El clero en la corte de Isabel II.Redes de poder y legitimación religiosa de la monarquía (1833-1868)
- Raquel Esther Sánchez Garcia Director/a
Universidad de defensa: Universidad Complutense de Madrid
Fecha de defensa: 05 de mayo de 2023
- Jesús Antonio Martínez Martín Presidente
- David San Narciso Martín Secretario
- Isabel Corrêa da Silva Vocal
- Rosa Ana Gutiérrez Lloret Vocal
- Antonio Manuel Moral Roncal Vocal
Tipo: Tesis
Resumen
Esta tesis doctoral aborda la presencia del clero en la corte de Isabel II (1833-1868), atendiendo a tres aspectos fundamentales. En primer lugar, la evolución organizativa de la Real Capilla en el contexto de racionalidad administrativa establecida por el Estado liberal. En segundo lugar, la presencia de las figuras religiosas en las redes de poder que operaban en palacio. Y, por último, las estrategias de legitimación religiosa de la monarquía mediante discursos y prácticas devocionales, en los que el clero palatino intervenía activamente. El análisis realizado contempla esos tres elementos a lo largo de las diversas coyunturas que atravesó el reinado de Isabel II. En lo que respecta a su perfil institucional, en un primer momento la Real Capilla fue intensamente depurada del personal carlista y reformada para limitar su gasto económico. Sin embargo, no pudieron materializarse las distintas reformas para adaptar la figura del patriarca de Indias, que tenía a su cargo la Real Capilla, a la nueva realidad nacional. Ni tampoco el dominio progresista de palacio durante la regencia de Espartero duró lo suficiente como para imponer criterios de racionalidad y economía. En los primeros momentos de la Década Moderada la Real Capilla siguió siendo una sección palatina sobredimensionada. Además, el rey Francisco de Asís intentó controlarla para favorecer a los eclesiásticos de su círculo. No fue hasta 1849, cuando el Ministerio Relámpago hizo ver al rey consorte que había líneas rojas que no debía traspasar, cuando se inició una senda de racionalización que culminó con las disposiciones del Concordato de 1851 sobre el número de capellanes de honor. Por otra parte, a lo largo del reinado isabelino se establecieron en la corte distintas redes de poder que pretendían controlar la clave de bóveda del Estado liberal: la monarquía. El círculo de María Cristina de Borbón y Fernando Muñoz, identificado con el liberalismo moderado, dominó el palacio durante la mayor parte del reinado de Isabel II. A esta red de poder pertenecían eclesiásticos destacados, como Juan José Bonel y Orbe, confesor real hasta su muerte en 1857. Francisco de Asís también estaba acompañado de notables figuras religiosos, como la célebre «Monja de las Llagas», sor Patrocinio, o su confesor, el padre Fulgencio. En cambio, la reina no se acompañó de este tipo de figuras hasta 1857, cuando fue estrechando lazos con sor Patrocinio y eligió a un nuevo confesor real, el padre Claret. En los breves períodos en que los progresistas estuvieron en el poder, intentaron limitar la actuación de estas redes de poder y de las figuras religiosas que en ellas se integraban, aunque no tuvieron mucho éxito. Sea como fuere, estos personajes no actuaban al unísono ni en función de principios políticos definidos, sino movidos por sus lealtades e intereses personales que coincidían en la defensa de los derechos de la Iglesia. Por último, la monarquía liberal no renunció al ritual religioso como elemento de legitimación. En las metáforas religiosas de sermones y ceremonias se expresaba la unión de la reina con la nación por medio de la religión, un elemento ampliamente aceptado por una población que quedaba excluida de la política y de la mayoría de las realizaciones culturales del liberalismo. Ese uso propagandístico de la religión no solamente apelaba al pasado, sino que también incorporaba los valores morales de las nuevas élites, como el ideal de domesticidad burguesa. Sin embargo, el uso de la religión como elemento de legitimación de la monarquía se reveló ineficaz en la fase terminal del reinado, cuando la reputación de la reina había caído y la presencia de figuras religiosas a su lado dio pábulo a la propaganda antidinástica, que difundía la idea de que Isabel II se encontraba completamente mediatizada por personajes eclesiásticos que intentaban imponer una política reaccionaria desde los salones de palacio.