de abusos económicos por algunos de sus capitanes, que utilizaban a sus tropas más para servir sus propios intereses que para la acertada defensa de la zona encomendada. Con la llegada a España de Carlos III, surge en la frontera de Nueva España un grave problema por le expulsión de los jesuitas, misioneros de Sonora y la península de California desde la temprana colonización, y que provoca, además de otras razones, la sublevación de la mayoría de las tribus de Sonora, en especial los seris pimas y pápagos. El visitador José de Gálvez, enviado por el Rey para que le informara de la situación económica, militar y judicial del virreinato -al que acompañaron unidades del Ejército español, entre ellas el recién fundado Regimiento América- tras tomar sus decisiones civiles, se encargó de dirigir una campaña contra los sublevados de Sonora, cuyo núcleo más poderoso se encontraba en el Cerro Prieto. La campaña, narrada en el capítulo II, además del éxito militar, tuvo importantes consecuencias tácticas y orgánicas tanto para el ejército de la frontera como por la creación de nuevas clases de unidades que tuvieron gran importancia en la historia militar de España como las de fusileros de montaña. La siguiente decisión de José de Gálvez fue enviar una comisión de tres oficiales, mandada por el marqués de Rubí, a recorrer todos los presidios de la frontera, informar sobre su situación y condiciones de defensa, y proponer un nuevo Reglamento sobre la Línea de Presidios y el funcionamiento de sus guarniciones. Como consecuencia de tales informaciones, el Rey aprobó en septiembre de 1772 el " Reglamento e Instrucción para los presidios que se han de formar en la Línea de Frontera de la Nueva España¿. Una importante consecuencia del Reglamento fue la creación de un mando único militar, denominado Comandancia General de las Provincias Internas, para toda la línea fronteriza, que varió en diferentes periodos su dependencia o independencia del virrey. En los siguientes años, tras la reforma del sistema defensivo, se iniciaron las exploraciones, de las que merecen destacar la del vecino de Santa Fe Juan María de Rivera hasta el río Colorado, la del capitán Anza desde Sonora hacia la Alta California, llegando hasta la bahía de San Francisco, y la del padre Escalante desde Nuevo México hacia el noroeste, alcanzando el lago salado de Utah y hallando un paso en el Cañón del Colorado, aunque no pudieron lograr su propósito de establecer el camino a San Francisco por la dureza del clima. De la táctica defensiva del Reglamento, desde una línea de defensa lineal con escasa profundidad del Reglamento de Rubí, se pasó, en las etapas de los comandantes generales Hugo O¿Conor y Teodoro de Croix, a una amplia zona defensiva con varios escalones pero con escasas campañas generales de unidades reunidas que profundizaran en territorio enemigo. Como excepción, aunque no organizada por la Comandancia General, se desarrolló la admirable y victoriosa campaña de Juan Bautista de Anza como gobernador de Nuevo México contra los Comanches, en la cual consiguió una pronta rendición de las distintas parcialidades de la temida tribu y seguidamente la firma de unas paces que se ampliaron a Texas y duraron todo el periodo de presencia española en la frontera, ayudando a las fuerzas españolas a someter a los indomables apaches. En las campañas contra los seris en Cerro Prieto dirigidas por el teniente coronel Elizondo participaron, por primera vez en la historia militar de España, unidades de fusileros de montaña y se promovieron nuevas tácticas ofensivas en las luchas fronterizas, al emplearse patrullas de reconocimiento del terreno y reservas de caballería en profundidad, que permitían acudir con rapidez a reforzar los flancos y rodear las defensas enemigas. Poco más tarde, se comenzó a utilizar a indios amigos como exploradores de vanguardia, y finalmente se organizaron compañías de indios, los opatas y los pimas, que por su conocimiento del terreno y su habilidad en la lucha contra sus semejantes, dieron un magnífico resultado. También dieron buen provecho las compañías ligeras, con menos defensas que las presidiales pero con más capacidad de movimiento. En la aplicación del Reglamento tuvieron gran importancia las revistas de inspección que se pasaron a todas las compañías presidiales, con lo que el mando obtenía una clara información, tanto sobre su grado de instrucción para el combate como de su armamento, munición, uniformidad y dotaciones de material y ganado, así como da la honradez de los mandos en el manejo de los emolumentos. Un tema muy importante, que aportó grandes ventajas en la lucha contra los indios rebeldes, fue la integración en las compañías a indios exploradores, y la ya citada creación, con las tribus amigas de opatas y pimas, de compañías indias mandadas por oficiales españoles. En los periodos siguientes, hasta finales del siglo, durante los mandatos de Nava y Rengel, y muy especialmente bajo Pedro de Nava, se organizaron campañas ofensivas contra las distintas tribus apaches, en las que se involucraban fuerzas de distintas provincias. Tales operaciones llegaron en sus ataques hasta lo más intrincado de las sierras que rodeaban los ríos Gila y Grande del Norte, refugios de los indios, consiguiendo así infringirles serias derrotas y forzando que cada vez más facciones se presentaran pidiendo las paces. Estas se les concedían obligándoles a establecerse en lugares donde, bajo la dirección de oficiales españoles, se les controlaba y enseñaba a cultivar la tierra y cuidar el ganado, evitando así sus rapiñas en los territorios españoles colonizados. Cabe subrayar para la historia militar de España los nombres de algunos que podemos distinguir como héroes destacados menos conocidos: En primer lugar el Teniente Coronel Elizondo, que llevó a cabo la victoriosa campaña contra los indios rebeldes pimas y seris en la zona de Cerro Prieto de Sonora en 1770. En esa misma empresa militar participó con gran éxito el entonces capitán Juan Bautista de Anza, que poco después, en 1774, como capitán del presidio de Tubac, dirigió dos expediciones para encontrar el camino terrestre a la Alta California: en la primera estableció la paz y amistad con el peligroso jefe de los yumas Palma, llegando a Monterrey, y de allí a San Francisco; y en la segunda, condujo una caravana de nuevos colonos hasta San Francisco, donde fundó el presidio marítimo para su defensa ante rusos e ingleses. Nombrado gobernador de Nuevo México, ya coronel, realizó la victoriosa campaña citada contra los comanches y logró con ellos una paz permanente; murió de coronel antes de su incorporación a España. También en este periodo tiene sus primeros éxitos como combatiente en Nueva Vizcaya el entonces capitán Bernardo de Gálvez, más tarde vencedor de los ingleses en los sitios de Mobile y Pensacola durante la guerra de independencia de los Estados Unidos, que murió siendo virrey de Nueva España. Igualmente, como jefes en las campañas ofensivas, hay que destacar a los comandantes Antonio Cordero y Vicente Emparán. El primero realizó entre 1777 y 1790 nada menos que 21 campañas victoriosas contra los apaches, consiguiendo dar muerte o aprisionar a 462 de ellos, y logrando las paces con los mimbreños y gileños. Ya de teniente coronel, gobernador de Coahuila, dirigió otra campaña victoriosa contra los mezcaleros, y en 1796 redactó un preciso informe sobre las costumbres y modo de combatir de los apaches. A finales del siglo XVIII destacan dos ingenieros militares, José Cortés y Juan de Pagazartundúa, que además de confeccionar dos importantes mapas de las Provincias Internas, redactaron unos trascendentales informes sobre las diferentes tribus indias de la Frontera. Pese a los errores que, como en todas las colonizaciones, se pudieron cometer, en el contexto de esta tesis hay que destacar la constante política dirigida especialmente por los mandos militares, de acercamiento a las diferentes tribus indias en toda la frontera. En Sonora, a pesar de la sublevación de los seris y tiburones, se establecieron constantes tratados con las demás tribus, especialmente con los pimas y pápagos, y muy especialmente con los opatas, que se hicieron tan buenos aliados de los españoles que con ellos se crearon unidades combatientes para enfrentarse a los todavía irreductibles apaches. En Nueva Vizcaya, O¿Conor estableció un sistema de apoyo a los indios tarahumara, tras considerar que en sus repetidas rebeliones en la Sierra Madre tuvieron grave influencia los abusos de algunas autoridades coloniales, influyendo en ellos algunos misioneros. Al seguirse las disposiciones del Comandante General, en adelante sólo hubo pequeños incidentes con los pocos indios que no se habían establecido pacíficamente en sus localidades y terrenos asignados. En Nuevo México, las tribus interiores se mantuvieron constantemente de paz, así como las colindantes de los navajos, utahs y coninas, hasta que Anza confirmó sus paces con los comanches. En Coahuila y Nuevo Santander, no hubo problemas con los habitantes indios, que fueron muy apoyados en sus establecimientos. Y en Texas, tras las paces con los comanches, se corrigieron las expoliaciones que los carancaguas hacían a aquellos que embarrancaban en la costa del golfo mexicano, y se establecieron muy buenas relaciones con los que se llamaron indios del Norte, a quienes a fines del siglo se les concedieron nuevas tierras en nuestro territorio de Texas y Coahuila, pues los colonos estadounidenses les habían expulsado de los suyos. Finalmente, las relaciones con los apaches, las tribus más difíciles de pacificar, se fueron estableciendo comenzando por los lipanes y siguiendo con casi todas las demás, excepto con los gileños. Los últimos informes de 1805 expresaban que casi el 80 por ciento de los apaches ya se encontraban de paz y establecidos en los terrenos cultivables que se les habían cedido, donde, al mando de oficiales españoles, se les proveía de aperos de labranza, simientes y ganado. Termino expresando lo importante que, en mi humilde opinión, fue para la historia de España y México, así como para un amplio sector de los actuales Estados Unidos, la actuación del Ejército español durante la segunda mitad del siglo XVIII, en orden a la pacificación y aculturación de sus aborígenes.