Parábasis, monólogo y "stand-up comedy" en la obra cinematográfica de Woody Allen

  1. García Barrero, Marcos
Dirigida por:
  1. José Manuel Cuesta Abad Director/a
  2. Tomás Albaladejo Director/a

Universidad de defensa: Universidad Autónoma de Madrid

Fecha de defensa: 08 de enero de 2016

Tribunal:
  1. Jorge Pérez de Tudela Presidente/a
  2. Mauro Jiménez Secretario/a
  3. Alejandra Aventín Fontana Vocal
  4. María del Carmen Ruiz de la Cierva Vocal
  5. Tomás de Andrés Tripero Vocal

Tipo: Tesis

Resumen

El telón de este trabajo de investigación se abre con Si tu vois ma mère, tema de Sidney Bechet para la película Midnight in Paris (2011, Woody Allen). El clarinete de Bechet sobrevuela las calles de la ciudad de París que Allen recrea para los ojos de los espectadores. A medio camino entre la postal (cuando le acusan de retratar las ciudades de su última etapa europea con la mirada del turista, él se reconoce como tal) y el cuento de hadas de sesgo existencial, el protagonista busca la solución a su crisis existencial mediante el encuentro con la bohemia parisina de principios de siglo XX. París será la ciudad en la que se enamorará de una joven (¿real?) que le llevará de la mano a su propio inconsciente representado hábilmente sobre la cartografía dorada de la ciudad del amor. La ciudad es una fiesta y los años veinte se revelan como el lugar idóneo en el que el héroe (un escritor en plena crisis personal y creativa interpretado por Owen Wilson), presa de una relación de pareja tan cómoda como insustancial, baja a los infiernos de su propio imaginario donde Ernest Hemingway le explica la diferencia entre sentirse vivo o no, el significado del amor y la necesidad del riesgo, el coraje y el valor, justo lo que el protagonista necesita para hacer frente a sus deseos más ocultos. Comienza, entonces, el descenso al Averno de nuestro héroe. Allí Picasso discute sobre arte con una perspicaz Gertrude Stein, Salvador Dalí desarrolla su particular delirio verbal sobre el significado del arte con Luis Buñuel y un eminente torero español, y una fiesta deslumbrante de la alta sociedad amenizada por Cole Porter tiene a F. S. Fitzgerald y a su esposa Zelda como anfitriones. La Eurídice de nuestro protagonista cobra vida bajo la piel de la actriz Marion Cotillard. Nuestro Orfeo sucumbe presto a sus encantos. Cuanto más se sumerge el protagonista en el sueño, cuanto más dialógico se muestra con relación a su propio inconsciente (la ciudad y sus personajes son la escenificación fragmentada del diván freudiano) más le cuesta volver con su prometida, que le espera en un hotel de cinco estrellas para visitar exposiciones de pintores impresionistas de la mano de esnobs que creen saberlo todo sobre Oscar-Claude Monet. Nuestro poeta sueña con volver a ver a su musa en la fiestas de Scott Fitzgerald mientras que su prometida anhela, en el fondo, que siente la cabeza, abandone su sueño de vivir en París, se haga novelista o guionista de cine en Hollywood, se labre un porvenir, una casa, unos hijos… Su viaje, sin embargo, continúa y su enamorada de La Belle Epoque entona un canto de sirena que les lleva a tomar un carruaje que es otro viaje atrás en el tiempo, alrededor de 1870; son los tiempos del cancán y los cafés bohemios donde Toulouse-Lautrec, Paul Cézanne y Claude Monet discuten sobre la relación entre el arte y la vida de forma desenfadada. Pero la sirena Eurídice se desvanece lentamente y el héroe vuelve a su hotel del año 2011, a la promesa de un Hollywood amenazante y a las tarjetas de crédito ilimitadas con un plan de pensiones incluido. El poeta, entonces, alberga en su interior un sentimiento epifánico que deviene anagnórisis mediante la cual entiende que debe abandonarlo todo (novia, tarjetas y guiones aburridos) para quedarse en París y escribir su novela. “Debes cambiar tu vida”, reza un aforismo de Rainer Maria von Rilke en otra de las películas de Woody Allen1 . El impulso del protagonista de Midnight in Paris, su mitomanía confesa, no está lejos del sentimiento que nos ha llevado a realizar el presente estudio. Todos los artistas que aparecen idealizados en esta película no dejan de ser un coro o, mejor aún, una multitud de corifeos asentados en la urbe moderna que aconsejan, exhortan, incitan y hacen reflexionar (de forma más o menos directa) al héroe (y al espectador) acerca del curso de las acciones humanas y su relación con los grandes temas de la literatura y el arte: el amor y la muerte.