Una transición política fallidaEspaña, de la monarquía a la república (1930-1931)

  1. José Ignacio Sanz Cerezuela
Dirigida por:
  1. Enrique San Miguel Pérez Director/a

Universidad de defensa: Universidad Rey Juan Carlos

Fecha de defensa: 26 de septiembre de 2017

Tribunal:
  1. Gustavo A. Villapalos Salas Presidente
  2. Fernando Suárez Bilbao Secretario/a
  3. Victoriano Martín Martín Vocal
  4. José Francisco Serrano Oceja Vocal
  5. José Luis Sánchez García Vocal

Tipo: Tesis

Teseo: 506375 DIALNET

Resumen

UNA TRANSICIÓN POLÍTICA FALLIDA: ESPAÑA, DE LA MONARQUÍA A LA REPÚBLICA (1930-1931) Si tuviera que buscar un símil matemático simplón de la evolución del estado de convivencia en España durante el siglo XIX, intentaría describirlo con una función de movimiento helicoidal, de forma que, en un movimiento combinado de rotación y traslación, nuestra sociedad fue pasando una y otra vez por los mismos estados a medida que se desplazaba, con el paso del tiempo, como un punto sobre una rosca, por la superficie un cilindro en la que, como generatrices, se encuentran todos los posibles estados de una sociedad. El fundamento de una sociedad, de un sistema social, es “la convivencia”, se sobreentiende que pacífica y productiva, y este es un concepto que, para llegar a tener existencia cierta, debe encontrarse en un entorno muy condicionado. No puedo hablar de “condiciones suficientes” para la convivencia, pero si me atrevo a declarar algunas “condiciones necesarias”, de modo que utilizando la regla de inferencia modus tollendo tollens, diría: Si hay convivencia, entonces debe existir, al menos, voluntad de convivir, retorno de un beneficio por la convivencia, respeto entre los miembros del grupo y solidaridad. Esos conceptos, que he definido como “condiciones necesarias”, son, también, en sí mismos, “valores creadores de convivencia”. Pero, si en el devenir de la historia de una nación puede haber momentos que uno o varios de ellos mermen o, incluso, desaparezcan temporalmente, o prime uno de ellos sobre los demás, o se favorezca uno en algún subgrupo segregando su sentir del resto de los miembros y, en definitiva, se produzcan conflictos más o menos graves, en España el caso ha sido de especial recurrencia y, sin lugar a dudas, ha tenido consecuencias de singular gravedad. Decía Sánchez Albornoz, como recoge don Pedro Sainz Rodríguez en su libro Semblanzas, desde Buenos Aires en carta a don Pedro el 22 de mayo de 1981: “Sigo con ansiedad las cosas de España. Tenemos una tradición ancestral de barbarie. Quizás no la hemos superado. Hemos hecho grandes y magníficas cosas, pero nuestro talante nos lleva de vez en cuando a la pura violencia. Dios nos ayude. Franco no supo hacer la paz por desgracia para España” Una España complicada, separada de la Europa cristiana durante la dominación musulmana y centrada en su reconquista durante 800 años. Una España que, aun así tuvo fortaleza para, a través de la Corona de Aragón, ser dueña del Mediterráneo. Una España que recién nacida fue un “Imperio”. El primero verdaderamente universal que conoció la historia. Una España que fue víctima de su poder y de su efímera riqueza. Una España que no fue bien administrada. ¿Qué faltó en nuestra España para que recién salida de una guerra con el invasor francés y sobrealimentado el espíritu de Patria, entrara en una larguísima etapa de desentendimiento y odio que terminó en la mayor guerra fratricida de la Europa del siglo XX? El objetivo de esta tesis pretende ser construir una hipótesis sobre el frustrado proceso de transición política que se desarrolló al final del primer tercio del siglo XX. Se ha querido poner de relevancia la necesidad de que la figura del Jefe del Estado sea dotada por el ejercicio de sus responsabilidades, y por el despliegue de una política social y de comunicación a la ciudadanía coherente y adecuada, de los valores y autoridad moral de la institución en la que recae la suprema aspiración de encarnar el espíritu de la nación, tanto externa como internamente. Siendo así que, si esta figura mantiene el suficiente prestigio, los vaivenes sociales provocados por las crisis, en sus más amplios aspectos, culturales, enfrentamientos políticos o de interés, lleguen a quedarse más abajo de la institución; y, si le afectan, sea ésta capaz de absorber los movimientos adversos manteniendo esa posición moralmente elevada, de manera que el sistema podrá volver a la estabilidad debido al puro efecto aglutinante que el mero hecho de su existencia y posición tiene sobre la sociedad como coraza del concepto de convivencia ya que las condiciones necesarias para ello, a pesar de las oscilaciones en su estado, se mantendrán dentro de los márgenes soportados por el sistema gracias a la robustez que proporciona la máxima institución. En momentos complicados como los de hoy, cuando miramos atrás y encontramos tantas y tantas coincidencias y, preocupados, vislumbramos una, aunque sea pequeñísima, posibilidad de que se repitan episodios de nuestra historia que considerábamos superados, yo me reafirmo, y más cada día, en mi convencimiento de la importancia de la estabilidad que la Corona puede otorgar a la nación y, me reafirmo en el concepto monárquico, hoy tan criticado en ambientes universitarios, por lo que de grande tiene la seguridad de la absoluta independencia partidista del que es “El Primer Ciudadano”. Por ello, este trabajo de investigación doctoral quiere acudir a un momento de nuestra historia en el que, siendo como era el pueblo proclive a la Corona, los errores humanos del rey mismo y de su entorno, dura historia que, como pesada mochila, llena de incomprensión y enemigos, cargaba a la espalda el monarca, hicieron imposible que su autoridad moral se impusiera a intereses particulares y ajenos al bien común. Una debilidad que abrió las puertas de la guerra y volvió a dejar a España sangrando y sola.