El lobo como pastorLecturas iconoclastas sobre la fiesta de los iconos y su legado

  1. Haris Ch. Papoulias
Revista:
RAPHISA: revista de Antropología y Filosofía de lo Sagrado

ISSN: 2530-1233 2603-6053

Año de publicación: 2018

Volumen: 2

Número: 2

Páginas: 45-59

Tipo: Artículo

DOI: 10.24310/RAPHISA.2018.V0I4.7391 DIALNET GOOGLE SCHOLAR lock_openDialnet editor

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Resumen

A la tradición cristiana ortodoxa le pertenece un tipo muy especial de fiesta: en el, así llamado, domingo de la Ortodoxia hay una celebración litúrgica de las imágenes. Mientras que en muchas culturas las imágenes son empleadas para celebrar un evento histórico, ésta es la única festividad en la cual, por el contrario, las imágenes son celebradas por sí mismas. No obstante, el papel de las imágenes en la Ortodoxia no se acepta de modo unívoco y positivo. De hecho, la expresión del título «el lobo como pastor» pertenece a un padre del desierto y se refiere a la función de las imágenes en nuestra vida mental. Esta expresión no aparece en un documento iconoclasta herético, sino en la célebre Philokalia, una suerte de manual de estética ortodoxa. El objetivo de este artículo estriba en presentar esos dos aspectos en su parentesco paradójico. Primero, presentaré algunos aspectos históricos, simbólicos y litúrgicos de esta fiesta. Así estaremos en condiciones de comprender mejor por qué muchos autores contermporáneos afirman que los orígenes de nuestra cultural visual pueden ser ubicados en esta fiesta. Sin embargo, si comprehendemos el valor filosófico de los iconosw bizantinos, nos daremos cuenta de que tienen poco que ver con nuestas imágenes contemporáneas, sin importar que nos refiramos a imágenes artísticas, religiosas o de los medios de comunicación. A menudo hablamos acerca del «poder de las imágenes», pero lo hacemos para culpabilizarlas —como si se tratase de entidades autónomas— o para alabarlas, en una estetificación generalizada de la vida contemporánea. Afirmo que tanto la iconofobia como la iconodulia emergen como versiones empobrecidas ontológicamente de los anteriores modelos teoréticos bizantinos. Lo que se olvida es el estatus paradójico de la imagen como «apariencia de la esencia del ser» que exige como condición de su propia existencia su auto-disolución. Esta dialéctica, inspirada conceptualmente por la lógica hegeliana, permea por completo la estética bizantina, en la que la fiesta es considerada como una imagen precaria, sostenida en la memoria de un acontecimiento futuro de pérdida de la imagen, conocido como eschaton.