Imagen e imaginario. La función de los sistemas de representación. Un análisis de la Cataluña moderna

  1. Irizar Romero, Narcis

Universidad de defensa: Universitat de Barcelona

Año de defensa: 1990

Tribunal:
  1. Eugenio Trías Sagnier Presidente/a
  2. Miguel Usandizaga Calparsoro Secretario/a
  3. Pere Salabert Sole Vocal
  4. Antonio Aguilera Pedrosa Vocal
  5. Gabriel Pedro Albiac Lopiz Vocal

Tipo: Tesis

Teseo: 24136 DIALNET lock_openTDX editor

Resumen

La tesis se interroga por la función de los sistemas de representación en los lenguajes de las prácticas artísticas, más allá de una mera consideración estética, insuficiente a nuestro juicio que, separándose del kantismo -y aquélla su propia separación en los albores de la sociedad capitalista- retoma el concepto de imaginación productiva de Spinoza y la crisis postrenacentista de la que emerge, para efectuar un análisis extraestético de los signos siguiendo la viva recomendación del Adorno de la Teoría estética. La perspectiva es, pues, la de una ontología constitutiva que se extiende a todas las prácticas en cuanto interventivas y constitutivo-apropiativas de realidad, sin exclusión alguna del arte como práctica del "desinterés estético", en Kant.En efecto, con la misma dignidad y eficacia que las prácticas "duras" de la transformación técnica y el trabajo en general, la institución de lenguajes y sistemas de representación son producciones cualificadas de sentido lingüístico-comunicativo y simbólico que suscitan dinámicas en los cuerpos, transforman estados anímicos, generan afecciones y revolucionan el universo del ojo y del oído cuyas percepciones constituyen, no conocimiento degradado como en Kant, sino materia prima en cuanto percepciones -seres de razón y sensación indescirniblemente- constitutivas de un conocimiento de primer grado: ideas inadecuadas, ilusión verdadera, error necesario que la mens actualiza en "nociones comunes" (Spinoza), concordancias, formalizaciones, formulaciones racionales y comunicables en la dimensión colectiva a partir de la imaginación productiva y su monádica tarea diferencial. El arte es entonces la fuerza de seducción hacia lo que todo tiende en el orden de lo sensible, en tanto que expresión coparticipada de la comunicad en uno u otro grado. Coparticipada en la medida que manifiesta el grado de saber técnico-científico (scientific power, en Marx) y el grado de liberación lingüístico-comunicativa y simbólica respecto de las formas sujetantes anteriores, readecuadas a la nueva composición de las subjetividades. No nos inclinamos hacia ello (lo bueno, lo verdadero, lo bello) por que sean tales, sino porque lo consideramos bueno, verdadero, bello. Revolución spinoziana por excelencia: no hay ninguna finalidad salvo la retorización de nuestra potencia como tal. El arte es sentido logicizador primero de la significación imaginaria histórico-social, indecible e irreferible, magmática; es figura sobre un fondo indistinto que contiene e irradia toda la fuerza seductora de la ilusión. Voz de un hacer que, en su atribuir qué pasa en la física del mundo, qué en los cuerpos, qué en caos-cosmos, sustancializa entidades, figuras -aquello que enla cosa no es- transgresores del mundo existente, el tedio y la muerte indiferentes. Sustancializa en una práctica del atribuir cuya dimensión simbólica y productora de sentido -la técnica no sólo es dialéctica del útil y de la mano sino extensión de un gesto eficaz, también el de la cara y el gesto facial emerge como ficción modélica que produce efectos de verdad en la perspectiva foucaultiana de una historia política de la verdad. Verdad de un sujeto histórico o clase en cuanto todo decir, se efectúa desde una estructura dada de la conciencia, es decir, de la composición técnico-científica y lingüístico-comunicativa del sujeto. Composición finalmente política. Todo ello implica una aporía entre significado y sentido que las tentativas de Rusell y Moore, entre otros, trataron de resolver realísticamente reivindicando prueba hacia la realidad. Wittgenstein reduce brutalmente el significado al dato: el significado en un juego lingüístico es el uso de la palabra. Ahora bien, uso en un contexto, es función. Y más allá de lo estrictamente funcional, mera tautología, lo místico es el mundo como un todo limitado. La crítica de la filosofía ordinaria del lenguaje se resuelve en pragmatismo puesto que la fuerza de la afirmado, aun si tautológico, es superior al mero límite de lo místico que, si límite real, es enfatizado como obstáculo insalvable y en consecuencia en absoluto generador de afecciones dinamizantes y dimensión colectiva. Después de Wittgenstein viene forzosamente Heidegger y el "ser-para-la-muerte" individualístico del sujeto vienés, fascista o socialista, es decir, siempre burgués. Sin embargo, no hay dato, sino construido. La significación social imaginaria es diseminación de potencialidad innovativo-productiva, enrancia anómica, acúmulo de vida y nuevos complejos interrelacionales o dispositivos actualizables por el cuerpo social en figuras (eidé) como diferencia de lo mismo (eidos). Diferencia tanto de la figura como de la subjetividad que la genera, que se limita resemantizar el mundo y a sí misma según su propia composición de fuerzas: por ello la retoriza como finalidad, proyecto, y la denomina bella. Los signos, cierto, son convencionales y arbitrarios, pero pensamos por imágenes y no las imágenes que Wittgenstein sitúa en un plano lógico igual que las palabras, sino imágenes-afección, movimiento, tensión, tormento de la materia en términos de Marx. Todo el pensamiento negativo, desde Schopenhauer y Nietzsche a Massimo Caccari olvida la relación de necesidad del sujeto con el mundo, concebido desde una abstracta libertad absoluta de autoposición que doma el mundo, pero el propio Wittgestein nos da la clave: la conexión entre significado y significante es, no inventable como asegura, sino necesaria y determinada por la imagen-afección que subyace en el lenguaje: imaginario/deseo del conatus spinoziano, intensidad y temporalidad del cuerpo y su capacidad de obrar y determinar para perseverar en el ser. La calidad del lenguaje y la del imaginario reobran entre sí según la composición política aludida. El lenguaje, todo régimen de signos es, también el de la práctica artística, intervención en la realidad-virtualidad del mundo, al que afecta y produce regímenes de producción de verdad y realidad. El viejo materialismo y su primacía explicativa de la técnica y una noción restringida del trabajo -útil y mano- quedan superados. Y puesto que las prácticas artísticas se erigen en constitutivo-apropiativas del mundo mediante su atribuir qué pasa en el mundo y qué cuerpos al generar figuras que producen efectos de verdad, aun si mera ilusión, toda la historiografía burguesa o marxista que prima la "estructura económica" queda obsoleta. Los regímenes de signos no son en absoluto convencionales, sino especificados por el ritmo-temporalidad-intensidad de la composición política co-participada, lo que el propio Saussure admite en un supuesto estructuralismo del que no habla. El signo es entonces signo de lo que falta, para que nada falte en el proceso de autopoiesis del ser social y su autoalteridad sin finalidad. En el trabajo se analizan obras menores -grabados y demás- de la Cataluña moderna a título de verificación.