Participación educativa con inteligencia emocional y moral

  1. Luis Fernando Vílchez Martín
Revista:
Participación educativa

ISSN: 1866-5097

Año de publicación: 2018

Volumen: 5

Número: 8

Páginas: 43-54

Tipo: Artículo

Resumen

En el ser humano existe la inteligencia moral, junto a otras inteligencias, según el modelo de H. Gardner, como potencialidad a desarrollar y educar. La inteligencia moral consiste en la capacidad para discernir cuestiones que atañen a lo ético, para dirimir y solucionar problemas y dilemas morales en diversos contextos, situaciones y culturas, lo cual implica tener criterios para valorar las acciones propias y ajenas. La inteligencia moral tiene una especial relación con la inteligencia emocional, la cual, ya desde la perspectiva de quienes primeramente se ocuparon de hablar de ella, Salovey y Mayer (1990), es definida como la habilidad para manejar los sentimientos y emociones, discriminar entre ellos y utilizar estos datos para dirigir adecuadamente los propios pensamientos y acciones. Para que a una habilidad la llamemos inteligencia, debe incluir, entre otras características, la capacidad para resolver problemas de diversa naturaleza, lógicos, lingüísticos, musicales, emocionales, etc. La inteligencia moral se sitúa en el ámbito de intersección de las inteligencias lógica, emocional y social y se relaciona con la personalidad. En este artículo nos vamos a detener en esa intersección de inteligencias, con especial énfasis en la inteligencia emocional y en la inteligencia moral, sin las cuales no es posible una verdadera y deseable participación en cualquier ámbito educativo. La educación es la verdadera conectora con la dimensión moral. Pero cabe que exista en el ser humano una falta de conexión moral si en él no se ha despertado el sentido de la moralidad, como también en quienes acuden, consciente o inconscientemente, a este mecanismo como estrategia defensiva cuando realizan acciones ajenas a la moralidad. Una deficiente inteligencia emocional, su práctica ausencia, o un mal uso de ella, refuerzan o contribuyen a la desconexión moral. Puede hablarse igualmente de una desconexión moral sistémica cuando afecta a toda una sociedad o a parte de ella, que disculpa lo inmoral para justificar determinados comportamientos. Hay una serie de aportaciones de campos disciplinares complementarios, como la psicología, la filosofía, la medicina, la pedagogía, la antropología y, más recientemente, las ciencias neurológicas, que consideran al ser humano, al menos en potencia, moral y emocionalmente inteligente. Pero esas potenciales dimensiones necesitan de la educación para su desarrollo. Una verdadera educación en la convivencia y una participación en el acto educativo se relacionan con el ejercicio de la inteligencia moral, emocional y social.