La movilización social sacude América Latina

  1. Erika Rodríguez Pinzón
Revista:
Política exterior

ISSN: 0213-6856

Año de publicación: 2020

Volumen: 34

Número: 193

Páginas: 116-124

Tipo: Artículo

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Resumen

La región vive protestas alimentadas por la desigualdad, la fractura social y la desconfianza entre gobiernos y gobernados. Será difícil lograr procesos reales de transformación. El último semestre de 2019 estuvo marcado por una ola de protestas que recorrió América Latina desde Argentina hasta Haití. Esta ola tomó por sorpresa a muchos, y no es para menos: la región llevaba mucho tiempo en el segundo plano de las preocupaciones internacionales. De hecho, en el escenario internacional se le acusaba de una cierta irrelevancia. Sin embargo, el papel de los latinoamericanos en la escalada de las movilizaciones globales ha conseguido que muchas miradas se vuelvan hacia la región. Las causas de las protestas han sido analizadas tanto en cada país como de forma conjunta. Los detonantes nacionales, a grandes rasgos, fueron: la crisis económica de Argentina; la falta de transparencia electoral y la intervención del ejército en Bolivia; la puesta en marcha de medidas de ajuste con un impacto social profundo en Ecuador y Chile; el descontento con el gobierno, con sus medidas económicas y fiscales y la falta de implementación del Acuerdo de Paz en Colombia; la corrupción en Perú; la connivencia entre el presidente y el narcotráfico en Honduras; la reforma constitucional en Panamá o la conjunción de los problemas económicos con la crisis de legitimidad del gobierno en Haití. Si bien los detonantes de la movilización social son propios de cada país, hay elementos transversales que, en mayor o menor medida, están presentes en el conjunto de la región. La causa de las movilizaciones a la que más se ha aludido es la desigualdad. No se puede olvidar que América Latina es la región más desigual del mundo. De hecho, ocho de los 10 países más desiguales del mundo son latinoamericanos: Brasil, Honduras y Colombia encabezan la lista. La gravedad de la situación bien parece justificar la salida masiva de los ciudadanos a las calles. En términos generales, la brecha entre ricos y pobres es abismal. Las personas con altos ingresos representan el 3% de la población, frente al 76% de población de ingresos bajos o medio bajos, que concentran solo el 10% de la riqueza, una tendencia que no se ha corregido, a pesar de que durante la primera década del siglo XXI se produjeron importantes reducciones en la pobreza. Tal como señala la edición de 2019 del “Panorama Social” de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), los índices de pobreza han empezado a subir nuevamente, a la vez que los hogares que abandonan la pobreza son víctimas de una enorme vulnerabilidad. El estrato bajo no es transicional, sino que tiende a mantenerse estable en términos proporcionales a medida que se reduce la pobreza y crecen los sectores medios. Entre 2002 y 2014, la tasa de pobreza media en la región paso del 45,4% al 27,8%. A su vez, la pobreza extrema disminuyó de un 12,2% a un 7,8%. Sin embargo, a partir de 2015 los niveles de pobreza –especialmente de pobreza extrema– aumentaron. En 2018, el 30,1% de la población regional estaba bajo la línea de pobreza, mientras que un 10,7% se encontraba bajo el umbral de la pobreza extrema. Esto significa que 185 millones de personas son pobres, de las cuales 66 millones están en situación de extrema pobreza. Para 2019 se espera que la cifra de pobres aumente hasta 191 millones. Asimismo, parece imposible superar la barrera de los estratos bajos para ubicarse en los medios, dentro de lo que pudiera considerarse una clase media en términos europeos. Entre 2002 y 2017, el conjunto de los estratos alto y medio-alto pasaron de representar el 5,2% al 7,5% del total de la población (46 millones de personas en conjunto), un resultado escueto para un periodo que concentró los mejores años del crecimiento económico en América Latina…