Dos estrategias para la extrema derecha

  1. Guillermo Fernández Vázquez
Revista:
Política exterior

ISSN: 0213-6856

Año de publicación: 2019

Volumen: 33

Número: 188

Páginas: 68-75

Tipo: Artículo

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Resumen

La derecha radical tiene dos opciones para asaltar Bruselas: formar un ‘supergrupo’ de euroescépticos que obstaculice la integración, o atraer al PPE para romper la gran coalición. El pánico moral ante el avance de la extrema derecha en toda Europa (incluido ahora también España) conduce a menudo a sobrestimar su potencia.1 En concreto, en lo que se refiere a su capacidad de actuar unida, alcanzar acuerdos y llevar adelante una estrategia coral. Esta idea está alimentada por cinco factores: la presencia en el continente del antiguo director de campaña de Donald Trump, Steve Bannon, cada vez más frecuente, y la creación de la plataforma The Movement; la entrada en el gobierno de partidos como el FPÖ austríaco o la Liga italiana de ­Matteo Salvini; la creciente influencia del grupo de Visegrado, que aglutina a Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia; la aparición de partidos políticos de extrema derecha con expectativas electorales crecientes en países como Alemania (Alternativa por Alemania, AfD) o España (Vox), donde formaciones de este estilo no habían existido más que de manera grupuscular en los últimos 40 años; y el aguante y la pujanza electorales de formaciones históricas de este campo político como el Rassemblement National en Francia (RN, antiguo Frente Nacional), el PVV en Holanda, el Vlaams Belang en Bélgica, el Partido Popular Danés, o también los nórdicos Demócratas de Suecia y Verdaderos Finlandeses. Sin embargo, dentro de la extrema derecha europea conviven diversas estrategias, a veces incluso contradictorias entre sí. Distintos modelos de entender la relación con Rusia, diversas valoraciones de la Unión Europea y el papel del euro, historias nacionales complejas –la cuestión del secesionismo crea enormes problemas–, distintos grados de confianza respecto al papel que pueden (o deben) jugar Bannon y The Movement, e incluso distintas maneras de aproximarse y tratar a la derecha clásica. Más que un bloque homogéneo, la extrema derecha europea es un conjunto heteróclito, de contornos borrosos, fuerte contraste interno, vetos cruzados y discusiones potentes. Por decirlo gráficamente: más que a una ciudad centroeuropea, la derecha radical europea se asemeja a una calle de Nápoles, donde las diversas estrategias se cruzan, se rozan, se increpan e incluso chocan en ocasiones. Quienes estamos fuera, pero atentos, escuchamos el sonido de los cláxones y la voz lejana de los improperios. En la práctica, lo que realmente une a este grupo dispar de partidos y organizaciones políticas es el hecho de tener un enemigo en común: el federalismo europeo, encarnado sobre todo en las figuras de Emmanuel Macron y Angela Merkel. Una oposición al federalismo que se hace en nombre de la nación, entendida como la supervivencia etnocultural de ésta. Por consiguiente, la cuestión para la extrema derecha es averiguar cómo se combate mejor este proyecto federalizante; es decir, cómo se tumba de manera más eficaz el proyecto que los ultraderechistas gustan en llamar “los Estados Unidos de Europa”.