El Ordo Amoris de César Vallejo

  1. CARRASCO TEBAR, MARÍA JOSÉ
Dirigida por:
  1. Vicente Cervera Salinas Director/a

Universidad de defensa: Universidad de Murcia

Fecha de defensa: 25 de septiembre de 2008

Tribunal:
  1. Victorino Polo García Presidente/a
  2. Francisco Vicente Gómez Secretario/a
  3. María Ángeles Pérez López Vocal
  4. María del Rocío Oviedo Pérez de Tudela Vocal

Tipo: Tesis

Teseo: 107482 DIALNET

Resumen

Sin lugar a dudas, para aprehender, si es que es posible aprehender, la esencia de la poesía de César Vallejo, es necesario ante todo abandonar nuestros hábitos literarios y asumir una actitud receptiva y atenta, no sólo con cada verso y con cada palabra, sino también con cada ilogicismo, con cada distorsión, con su hermetismo, su desconcierto; porque el poeta nos transmite una percepción del mundo siempre distinta y cambiante donde no existe lo establecido y lo vigente. Sostener pues juicios categóricos e inamovibles en un trabajo que intente ahondar en el alma, siempre en pugna, de uno de los poetas más geniales e incomprendidos del siglo XX, sería además de un craso error y un acto de soberbia, una injusticia para con César Vallejo. Limitados pues, no sólo por el tiempo y los medios, sino también por nuestra propia subjetividad, trataremos de exponer, siempre desde el máximo respeto a los trabajos críticos precedentes , esta personal lectura y visión del mundo poético vallejiano, sin excluir con ello, en la manera de lo posible, la múltiple plurivalencia que lo caracteriza. Somos conscientes indudablemente que todo intento de descifrar o interpretar a César Vallejo, como a cualquier otro poeta de su talla y genialidad, trasladando su poesía a un discurso crítico, ha de reducir inevitablemente sus complejos y ricos significados. Friedrich Schlegel explicaba que es precisamente así que "queremos quitarnos de encima el encantamiento del poeta" para "espiar en todo aquello de lo que quiso privar a nuestra vista, o que no quiso mostrar en primer lugar" y que es lo que a su vez también "en primer lugar le hace artista: los objetos secretos que persigue en silencio y de los cuales jamás podremos presuponer demasiados en el genio, cuyo instinto se ha vuelto arbitrariedad" . Como bien sostiene asimismo Saúl Yurkievich existe un conocimiento de alcance extrapoético que "no puede desprenderse de la estructura integral del poema; está inserto dentro de un montaje verbal específico y sujeto a la peculiar funcionalidad poética. Se trata de un conocimiento dentro de la forma artística, no traducible a otros términos que los artísticos" . Sin olvidar pues las inconveniencias y desajustes propios de la labor crítica, y con el fin de salvaguardar la polivalencia semántica del texto, trataremos de evitar en todo momento los juicios axiomáticos en favor de un encuentro directo y literal con los versos del poeta, desde los que, fundamentalmente, se asentará nuestra tesis. Este trabajo concretamente defenderá ante todo la lectura de la obra de César Vallejo "en clave amorosa", porque consideramos que sólo y fundamentalmente desde el Amor, el peruano construye y da sentido a todos y cada uno de sus poemarios. Son pocos los artículos y estudios críticos que analizan detenidamente este tema en la poesía vallejiana. José María Valverde, por ejemplo, en "Aproximaciones a César Vallejo", le dedica escasas líneas en un artículo que lleva el título, no sin cierta paradoja, de "El amor", pero en el que, curiosamente, apenas se esboza o revela nada al respecto . Numerosos en cambio son los críticos que, confundiendo en uno los significados bien diversos de "erotismo", "sexo" y "amor", han circunscrito la presencia de un tema angular en la obra vallejiana a tan sólo dos de sus poemarios: Los heraldos negros y Trilce. Desde luego es indiscutible tanto la gran carga erótica que encierra el primer libro vallejiano, como el componente sexual que claramente contiene Trilce, pero no creemos que la ausencia de erotismo y sexo en los últimos poemarios de César Vallejo revele, entre otras cosas, una actitud esencialmente antisexual del poeta, como así sostiene Giovanni Meo Zilio en su trabajo "Materiales para un estudio de estilística cuantitativa , declaraciones las suyas que nos parecen del todo desatinadas y oscurecedoras. Por su parte, autores como Jean Franco, por ejemplo, apuntan por otro lado que el amor en LHN parece manifestarse únicamente como consecuencia de las modas literarias del momento , en este caso el modernismo, o que el acto sexual en Trilce sólo "es el placer más intenso y al mismo tiempo más intrascendental" . Nuestra tesis tratará de demostrar de la forma más coherente posible la inexactitud de tales afirmaciones. Las dimensiones trascendentales que asume en verdad el Eros en la poesía de César Vallejo, redescubren con él el origen del "más bello entre todos los dioses", adquiriendo así la mitología, como bien sostenía Hegel, un sentido general más profundo que el mero externo de sus narraciones y creaciones . El Amor, que entre los griegos fue nombrado Eros, surgió según la tradición órfica de un huevo cósmico partido por la mitad. Fue el primer dios nacido, de quien el mundo tuvo su primer origen, y creó a los dioses y reinó entre ellos y los seres humanos distintos a nosotros: ellos pertenecían a otra era, la de la Edad de Oro . Con distintos nombres se reconoció a este dios primordial, ordenador de los elementos del mundo y asegurador de la perpetuación de la vida. Además de Fanes, "Luz deslumbrante", el dios se apropiará a lo largo de la tradición órfica de otros títulos como Metis, alusión a la "sabiduría" o "designio", o Ericepeo o Erikapaeos, cuyo origen no es griego y para el que se han encontrado diversas interpretaciones, entre ellas, la de "dador de vida" o, simplemente, "vida". Él mismo vuelve a nacer una y otra vez, establece la armonía en el Caos, une las partes disgregadas en el todo universal y constituye ante todo el principio que habrá de caracterizar la visión que sobre el Amor nos transmitirán voces como las de Hesíodo, Aristófanes, Parménides o Empédocles. Porque Eros, llámese Fanes, Metis o Erikapaeos, no era en un principio un niño regordeto, con tirabuzones, alas y carcaj que hacía de las suyas entre los humanos y los dioses, lanzando a diestro y siniestro sus flechas emponzoñadas con un arco y mucha puntería. Es cierto que fue asumiendo sus formas mórbidas y redondas hasta transformarse a partir de la poesía lírica de los siglos VI y V a. de J.C. en la imagen misma de la primera infancia -esto es, Cupido -el niño cruel, responsable con sus artimañas de las pasiones del hombre, pero será precisamente su condición original, la de quien para Hesíodo fue el más bello entre los dioses inmortales, la de Erikapaeos, "dador de vida", la que renacerá a lo largo del tiempo en aquella poesía amorosa que asumirá y expresará exclusivamente una concepción trascendental y metafísica del erotismo y el amor. La obra de César Vallejo no sólo asume esa concepción trascendental y metafísica del erotismo y el amor, sino que además ese sentido original, iniciático y ontológico que encierra la unión y los cuerpos de los amantes, se revelará indispensable en una trayectoria ascendente y amorosa que dibujará su poesía; ya que el discurso amoroso de César Vallejo no se interrumpe en los Poemas Póstumos, como sostienen algunos críticos, sino que continúa como expresión de una evolución, de un desarrollo que adquiere en él y en sus poemas el concepto y la experiencia del Amor. Y es que César Vallejo va mucho más allá en un tránsito que oscila entre la sexualidad, el erotismo y el amor. Las diferencias entre estos tres aspectos bien distintos las recoge Octavio Paz en su maravilloso ensayo La llama doble. Amor y erotismo . "El más antiguo de los tres- afirma el poeta mejicano- el más amplio y básico, es el sexo. Es la fuente primordial. El erotismo y el amor son formas derivadas del instinto sexual: cristalizaciones, sublimaciones, perversiones y condensaciones que transforman a la sexualidad y la vuelven, muchas veces, incognoscible" . El erotismo, frente a la sexualidad, es exclusivamente humano: "es sexualidad socializada y transfigurada por la imaginación y la voluntad de los hombres" . En este sentido se relaciona igualmente con la poesía, porque ambos son ceremonia, representación y metáfora. El amor por su parte, es eso y mucho más: "una purificación, como decían los provenzales, que transforma al sujeto y al objeto del encuentro erótico en personas únicas" . Pero Vallejo, decíamos, va más allá: él trasciende la pareja de amantes y transforma su sentimiento en un Amor universal, que es asimismo conocimiento del Absoluto. Este conocimiento, como bien explica Octavio Paz, no es intelectual: "el que contempla y conoce no es el ojo del intelecto, como en Platón, sino el del corazón" . Y a él se llega siguiendo, como hemos dicho, una trayectoria bien precisa, un orden: concretamente, el que constituye en su base, siguiendo las palabras de Scheler, el ordo amoris en este caso del hombre-César Vallejo.