Continuidad y equilibriouna investigación sobre la distinción entre la lógica formal y la lógica trascendental de kant en el periodo berlinés (1789-1794) de la trayectoria filosófica de salomon maimon

  1. López Primo, Narciso
Zuzendaria:
  1. Antonio Gómez Ramos Zuzendaria

Defentsa unibertsitatea: Universidad Carlos III de Madrid

Fecha de defensa: 2021(e)ko abendua-(a)k 16

Epaimahaia:
  1. Félix Duque Presidentea
  2. Alba Jiménez Idazkaria
  3. Óscar Cubo Ugarte Kidea

Mota: Tesia

Laburpena

El 2 de diciembre de 1793 el filósofo Salomon Maimon escribió una carta a Immanuel Kant para comunicarle su intención de componer un tratado de lógica formal o general que, a diferencia de los que se habían escrito hasta la fecha, tuviera en cuenta la relación que esta disciplina mantenía, a su entender, con la lógica trascendental kantiana. La presente tesis doctoral sostiene que un estudio del origen de este proyecto filosófico permite exponer una parte de la teoría del conocimiento que este autor presentó disgregada en varios textos redactados durante su residencia en Berlín entre 1789 y 1794. A tal efecto, establece como hilo conductor el vínculo, en principio solo supuesto, entre esta distinción y el problema de la deducción trascendental, esto es, la exigencia científica de suministrar una prueba que legitime la aplicación de las categorías o conceptos puros del entendimiento a la materia dada en la intuición sensible. Este trabajo sostendrá que se trata de un ejercicio de demostración en concreto de una teoría formulada en abstracto a partir de un conjunto de premisas libremente asumidas. Por tanto, tratará de extraer los elementos más importantes de esa teoría e irá rastreándolos por una sucesión de textos escritos durante el periodo berlinés para articular una narración que, en su temporalidad, haga aflorar una parte del sistema que Maimon aseguró manejar en el ejercicio de su pensamiento filosófico. Para extraer algunos aspectos importantes de esta teoría se acudirá en primer lugar a la fuente de la distinción entre la lógica formal y la lógica trascendental: la Crítica de la razón pura de Kant. Allí se procederá a analizar esta noción a partir de las funciones que ejerce en la argumentación de la obra. Se distinguirán dos: una de demarcación doctrinal o de crítica a ciertas variantes del realismo trascendental y una estructural o de especificación exhaustiva de las operaciones abstractas del entendimiento. El análisis revelará tres elementos que sustentan la distinción: una teoría de la verdad basada en una exigencia cualificada de correspondencia entre un concepto y un objeto, una doctrina de los conceptos que los divide en conceptos sin más y conceptos de objetos y una comprensión del funcionamiento profundo de la mente. En virtud de estos elementos se sostendrá que Maimon compartía ciertos postulados básicos de la filosofía de Kant. Y, más aún, que en virtud de la premisa más importante de todas, a saber, que es el objeto el que ha de regirse por la representación y no a la inversa, la función estructural no solo agota las operaciones del entendimiento sino que las subordina todas al postulado de un acto sintético original que ocurre al principio del proceso cognitivo y reúne en una unidad todas las propiedades del objeto. Al ser el resultado de un acto intelectual, la unidad del objeto o diferencia numérica de las cosas queda inscrita en el ámbito de los fenómenos. Por tanto, cuando uno se encuentra con un objeto, una entidad que difiere numéricamente de otras, debe suponer, en virtud de la teoría que pretende explicar la manera como se alcanza el conocimiento de ella, que la ha unificado él mismo mediante algún tipo de procedimiento intelectual. Y, sin embargo, se la encuentra ya unificada en el curso de su experiencia cotidiana. Esto revela que existen al menos dos tipos de actos intelectuales referidos a las cosas: un conjunto supuesto que procede desde la facultad cognitiva hacia el objeto unificándolo y un conjunto efectivo que parte del objeto unificado y lo remite de vuelta a la facultad cognitiva. Los primeros se denominarán convencionalmente actos progresivos, los segundos, actos regresivos. La tarea que se fijan estos filósofos consiste en descubrir cuáles son esos actos progresivos y cómo se han de conciliar con los actos regresivos que se dan efectivamente. Ella culmina cuando alguien es capaz de presentar un caso en el que a un acto progresivo de composición le corresponde un acto regresivo de descomposición, es decir, cuando se concilia el resultado de un acto regresivo con las demandas de subsunción de materia dictadas por un acto progresivo. Si se da ese caso, entonces la teoría, que es solo hipotética por partir de una asunción libre, quedará demostrada y, por tanto, se entenderá como apta para explicar el conocimiento de las ciencias experimentales. Los resultados de la primera parte de esta investigación muestran que Maimon, en su Ensayo sobre la filosofía trascendental de 1789, se había adherido a esta teoría. Sin embargo, entendió que Kant no había suministrado una demostración estricta. Según él, este se habría limitado a suponer que la teoría se cumplía en las matemáticas porque en ellas el entendimiento construye a priori sus objetos en la intuición pura, es decir, produce tanto la forma como la materia de su conocimiento. Maimon, sin embargo, argumentó que, incluso así, se requería una demostración: los objetos presentaban en los actos regresivos, debido a la naturaleza de las facultades que se empleaban para realizarlos, algunos materiales que excedían las reglas de unificación que se les prescribía progresivamente. Creyó haberla alcanzado en el caso de la línea recta, en el cual, empleando como acto progresivo la definición de Christian Wolff (“aquella línea cuyas partes tienen todas la misma dirección”), hallaba un método de regreso óptimo (basado en el teorema de Pitágoras) que hacía corresponder el objeto así definido a un objeto dado (“línea más corta entre dos puntos”) prescindiendo de toda intuición sensible. Con esto, la teoría que pretendía explicar el conocimiento de los objetos basada en la hipótesis de que eran estos los que debían regirse por la representación y no a la inversa quedaba demostrada y se volvía deseable para fundamentar el saber alcanzado en las ciencias particulares. Y allí donde, por razón de las limitaciones inherentes a las facultades cognitivas humanas, no se pudiera garantizar que la teoría se cumplía, uno estaba autorizado a asumir postulados adicionales de raigambre racionalista para extenderla justificadamente a todos los casos dudosos y disponer así de un edificio coherente, unificado y productivo del conocimiento científico. Sin embargo, en un intercambio epistolar, Kant puso en entredicho esta demostración alegando la circularidad de la definición wolffiana. Maimon aceptó la crítica, desechó la definición y, con ella, la demostración. Pero no la teoría misma. Esta la sostuvo apelando con mayor intensidad a los postulados racionalistas a los que solía recurrir para extenderla a todos aquellos casos en los que no era patente su cumplimiento. Y ello sin abandonar la perspectiva de alcanzar algún tipo de demostración. Por eso, durante el periodo posterior a la Filosofía trascendental, Maimon centró su atención en los actos progresivos. Cuestionó los que se daban por hecho en las disciplinas existentes, tales como la lógica, la metafísica o la filosofía trascendental y exploró nuevas vías para especificarlos lo mejor posible. Todo ello en un nuevo marco para la deducción trascendental definido por la solución a la “antinomia general del pensamiento” que Maimon expuso en un artículo dedicado a un amigo editor de una importante publicación ilustrada. La solución a esta antinomia, que consiste en que el pensamiento necesita materia para ejercitarse y al mismo tiempo disolverla toda ella en la forma, requería la modificación de ciertas nociones clave, tales como la cosa en sí misma, que pasa de ser el sustrato desconocido del fenómeno para convertirse en su “límite”, y la naturaleza de la especificación filosófica de los actos progresivos, que siempre puede tender a una superior, más formal y así sucesivamente. Estas modificaciones redundaron en la relajación de las condiciones para la demostración de la teoría al volver admisibles los actos progresivos cuya iteración infinita especificaría la totalidad de la materia del objeto. Esto implica que la correspondencia rígida entre un acto progresivo y uno regresivo se sustituye por la asunción autorizada de un acto progresivo por parte de uno regresivo. Esta relajación de las condiciones de la demostración será muy importante para comprender la deducción trascendental de los textos de 1794 y la naturaleza del escepticismo de su etapa madura. Las vías de cuestionamiento de los actos progresivos fueron principalmente tres. La primera consistió en otorgar un grado ínfimo de objetividad a las formas lógicas en virtud de una relación conceptual inspirada en el cálculo infinitesimal (la relación del “máximo” de la identidad y el “mínimo” de la diferencia). De esta manera, estas formas abstractas desplazaban a las categorías, que debían ser los actos progresivos por excelencia, a la condición de actos regresivos o “condiciones de la percepción”. La segunda se nutrió de la función mediadora entre la sensibilidad y entendimiento que posee la imaginación. Esta es capaz, en ciertas circunstancias, de servir progresivamente al entendimiento. Por eso Maimon mostró interés en desarrollar un “método de las ficciones”, inspirado en el método de los indivisibles de Cavalieri, según el cual el entendimiento, sirviéndose de la imaginación productiva, imponía a los objetos una red conceptual que permitía establecer proporciones entre ellos con el fin de determinar sus relaciones y aumentar el conocimiento de los mismos. Por último, la tercera vía, quizás la más próxima temporalmente al proyecto de lógica, exploró el concepto de consciencia y la relación entre postulado fundamental del acto sintético originario y la materia que este debe reunir en la unidad del objeto al comienzo del proceso cognitivo según el modelo de la unidad de apercepción. El proyecto de lógica de diciembre de 1793, según el cual esta se elabora en relación a la lógica trascendental, es heredero de la primera vía. Se inscribe en una tendencia general que está presente en el pensamiento de Maimon en todo el periodo que transcurre entre 1790 y 1793: la de aproximar las ciencias particulares a la idea de una ciencia en general basada en la exigencia de la razón de simplificar sus principios hasta donde sea posible para que sean capaces de comprender la mayor cantidad de conocimientos. Según Maimon, la lógica trascendental debía asistir a la lógica formal en esa tarea de simplificación y depuración de sus principios prestándole la realidad de sus formas. Ese es el objetivo declarado del proyecto: elaborar una lógica general tomando prestadas de la lógica trascendental las formas que unifican progresivamente los objetos. Este planteamiento dio lugar a la inversión del curso que había adoptado la primera vía para el cuestionamiento de los actos progresivos. En sus Categorías de Aristóteles o Propedéutica, publicada en 1794, Maimon desarrolló una estrategia argumentativa para la especificación de la tabla de categorías y la deducción trascendental que consistió en sustituir la relación conceptual con la que había otorgado objetividad ínfima a las formas lógicas por una relación de los objetos, la relación de la determinabilidad (la posibilidad de pensar o no algo en una síntesis diferente a la efectivamente dada), que es una particular disposición de la materia a someterse a la unidad de la forma. De esta manera, Maimon derivó las categorías del concepto de “pensar en general”, entendido este como la unificación intelectual de una multiplicidad material en general, y resolvió el problema de la deducción trascendental arguyendo que, de ser capaz de encontrar una materia que mantuviese dicha relación con una categoría, entonces se habría probado que las categorías unifican objetos, es decir, que constituyen el pensamiento de un objeto o disponen de “validez objetiva”. Según él, las formas de la sensibilidad, el espacio y el tiempo, serían una materia que se encuentra con las categorías, como su forma, en la relación de la determinabilidad. Por añadidura, estas formas ubicadas a priori en la constitución cognitiva del sujeto son, a su vez, formas de todos los objetos sensibles. Por tanto, las categorías serían los conceptos fundamentales que unifican, por medio de las formas de la intuición, todos los objetos sensibles. Esta demostración da un nuevo impulso a la teoría basada en la inversión de la relación entre la representación y el objeto y la convierte en una teoría apetecible para explicar el conocimiento de los objetos de la experiencia sensible. Este proyecto que la Propedéutica presentaba de manera preliminar fue ejecutado pormenorizadamente en la Nueva lógica o teoría del pensamiento, publicada ese mismo año de 1794. Ella recoge la versión madura de la postura epistemológica de Maimon en el periodo berlinés. Y, aunque el esquema general se mantiene, a saber, la precedencia de la lógica trascendental sobre la lógica formal y la relación de convertibilidad entre la unificación por el pensamiento de una multiplicidad en general, expresada en el juicio positivamente cualificado, y la disposición de la materia a unificarse, expresada en el principio de determinabilidad, la nueva elaboración presenta desarrollos fundamentales para comprender la dirección y el alcance de la aportación filosófica de Maimon durante todo el periodo. El más importante de todos se encuentra en la deducción trascendental. En ella, Maimon mantuvo la lógica de los argumentos que había empleado en la Propedéutica, pero no su corolario. Su teoría había mejorado sensiblemente al descansar en un supuesto poco oneroso –la concesión de la relación de la determinabilidad en los objetos de la experiencia cotidiana. Pero Maimon decidió restringir el alcance de la demostración. Así, sostuvo en la Lógica que su teoría solo se comprobaba en las matemáticas y no debía extenderse más allá. Había logrado presentar su mejor propuesta para explicar el conocimiento de acuerdo con la hipótesis de que es el objeto el que ha de regirse por la representación. Y, pese a todo, la caracterizó como una teoría especial del conocimiento y evitó generalizarla a otros lugares mediante la asunción de postulados racionalistas. En su lugar, introdujo un escepticismo productivo que animaba la investigación filosófica sobre la especificación de los actos progresivos y desprendía confianza en la capacidad regresiva de la ciencia experimental para describir mejor la materia. Ese escepticismo es uno de los elementos definitorios de la posición epistemológica madura de Maimon. Muestra su adhesión, no a una teoría en particular, sino a la idea moderna de mantener una teoría en general: una construcción intelectual que no está sometida a los objetos en su formulación pero que está obligada a comprobarse ulteriormente en ellos. Es un escepticismo cuya labor es proteger la racionalidad del discurso científico, que en el caso de estos autores se introduce con la separación entre el ámbito del acto sintético original (en el cual uno solo puede decir del objeto que le pertenecen sus propiedades de la misma manera que a uno le pertenecen sus propias representaciones) y el del conocimiento discursivo diferido (divido en actos progresivos de unificación y métodos regresivos de remisión de componentes materiales a las facultades cognitivas) que se sigue de la hipótesis que somete el objeto a la representación. Por eso, la última fase del periodo berlinés presenta la mejor teoría del conocimiento de Maimon como una mera oportunidad para formular, con el tiempo, otra mejor, si la perspicacia de los filósofos y el celo de los científicos vuelve a conjugarse para llevar a cabo una empresa semejante. Esta tesis doctoral incluye diversos análisis de una cierta extensión sobre una notable cantidad de fragmentos textuales que tienen en común el ser relevantes para el estudio de la distinción entre la lógica formal y la lógica trascendental. Sin embargo, presenta, al final de cada capítulo, consideraciones sistemáticas o composiciones sintéticas de un argumento cuyos materiales se extraen en el curso del análisis textual. Se ha tratado de hacerlas converger todas en una recapitulación final que pretende exponer de la forma más diáfana posible la parte del sistema de Maimon que se considera puede colegirse razonablemente a partir de la puesta a prueba de la hipótesis hermenéutica basada en el vínculo que la distinción entre la lógica formal y la lógica trascendental mantiene con la solución al problema de la deducción trascendental. Esta condensación se efectúa alrededor de la noción del equilibrio entre las aspiraciones y las exigencias del conocimiento científico moderno que Maimon defendió con conmovedora lealtad a lo largo de toda su carrera.