Las voces del tormento. Representación del horror en poesía chilena escrita durante la dictadura militar (1973-1990)

  1. Ozuljevic Subaique, Ashle Siun-Ghang
Dirigida por:
  1. Edgardo Dobry Director/a

Universidad de defensa: Universitat de Barcelona

Fecha de defensa: 18 de noviembre de 2022

Tribunal:
  1. Niall Binns Presidente
  2. Dunia Gras Miravet Secretario/a
  3. Mariana Di Ció Vocal

Tipo: Tesis

Teseo: 797395 DIALNET lock_openTDX editor

Resumen

La dictadura de Augusto Pinochet se extendió entre el 11 de septiembre de 1973 y el 11 de marzo de 1990. Durante esos 17 años se contabilizan, según los informes de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (1991) y la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura (2004), alrededor de 200.000 personas exiliadas, 3.227 personas ejecutadas y más de 1.200 desaparecidas, en un total de más de 35.000 víctimas directas. Esta tesis tiene por corpus parte considerable de la producción poética chilena escrita durante el periodo, la cual, bajo circunstancias sociopolíticas tan severas, buscó los modos de representar el horror, que era a la vez subjetivo y objetivo. Es decir, personal (en tanto se representan, en los poemas, experiencias traumáticas, como arrestos ilegales y tormentos físicos) y colectivo, en tanto el terrorismo de Estado afectaba a la sociedad en su conjunto, a sus modos de comunicarse y de expresarse. A lo largo de esta investigación se analizará cómo la poesía refirió y reflejó los modos en que el aparato represivo ejerció la violencia contra el cuerpo de aquellos que consideraba detractores, a través de la prisión política, la tortura, el asesinato y la desaparición de personas. El objetivo de estudio es pues, analizar las distintas representaciones de ese horror en Canto a su amor desaparecido (1985), Purgatorio (1978) y Anteparaíso (1982) de Raúl Zurita; La ciudad (1979) de Gonzalo Millán; Dawson (1985) de Aristóteles España y La Bandera de Chile (1985) de Elvira Hernández, principalmente. Tras la lectura de más de una veintena de series poéticas, se ha podido constatar una conjunto de características textuales, formales y de contenido comunes a gran parte de ellas, entre las que destacan la presencia de la muerte en la forma de asesinato político; el ambiente asfixiante, represivo, prohibitivo; alusiones directas a la violencia física; anhelo de un periodo idealizado, anterior o posterior a la dictadura; descripción de la ciudad como un espacio sin libertad, sitiado, empobrecido, apestado; descripción de la naturaleza como lugar corrompido, convulso; aparición constante de voces marginales, que muchas veces inscriben un discurso alienado. En este último sentido, llaman la atención los textos que evocan extrañeza a partir de incorrección sintáctica, falta o exceso de puntuación, lenguaje inconexo o enunciados incoherentes; en definitiva, un lenguaje atormentado o reprimido, llevado al extremo. Todos estos procedimientos se suman al hecho de que la dictadura chilena fue una época sumamente prolífica a nivel artístico, en la que los autores establecieron nuevas formas de creación, un nuevo modo de decir el (con)texto, que enarbolaba la urgencia de la palabra. La asfixia, el desconcierto y el miedo se tradujo en nuevas formas de comunicarse, planteando un discurso poético que se separaba de las anteriores generaciones y que tenía mucho de resistencia política y cultural, de compromiso con la realidad y con el arte, con el cual la producción literaria chilena de hoy sigue dialogando. Se trata de un discurso heterogéneo, que tiene como elemento unificador la convergencia histórica y su marca de sufrimiento, desesperación y duelo, en un contexto en el que este había sido cancelado. En definitiva, un aspecto esencial de esa producción poética tuvo que ver con una variación de los temas que refería antes del Golpe, pero también de cambios paralelos en el modo de decir, en la técnica. La búsqueda de la poesía chilena de dictadura tuvo que ver con hacer decir a la lengua el horror, comunicar lo inefable, representar el tormento psicológico y la brutalidad contra el cuerpo, a través de las posibilidades y limitaciones del lenguaje literario, replegado, conmocionado o caótico, reflejando que cuando el cuerpo se rompe la palabra enmudece. Todo esto concluye en la construcción de un discurso fragmentado, multívoco y caleisdoscópico, que permitió, así, la ocurrencia de un discurso colectivo, plural, que habla a pesar de la censura y de la imposibilidad misma de enunciar las experiencias límites de la brutalidad y el trauma. La escritura poética de dictadura manifiesta así un hecho de larga data: el fuerte vínculo de lo político en la poesía americana, que desde siempre estableció una convergencia entre hecho político y lirismo, volviendo, en este caso el trauma histórico un testimonio poético