La aportación de Federico Rodríguez a la configuración académica y científica de la política social en España

  1. Guillamón Ayala, Jesús Adolfo
Dirigida por:
  1. Jerónimo Molina Cano Director/a

Universidad de defensa: Universidad de Murcia

Fecha de defensa: 01 de febrero de 2016

Tribunal:
  1. Julio Iglesias de Ussel Presidente
  2. Pedro Sánchez Vera Secretario/a
  3. Stefano Pietropaoli Vocal

Tipo: Tesis

Resumen

El objetivo general de la tesis es el estudio y puesta a disposición de la comunidad científica de la obra de Federico Rodríguez, dentro del más amplio de reconstruir la doctrina española en la materia. Esta debe quedar enmarcada dentro de los cambios en el estilo de vida europeo de los últimos dos siglos. En cuanto a la metodología, hemos estudiado el pensamiento político y económico de la época, pues la Política social resulta ser una mediación entre lo político y lo económico. Después hemos hecho el traslado de estas ideas a la realidad española, para estudiar la obra del catedrático hasta hoy más relevante de la historia académica de la disciplina. Todo ello, con una revisión bibliográfica profusa en la primera parte y exhaustiva en la segunda. La aparición de la Política social responde a las circunstancias de una época o zeitgeist. Como cualquier otra disciplina social, se puede estudiar a posteriori, entendiendo el acontecer humano inserto en la «razón histórica». Cuatro son los elementos más relevantes que dan carácter a esta época. El Estado social, forma política que asume novedosamente responsabilidades respecto al bienestar económico y moral de los ciudadanos. Su instrumento fundamental será el derecho. La aparición de la Economía política, que constituye un nuevo marco económico público, cambiando la orientación de la economía, hasta ahora circunscrita al ámbito privado familiar. Las revoluciones sociales europeas, fundamentalmente la de 1848, instalan la idea de que el orden establecido no es natural e inamovible, sino manipulable. Las revoluciones ya no serán políticas, sino sociales, pues toda la estructura social es injusta y hay que rehacerla desde sus fundamentos. El industrialismo produce una abundancia material desconocida hasta entonces y una pauperización de la nueva clase obrera que ha venido a nutrir las fábricas. Todos ello genera la idea de que es posible resolver los conflictos humanos de forma definitiva a través de un orden positivo racional. No se advierte que el problema no es técnico, sino ontológico. Federico Rodríguez desarrolla su obra cuando circunstancias se dan en España con la fuerza con que antes se habían dado en otros países. Tres son las influencias más destacables en su obra: la Socialpolitik germánica; la Doctrina social católica; y el marxismo. Rodrígeuz se dará como misión el establecimiento de un estatuto científico para la disciplina Política social, de gran prestigio como actividad estatal, pero abandonada en los universidades. Su modelo es la Socialpolitik, encabezada por Gustav Schmoller en Alemania, donde está ampliamente asentado el trabajo intelectual en la materia. Para este, la Política social es una corrección ética de la economía liberal, que ha producido diversos trastornos en el orden social. La Doctrina social católica, como la Socialpolitik, ofrecen una visión ecléctica de la solución de los problemas sociales. Ni socialismo, ni liberalismo a ultranza. El magisterio católico aportará una visión humanista, fijando el centro y criterio rector del análisis y solución de la cuestión social en el hombre. Por último, el marxismo le parece acertado en el análisis del conflicto entre las clases, pero equivocado en las soluciones. La Política social resulta ser para Rodríguez una disciplina académica y una actividad práctica para afrontar los problemas sociales. Fundamentalmente, consiste en una rectificación ética de la economía, teniendo como centro el ser humano. Para ello habrá que reformar tres instituciones sociales: la propiedad, el trabajo (respecto a la relación de salariado), y la empresa. El agente impulsor principal ha de ser el Estado, pero prevaleciendo siempre el principio de subsidiariedad. En este asunto no es útil ningún tipo de totalitarismo, estatal o empresarial, sino cierto equilibrio de fuerzas.