Predictores de la culpa en el duelo complicado

  1. Camacho Regalado, María Dulce Nombre
Dirigida por:
  1. Miguel Ángel Pérez Nieto Director/a

Universidad de defensa: Universidad Camilo José Cela

Fecha de defensa: 14 de noviembre de 2018

Tribunal:
  1. Jesús Sanz Fernández Presidente
  2. Marta M.ª Redondo Delgado Secretario/a
  3. Francisco Cruz Quintana Vocal
  4. Rafael Jódar Anchía Vocal
  5. Juan Ramos Cejudo Vocal

Tipo: Tesis

Teseo: 579857 DIALNET lock_openTESEO editor

Resumen

La muerte de un ser querido es una de las situaciones vitales más estresantes que puede afrontar una persona. En la fase aguda del proceso de duelo tras la pérdida de alguien muy cercano se experimentan una serie de síntomas físicos, emocionales, cognitivos y conductuales. La mayoría de las personas son capaces de afrontar una pérdida de forma adaptativa, pero un pequeño aunque significativo porcentaje de la población, aproximadamente un 10% (Lundorff, Holmgren, Zachariae, Farver-Vestergaard y O'Connor, 2017; Maciejewski, Maercker, Boelen y Prigerson, 2016; Nielsen et al., 2017; Stroebe, Schut y Stroebe, 2007b), tiene dificultades para elaborar el duelo y desarrolla lo que se denomina duelo complicado, caracterizado por un intenso anhelo por el fallecido, incredulidad, dificultades para aceptar la pérdida, sentimientos de culpa, pensamientos o imágenes intrusivas de la persona fallecida, sensación de pérdida de significado o propósito en la vida sin el fallecido, confusión respecto a la propia identidad, entumecimiento emocional, pérdida de confianza y dificultad para volver a comprometerse con la vida (Maercker et al., 2013; Prigerson et al., 2009). Las personas con duelo complicado experimentan rumiaciones frecuentes sobre las circunstancias o las consecuencias de la muerte, conductas desadaptativas y dificultades en la regulación de las emociones (Shear et al., 2011). Entre los factores de riesgo asociados al duelo complicado destacan la relación de parentesco con el fallecido y las circunstancias de la muerte. Parece haber consenso entre los investigadores respecto a que la muerte de un hijo es la pérdida más devastadora en comparación con la pérdida de la pareja, un hermano o un progenitor (Cleiren, 1993; Maccallum, Galatzer-Levy y Bonanno, 2015). El duelo de los padres que han perdido a un hijo ha sido reconocido como el más intenso y duradero en el tiempo, con graves consecuencias en todos los ámbitos de su vida (Kersting, Brähler, Glaesmer y Wagner, 2011). En cuanto a las circunstancias de la muerte, se ha comprobado que las muertes violentas (suicidio, homicidio y accidente) generan más problemas de salud mental como depresión mayor, trastorno por estrés postraumático, abuso de alcohol y drogas e ideación suicida que las muertes por causas naturales (Brent, Melhem, Donohoe y Walker, 2009; Dyregrov, Nordange y Dyregrov, 2003; Melhem, Walker, Moritz y Brent, 2008; Murphy, Tapper, Johnson y Lohan, 2003c; Zinzow, Rheingold, Hawkins, Saunders y Kilpatrick, 2009). Entre las muertes violentas, el suicidio de un ser querido genera en los allegados una sintomatología de duelo muy intensa y persistente, con características específicas respecto a otros duelos, como elevados niveles de culpa, rumiación acerca del porqué, menor apoyo social, estigma, vergüenza, entre otras (Jordan, 2001). El sentimiento de culpa es considerado uno de los temas centrales después de una pérdida significativa y puede obstaculizar la evolución saludable del duelo (Buckle y Fleming, 2011; Humphrey, 2009; Li, Tendeiro y Stroebe, 2018). De hecho, el manual diagnóstico DSM-V (American Psychiatric Association, 2013) ha incluido culparse a uno mismo como uno de los criterios del trastorno por duelo complejo persistente. Por su parte, la 11ª edición de la Clasificación Internacional de Enfermedades (OMS, 2018) señala la culpa como uno de los criterios para el diagnóstico del trastorno por duelo prolongado. Sin embargo, respecto a la prevalencia de la culpa en las personas que han sufrido una pérdida, Stroebe et al. (2014), en una revisión de estudios sobre la culpa en el duelo, encontraron que la prevalencia de este sentimiento variaba significativamente desde un 7% a casi el 90%, y apuntaban que esta discrepancia podría deberse a las distintas escalas utilizadas para medir la culpa. La presente tesis doctoral tiene como objetivo general analizar la culpa asociada al duelo y estudiar el papel de los procesos de rumiación y regulación emocional en el desarrollo de la culpa en el duelo complicado, incluyendo el rol de aspectos de la pérdida como las circunstancias de la muerte y el parentesco con el fallecido. Para alcanzar este objetivo se desarrollaron tres diseños de investigación que dieron lugar a tres estudios. Los objetivos específicos del primer estudio fueron explorar la culpa asociada al duelo teniendo en cuenta las causas de la muerte (muerte natural esperada, inesperada, accidente, suicidio y muerte perinatal) y analizar las diferencias que pueden deberse al uso de distintos instrumentos de medida de la culpa. Los resultados mostraron que las personas en duelo por suicidio experimentan mayores niveles de culpa que cuando la pérdida se ha debido a otras causas. Respecto al segundo objetivo, los resultados parecen confirmar que, cuando se emplean escalas específicamente diseñadas para este grupo de población, los datos muestran diferencias significativas entre los distintos grupos de causa de la muerte. El objetivo del segundo estudio fue analizar el papel de la rumiación en la relación entre la causa de la muerte y la culpa en personas en duelo. Los resultados mostraron que en los casos de suicidio la rumiación incrementa los niveles de culpa de forma significativa, pero solo respecto a la muerte natural esperada, no respecto a la muerte natural repentina e inesperada ni a la muerte por accidente, lo que puede tener sentido teniendo en cuenta que la rumiación en el proceso de duelo suele centrarse en la causa de la muerte, y parece plausible asumir que las personas que han perdido a un ser querido por muerte natural esperada experimentan menos rumiación que en los casos de muerte inesperada, como un ataque al corazón, por ejemplo, o un accidente. Por último, el tercer estudio analiza el papel de la regulación emocional y el parentesco en la relación entre la culpa y la causa de la muerte. Los resultados obtenidos mostraron que las personas que han sufrido la pérdida de un progenitor, la pareja o un hermano por suicidio experimentan menos dificultades en la regulación emocional respecto a la culpa que aquellas que han sufrido la pérdida de un hijo en esas circunstancias.