Cartografía de la memoriaactores, lugares, prácticas en El Salvador (1992-2015)

  1. Hernández Rivas, Georgina
Dirigida por:
  1. Marta Elena Casaús Arzú Director/a

Universidad de defensa: Universidad Autónoma de Madrid

Fecha de defensa: 03 de febrero de 2016

Tribunal:
  1. Teresa García Giráldez Presidenta
  2. Jesús Izquierdo Martín Secretario/a
  3. Modesta Suárez Vocal
  4. Ellen Moodie Vocal
  5. Robin Maria DeLugan Vocal

Tipo: Tesis

Resumen

La motivación de escribir sobre lugares de memoria e identificarlos en el mapa de la actual producción cultural salvadoreña surge de mi implicación como emprendedora de la memoria, al contribuir a gestar un proyecto cultural en el período de transición y reconciliación, tras la firma de los acuerdos de paz que pusieron fin a una cruenta guerra (1980-1992). Para mí, ese período de transición significó un reencuentro con mi país. Pude finalmente transitar, más allá de los pocos municipios que conocí en mi niñez, hacia aquellos que estuvieron vedados por ser zonas bajo control militar - como en Chalatenango y Morazán-. Asimismo, significó poder hablar de lo innombrable, aquello que, en tiempos de clandestinidad, significó una forma de sobrevivencia. Quizá parte de mi fascinación sea que mi adolescencia coincide con esa época de transición, donde el país se abría totalmente, despojándome de los límites perversos impuestos durante el período de la guerra -toque de queda, cese de garantías civiles, requisas militares, desapariciones, torturas, bombardeos, ofensivas militares, zonas bajo control militar- marcando un punto de inflexión que me motivaba a la acción. Se abrían nuevos escenarios de reconocimientos de otros actores y espacios en mi país y quise ser parte de ellos. Palabras como refugiados, repoblados, incorporación, desmovilizados, desarme, acuerdos, reconciliación, sonaban en anuncios y pláticas cotidianas de entonces. Algunos de nosotros que entrabamos en la juventud parecíamos no encontrar un hilo conductor entre nuestro país de la niñez y el de inicio de la juventud; sin duda era un corte demasiado drástico en el rumbo histórico de país, donde no se nos tendieron los puentes necesarios para comprender el continuum, seguramente debido a la celeridad con la que el Estado emprendió la tarea de pasar página al capítulo perdido de la historia nacional. El emprendimiento de memoria en el que me impliqué como parte del equipo fundador del Museo de la Palabra y la Imagen (MUPI), significó reconocer que la memoria puede seguir rumbos impredecibles cuando se fundamenta en la participación ciudadana. El MUPI es un lugar de memoria, que ha resignificado el pasado, no sólo de la historia política, sino también de la historia cultural del país, XXII esa que enmaraña el tejido de nuestras identidades. Ese espacio fue también la plataforma para conocer a otros actores y a otras realidades desde las que se han creado y significado otros lugares de memoria. Me refiero específicamente a los casos que surgen en las comunidades repobladas de El Salvador y al proceso de creación del Monumento a la Memoria y la Verdad, ambos proyectos basados en la voluntad de justicia y memoria. Dichos emprendimientos surgen ante la débil respuesta del Estado para afrontar las deudas del pasado, que optó por el olvido al decretar la Ley de Amnistía en 1993, que dejó inoperantes las acciones de justicia y reparación moral de las víctimas. Es mi intención seguir contribuyendo a la gestión de la memoria, y, por ende, a la construcción de una ciudadanía incluyente y justa, si en su día fue con mi implicación en la fundación del MUPI esta vez lo haré mediante mi investigación de tesis doctoral.