De la influencia del pitagorismo en Platón, o de la influencia de Platón en el pitagorismo

  1. Pérez Gómez, Abraham Miguel
Dirigida por:
  1. Antonio Alegre Gorri Director/a

Universidad de defensa: Universitat de Barcelona

Fecha de defensa: 28 de septiembre de 2017

Tribunal:
  1. Josep Pla Presidente/a
  2. Antoni Bosch-Veciana Secretario/a
  3. Josep Puig Montada Vocal

Tipo: Tesis

Teseo: 514633 DIALNET lock_openTDX editor

Resumen

Nueve, como mínimo, son las claras trazas de la influencia de la filosofía pitagórica que presentan los diálogos platónicos; nueve puntos de convergencia y de afinidad entre la filosofía platónica y la del filósofo samio, a saber: 1. La doctrina del alma y el Allende; mitos y referencias escatológicas en los diálogos: Apología, Critón, Fedón, Fedro, República y Gorgias. 2. El orden y conformación del Cosmos y del alma (cosmogonía pitagórico-platónica) en el Timeo. 3. La concepción del microcosmos-macrocosmos en el Fedro, 270c. 4. Que el número es conocido mediante la observación del cielo, y que éste es el comienzo de la filosofía. Timeo, 47a-c. 5. En protología: πὲρας y ἄπειρον en Filebo, 24a-25b. 6. El principio de τάξις en Gorgias, 506d. 7. El principio de identidad geométrica, tanto en República como en Gorgias. 8. La definición de salud en Gorgias, 504b. 9. La doble μετρητική en Político, 284e-285c. Parece, por tanto, que es difícil separar la filosofía pitagórica de la platónica. La cuestión es: por qué se debe separar lo que en esencia es uno. Si estos puntos de contacto exotéricos (pues, públicamente Platón trata de estos asuntos en los Diálogos) señalan la proximidad entre lo pitagórico y lo platónico, sin embargo, nos es dable, en esta nuestra Tesis, señalar otros puntos, claramente, esotéricos que no muestran ya la conjunción entre ambas escuelas, o filosofías, sino que muestran, por un lado, la identificación absoluta de Platón (autor-creador del Corpus platonicum) con el pitagorismo, y, por otro, cierta enseñanza geométrico-mística relacionada con el rectángulo áureo y con la sección de un segmento en media y extrema razón, esto es, la τομή (que nos habla a las claras de un Platón ἡγεμὼν παιδείας del pitagorismo). Lo primero lo hallamos en unas pocas líneas del Fedón, y, en la estructura dialógica del tiempo dramático del Fedro; lo segundo, se halla en el Símil de la Línea en República. Todo ello es realizado por Platón mediante una codificación simbólico-esotérica (modo de trasmitir la enseñanza filosófica, por cierto, del todo pitagórico) que podríamos enunciar -provisionalmente- como: “encriptación transescritural”, o, transdialógica. Sin embargo, antes de llegar a estos argumentos y demostraciones es menester saber (si es que esto es posible) qué es el pitagorismo; cuál fue su desarrollo, cuáles sus vicisitudes; cuáles sus aportes y cuáles sus errores. En efecto, ante esta tesitura la primera pregunta (y más oscura) a responder es: ¿quién fue Pitágoras? Más allá de la tradición doxográfica sobre el samio de larga cabellera (tradición que es más abundante -y hagiográfica- cuanto más alejada del personaje y de su tiempo vital), el estudio histórico contrastado entre las grandes civilizaciones orientales y la Hélade durante los siglos que van de Pitágoras a Platón nos confiere firmes bases para poder afirmar que si algo se puede decir de Pitágoras, con cierta rotundidad, es que éste fue el transmisor y custodio de parte de la Sebayt egipcia y de los conocimientos musicales, médicos, religiosos y matemático-geométricos de los sacerdotes heliopolitanos y de los que rendían culto a Isis. Pitágoras fue un iniciado en Oriente, y en Grecia llego en devenir ἡγεμὼν παιδείας (como Platón llegó a ser en la Academia). Por otra parte, o, quizá, por la misma, el estudio del pitagorismo, y, por extensión natural, del platonismo, aparte de ser vector y fundamento de análisis esencial de la historia de la filosofía antigua, también lo es de la historia de la religión, y, cómo no, de la historia de la matemática. Así, para comprender a aquéllos hay que esforzarse en el estudio de aquéllas, siempre desde una visión universalista y nunca etnocéntrica. Este esfuerzo tiene como resultado la comprobación de que tanto la filosofía, como la matemática, incluso, la religión, tienen un origen común, a saber, la observación astronómica; y el hombre observa el cielo desde el Paleolítico. Posiblemente el llamado “milagro heleno” se comenzó a fraguar muy lejos de Grecia e, incluso, mucho antes de que ésta y aquél lleguen a ser.