Más interdependientes, más responsables

  1. Solana Madariaga, Javier
Revista:
Política exterior

ISSN: 0213-6856

Año de publicación: 2015

Volumen: 29

Número: 163

Páginas: 26-31

Tipo: Artículo

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Resumen

La ilusión occidental de presenciar una transición ordenada hacia la multipolaridad se desvanece a marchas forzadas. La interdependencia que trae la globalización ha cambiado el concepto de responsabilidad. Hace 50 años, nadie habría imaginado el mundo de hoy. Tampoco nadie puede adivinar qué mundo tendremos dentro de 50 años. La historia es siempre transición. Pero la gran novedad de nuestro tiempo es la rapidez con la que se suceden los cambios a escala global. Hace algunos siglos, incluso algunas décadas, era mucho más sencillo encontrar el centro geográfico del que dependían el poder y sus normas. La llamada pax britannica del siglo XIX se aseguraba desde Londres. Después de la Segunda Guerra mundial, uno podía mirar a Washington o a Moscú. La caída del muro de Berlín dio paso a una etapa de unipolaridad, de hegemonía norteamericana. Pero terminó antes de que nos diéramos cuenta. La llegada de la crisis económica en 2008 aceleró la transferencia de poder de Occidente a Oriente. Hoy, en esta segunda década del siglo XXI, no sabemos bien dónde mirar. Hasta hace pocos años era Washington. Ya no, o por lo menos no solo. Este proceso no es más que el tránsito hacia la multipolaridad, consecuencia, en buena medida, de la globalización, que primero fue económica pero ya es política. La multipolaridad ha derribado el viejo orden construido por las grandes potencias que ganaron la Segunda Guerra mundial. La ausencia de potencia hegemónica difumina las reglas de juego del tablero global. La ilusión occidental de presenciar una transición armoniosa y ordenada hacia la multipolaridad se desvanece a marchas forzadas. La acción multilateral en un mundo multipolar se hace mucho más difícil. Hoy la multilateralidad ya no se traduce en lograr acuerdos en torno a nuestras propuestas, sino en defender nuestros principios, pero eso sí, respetando los de los demás. Las instituciones que sustentan el sistema internacional de hoy están construidas sobre los principios de ayer. Su funcionalidad y eficacia están en entredicho, como demuestra la parálisis casi permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. La emergencia de grupos de decisión ad hoc, como el G-20, tampoco ha logrado sustituir a lo ya existente. Los nuevos actores no occidentales no sienten el sistema multilateral vigente como suyo, y hay razones que pueden explicarlo. Pongamos por caso a China: el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha reconocido ya que es la primera economía del mundo en PIB medido en paridad de poder adquisitivo. Sin embargo, a día de hoy, su cuota de votos en el FMI es algo superior a la de Italia, que es un quinto de la economía china. Estados Unidos mantiene de facto su derecho de veto. Esta situación no parece muy razonable. Hoy retornan conceptos que creíamos superados y esferas de influencia, equilibrios de poder o los viejos califatos fundamentalistas que no son más que la expresión nostálgica de un pasado mitificado. Debemos abandonar el comportamiento táctico imperante de los últimos años y buscar una visión estratégica ligada a la seguridad y a la responsabilidad, más en este contexto tan complejo, volátil e interdependiente�