Estudio del estilo de vida y riesgo de trastorno de la conducta alimentaria en estudiantes universitarios de ciencias de la salud

  1. CASTELAO NAVAL, OLGA
Dirigida por:
  1. Maria del Mar Larrosa Pérez Directora
  2. Carmen Marina Meseguer Barros Codirector/a
  3. Ascensión Blanco Fernández Codirector/a

Universidad de defensa: Universidad Europea de Madrid

Fecha de defensa: 28 de julio de 2017

Tribunal:
  1. Angel Gil Izquierdo Presidente/a
  2. Andrés Arriaga Arrizabalaga Secretario/a
  3. Marta Mesías García Vocal

Tipo: Tesis

Teseo: 499493 DIALNET

Resumen

El estilo de vida, entendido como el conjunto de pautas y hábitos de comportamientos elegidos entre diversas opciones posibles por los individuos, cobra una gran importancia, por la repercusión que esa elección puede tener sobre la salud. La alimentación, el sedentarismo y el consumo de sustancias tóxicas como el alcohol y el tabaco, están consideradas por organismos nacionales, internacionales y sociedades científicas, como factores de riesgo para el desarrollo de múltiples enfermedades no transmisibles o enfermedades crónicas, causantes de altas tasas de morbilimortalidad en la población de todas las edades. Por otra parte, los trastornos de la conducta alimentaria son enfermedades mentales crónicas asociadas con determinadas conductas (relacionadas con la alimentación o el ejercicio físico, entre otras), para perder o controlar el peso. Son responsables de importantes alteraciones en la salud, pudiendo llegar a producir el fallecimiento de quien los padece El acceso a la universidad es una etapa vital de grandes cambios. El universitario empieza a ser autónomo en la toma de decisiones sobre su estilo de vida, algunas de las cuales pueden tener repercusiones a corto, medio o largo plazo en su salud. El objetivo principal de esta Tesis es conocer los hábitos o conductas relacionados con la alimentación, la actividad física y el consumo alcohol y tabaco, y su papel en el riesgo de los Trastornos de la Conducta Alimentaria en la población universitaria. Para la consecución de este objetivo, se llevó a cabo un estudio epidemiológico observacional, transversal, en estudiantes voluntarios de los tres primeros cursos de titulaciones de Ciencias de la Salud de la Universidad Europea de Madrid (población no clínica, estudio en fase I, prevalencia de riesgo). Se recogió información relacionada con el estilo de vida (datos sociodemográficos, frecuencia de consumo de alimentos, hábitos alimentarios, consumo de alcohol, consumo de tabaco y actividad física) y el riesgo de trastorno de la conducta alimentaria. Además, se realizaron mediciones antropométricas básicas de peso y talla, para valorar el estado nutricional de los sujetos. Los resultados obtenidos mostraron un alejamiento de la población de estudio de las recomendaciones para una alimentación saludable. Se encontró un desequilibrio por defecto en lácteos, cereales, verduras y hortalizas, frutas, legumbres, frutos secos y huevos y por exceso en embutidos, carne grasa y en bollería industrial principalmente. No se hallaron diferencias significativas en función del sexo, edad o titulación, salvo para las legumbres que eran menos consumidas por los jóvenes y los huevos que eran más consumidos por los hombres. También se observó un porcentaje destacado de estudiantes que tomaba comida precocinada habitualmente todas las semanas, así como una proporción relevante de sujetos que excedían simultáneamente las recomendaciones de ingesta de embutidos/carnes grasas, bollería industrial y comida precocinada y que, además, no alcanzaba las recomendaciones diarias de frutas, verduras y hortalizas, siendo la población más joven (menos de 24 años) la que mostró estos patrones de ingesta más desajustados. En cuanto a los hábitos alimentarios, se omitía con gran frecuencia alguna de las cinco comidas diarias recomendadas (la media mañana fue la comida que menos se realizaba) y se recurría ampliamente a la dieta con el propósito de adelgazar, destacando la población femenina en estas conductas. Curiosamente, los estudiantes mostraban una percepción positiva de sus hábitos alimentarios e identificaban como inapropiados determinados comportamientos perjudiciales para su salud, que llevaban a cabo. En relación al consumo de sustancias tóxicas, la cantidad de alcohol y tabaco consumido durante los fines de semana aumentaba considerablemente entre la población más joven (menos de 24 años) y consideraban su hábito tabáquico y alcohólico como bueno o muy bueno la gran mayoría de los encuestados. Respecto a la actividad física, nuestra población de estudio destacaba por un nivel alto de actividad física, predominando los varones en los niveles de mayor intensidad y frecuencia semanal. Sin embargo, este elevado nivel de actividad física, coexistía con un gran número de horas que permanecían sentados durante un día normal. En lo referente al estado nutricional, los estudiantes se situaban mayoritariamente dentro de la categoría de normopeso. Las mujeres sobresalían en la categoría ponderal más baja (con predominio de las que tenían de 18 a 24 años), normopeso y obesidad (destacando en esta última aquellas que tenían más de 24 años) y los hombres prevalecían en sobrepeso. También se observó un mayor índice de masa corporal en aquellos que compaginaba los estudios con el trabajo y en quienes hacían dieta. En cuanto al riesgo de trastorno de la conducta alimentaria, se observó una elevada preocupación por la delgadez, insatisfacción corporal y riesgo de trastorno de la conducta alimentaria, más acusada en estudiantes con sobrepeso y obesidad, los que realizaban dieta o consumían bebidas bajas en calorías. No obstante, se encontró una preocupante proporción de universitarios que, estando en normopeso, revelaban un riesgo extremo de obsesión por la delgadez, insatisfacción corporal y riesgo de trastorno de la conducta alimentaria. La población masculina manifestó un mayor deseo de estar más delgado, una preocupación excesiva por los alimentos, y el aumento de peso que la femenina. A la vista de los resultados encontrados, se puede concluir que sería conveniente establecer nuevas estrategias o programas de promoción y prevención dirigidas a la población de estudio. El objetivo sería conseguir que los estudiantes que reconocen que sus hábitos no son adecuados, no los sigan manteniendo y detectar a los sujetos en riesgo, más predispuestos o vulnerables, para el desarrollo de un trastorno de la conducta alimentaria, evitando así su inicio, mantenimiento o cronicidad. Se hace necesario “abrir los ojos” de esta población ante la estrecha relación que existe entre las conductas que han “normalizado” y el riesgo de instauración de un trastorno de la conducta alimentaria.